Hace once años, cuando llegó al St. Pauli para jugar la Bundesliga, Carlos Zambrano hubiera sido repudiado por lo que dijo en estos días: “Quiero un Perú sin comunismo y libre”. El club alemán es un bastión de la izquierda, el feminismo y el orgullo gay. El defensor de Boca y once compañeros de la selección peruana se inclinaron por Keiko Fujimori para presidenta en la 2° vuelta. Y lo hicieron explícito apelando a videos libreteados y macartistas. Esa decisión calentó el termostato electoral. El otro candidato y maestro rural, Pedro Castillo, les respondió con una frase maradoniana: “Por respeto a este país, y por honor a esta patria, quisiera decirles que la blanquirroja no se mancha”. De la polémica fueron prescindentes el técnico Ricardo Gareca y el sindicato de futbolistas local SAFAP. Pero no sucedió lo mismo con la Federación – la AFA de allá – que preside Agustin Lozano. El dirigente milita en la Alianza para el Progreso (APP) que apoya a la postulante tres veces detenida, con denuncia vigente por lavado de activos y un pedido fiscal a 30 años de prisión.
A Lozano lo llaman el revendedor. En junio del 2020 la Conmebol lo multó en 5 mil dólares por esa conducta. El y su directorio en la Federación Peruana colocaban en el mercado entradas que no les pertenecían. El dirigente es aliado político de César Acuña, el fundador de la APP, que en las parlamentarias de 2020 hizo una muy buena elección. Este político fundó el club Universidad César Vallejo y es dueño de la casa de estudios que lleva ese nombre.
La periodista Camila Zapata de DirectTV Perú sugirió en su cuenta de Twitter que deberían investigarse más los vínculos entre Lozano, Acuña y Fujimori. Opinó también que “el desliz de los futbolistas fue organizado por sus representantes”. Once futbolistas además de Zambrano apoyaron a Keiko con mensajes muy parecidos y sin nombrarla. En algún caso, como el arquero Pedro Gallese, resultó ostensible que leía a cámara: “Ahora hay un discurso que nos pretende dividir y diferenciar entre ricos y pobres, cholos, blancos y negros, cuando lo que necesitamos es unirnos más”. El volante Edison Flores se sumó con un rotundo “no soy comunista, voto por la democracia”.
Así desfilaron en campaña por la hija del expresidente detenido –condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad y corrupción– otros nueve futbolistas del seleccionado: Jeferson Farfán, André Carrillo, Paolo Hurtado, Raúl Ruidíaz, Wilmer Cartagena, Manuel Trauco, Aldo Corzo, Sergio Peña y Luis Advíncula. Este último –un ex lateral de Newell’s– la pasó mal en España por respaldar a Fujimori. Juega en el Rayo Vallecano, un club parecido al St. Pauli por la composición de la hinchada que lo acompaña. Tan antifascista como comprometida en campañas sociales y políticas. “Es una vergüenza que vistas la franja roja, la que sea. Contamos los días para que dejes de ensuciarla”, escribieron en un comunicado las peñas del equipo de Vallecas, un barrio obrero de Madrid.
La operación sincronizada de los integrantes del seleccionado - basada en apelaciones al sentimiento patriótico y futbolero- también tuvo en Perú un rebote contrario al deseado. Como no fue unánime, abrió una grieta política en el plantel. Paolo Guerrero, Yoshimar Yotún y Renato Tapia –tres de sus principales figuras– no se pronunciaron. Luis Tapia, el hermano del volante que juega en el Celta de Vigo, disparó munición verbal contra Edison Flores: “Oye, cómo vas a decir que te has informado y luego decir que votas por ‘la democracia’ ¿El fujimorismo democracia, de dónde te has informado? ¿En la escuela naranja? Miki Torres, el que le llevaba papel higiénico a Keiko en el penal fue tu profe de historia seguro. ¿O quién te ha dado el papel que estás leyendo? Porque más que informado, pareces mandado, y por el enemigo. Paltaza”. En Perú esta última palabra puede entenderse como “vergüenza”.
La campaña del hashtag #PonteLaCamisetaPerú levantó una polémica que involucró a otros actores sociales más allá del fútbol. El escritor y periodista Diego Trelles Paz, residente en Francia y militante del espacio Nuevo Perú de la psicóloga y antropóloga Veronika Mendoza –aliada de Castillo– escribió: “Keiko Fujimori ha conseguido quebrar a la selección nacional y alejarla de millones de sus hinchas. Han usado la camiseta de todos. La han manchado de manera irreversible. ¿Ustedes pueden imaginar a la selección chilena pidiendo la vuelta del pinochetismo por amor a la camiseta y al orgullo de ser chileno?”.
Fujimori no se sacó la camiseta de la selección peruana desde que empezó el camino hacia el ballotage. Cuando tiene una oportunidad, se toma fotos con la bandera rojiblanca. A los símbolos de la patria deportiva los acompaña con una agresiva campaña macartista que amplificaron jugadores como Zambrano. Ella dice que no se coordinó con los futbolistas, pero se valió de sus videos. Las invocaciones al peligro del comunismo son una cantilena que aparece en paneles publicitarios, trolls, mensajes de WhatSapp, la prensa que en bloque la acompaña y los buenos oficios del peruano más célebre, Mario Vargas Llosa. “¿Sabés que el voto en blanco le suma al comunismo?” o “Piensa en tu futuro: No al comunismo” son algunos de los cartelones que brillan en las noches de Lima, donde Keiko lleva una ventaja muy grande sobre su rival. Castillo la revierte –para la encuestadora DATUM– en el resto del país. Hoy estaría según esa muestra 45,5% a 40,01 % con tendencia a la suba.
En este clima de Guerra Fría, Perú va hacia sus eleccciones previstas para el domingo 6 de junio. La Federación local se anticipó a las críticas por las palabras que grabaron sus seleccionados. Elkin Sotelo, del área de prensa dijo que “eran libres de opinar” y el Flaco Gareca se expresó en tono semejante: “los jugadores se pueden expresar libremente”. Tres días antes de la segunda vuelta, su equipo recibe a Colombia por las eliminatorias del Mundial de Qatar. El técnico y sus jugadores intentarán sacar a Perú del último puesto de la tabla que comparte con Bolivia. Suma apenas un punto de doce posibles. Pero el país necesita mucho más que eso o de las Travesuras de la niña mala –título de una novela que Vargas Llosa publicó en 2006– que siempre encarnó Fujimori, la redentora que ahora lucha contra el comunismo.
El maestro del lapiz, dirigente sindical y que usa sombrero de ala ancha fue transformado en lo que no es. Un monstruo grande que pisa fuerte y viene por la propiedad privada. Una docena de jugadores de la selección ayudaron a modelarle esa imagen. En una semana se sabrá si ganaron este partido que se juega afuera de la cancha. Como nunca un grupo de futbolistas hizo suya una de las causas más patrioteras que se recuerden. El 28 de julio –día del bicentenario de la independencia peruana–, si el apellido Fujimori vuelve al Palacio de Gobierno ellos habrán cantado falta envido y truco.