La provincia sumó 180 personas fallecidas por covid-19, según las últimas cifras de ayer sábado. Catamarca/12 habló con familiares y con el Jefe de Enfermería del Hospital Carlos Malbrán, Eric Reales, quienes hicieron un llamado a la realidad de las consecuencias que genera la pandemia, a la que todos estamos expuestos.
Como Jefe de enfermería del Hospital Malbrán, Eric aseguró: “Convivimos casi todos los días con la muerte”. El profesional, quien tiene a cargo a los 74 enfermeros que trabajan en el nosocomio, contó cómo lo viven, dijo que están cansados, y confesó que el viernes, su mamá y su papá, ambos oriundos de Tinogasta, ingresaron al área de internación leve. “Yo ya vengo con esto, desde la epidemia con la gripe H1N1 que se me murió un primo hermano en mi guardia”, dijo.
“Para nosotros el día a día es muy duro. Tenemos jornadas bastante largas, hoy –por ayer sábado- estoy de guardia y voy a salir recién mañana. Algunos hacen guardias de 16 horas porque aumentaron mucho los números de internados y necesitamos más gente para dar atención eficiente. Convivimos casi todos los días con la muerte. Es muy difícil cuando hay una muerte, porque nosotros estamos para salvar vidas, para nosotros es una derrota”, explicó.
“Sabemos por lo que nos cuentan las psicólogas o asistentes sociales que es difícil para las familias estar afuera. Muchos nos preguntan si murió solo”, dijo, y repitió que ellos están ahí sosteniendo la mano de cada uno hasta que la máquina que controla los latidos deja de sonar.
En este contexto, contó que tratan de humanizar ese proceso y que cuando se puede y con permiso previo se deja pasar a los familiares. “Cuando la situación nos permite y podemos, los vestimos con todo lo necesario y al irse los acompañamos para quitarle todo lo que usaron y así evitar contagios”, dijo.
El llanto en el hospital se escucha casi a diario. Eric explicó que el equipo está fortalecido y se contienen y acompañan, pero que muchas veces lloran y se frustran y se enojan. “Estamos cansados también, pero esto pasa en los equipos de salud de todos lados. Uno de los días más caóticos fue cuando falleció el papá de una de las enfermeras que estaba internado en el hospital. Fue muy duro”, aseguró.
Sin embargo, dijo que de las 180 personas que trabajan en el hospital, sólo hubo 5 contagios aislados y que nunca hubo brote por los cuidados extremos que tienen en todo momento.
Carlos
Carlos Andrés Moreno y Omar Raúl Valerian son los nombres que en el parte diario que emite el COE, al informar los fallecimientos por covid-19, nunca mencionaron. Sólo fueron números, género y edad con localidad: Andalgalá y Capital. Tenían algo en común y no lo supieron, ambos eran padres de cuatro hijos mayores de edad, quienes no pudieron verlos ni abrazarlos por última vez.
Andrea, es la hija de Carlos. Contó cómo fueron sus últimos días y cómo suceden los suyos sin él. Antes aclaró que quiere relatar la historia, porque es un sentimiento que, además de doloroso, es “extraño” para quienes aún no tomaron conciencia de “cómo puede destruir familias esta enfermedad y que no la subestimen”.
“Mi viejo era un roble. Tenía 75 años, se dedicaba a la agricultura y ganadería en Andalgalá, se cuidaba en las comidas y hasta practicaba newcom, un deporte parecido al vóley pero para adultos mayores. Además, era muy responsable con su salud”, contó.
El día previo a la fecha de vacunación en Andalgalá, Andrea lo llamó y le avisó para que fuera. Él le dijo que sí, pero le contó que tenía síntomas gripales, entonces le aconsejó que no se vacunara y que pidiera que lo hisoparan antes. Al otro día Carlos le dijo que se había vacunado, que la médica le había explicado que si no tenía fiebre “no pasaba nada”.
“A partir de ahí empezó la catarata de síntomas. A mí me llamaba por teléfono y me decía que cuando iba al hospital le decían que era de la vacuna. Me enteré que el COE iría a Andalgalá y me comuniqué para que lo visiten. Había pasado una semana desde la vacuna”, señaló.
Con voz entrecortada resaltó: “Ese día fue la última vez que hablé con él. Eran las cinco y media de la tarde. Aún tengo los mensajes guardados. Me enteré que lo llevaron en ambulancia. Los vecinos me dijeron que salió caminando”.
Carlos fue trasladado de urgencia al Hospital Carlos Malbrán, en la capital. Ahí fue entubado. Andrea tuvo la oportunidad de verlo en la sala de terapia intensiva. “Con el panorama que me detallaban me daba miedo. Nunca lo había visto enfermo. Pero me decidí. Me dijeron que aunque estén dormidos podían escuchar”.
Andrea se quebró otra vez al contar, pero agradeció haber tenido la oportunidad de hablarle. “Le dije 'hola pa' y empezó a temblar. Le dije que esté tranquilo que nos estábamos ocupando de sus cosas; los perros, las vacas, de la cosecha. Que esté tranquilo porque nosotros lo estábamos esperando. Uno de mis hermanos, que no le hablaba hace muchos años me dio un mensaje para él y cuando lo nombré se volvió a agitar. Le dije que lo amaba y me fui. Lo vi fuerte, lo vi bien aunque tenía un aparataje que parecía la Nasa. Lo vi sólido y elegante como es. Al otro día murió”.
“Una de la partes más traumáticas es la espera. Cada día las médicas te llaman y te dan el parte médico. Es durísimo porque lo que vos esperas es saber si está vivo o no. Cuando pude ir a su casa en Andalgalá, recuerdo que entré a su habitación y estaban sus botines, los de trabajo. Fue terrible, sentí que lo estaban esperando a un lado de su cama”.
“Acá estamos nosotros, los vivos, tratando de sobrellevar esto. Un día lo ves bien y después no lo podés ver más. Yo estoy esperando que me llame todavía”, concluyó.
Omar
Omar tenía 61 años. Era un paciente de riesgo, tenía diabetes, hipertensión, y se dializaba tres veces a la semana. Vivía con su esposa, quien se encargaba de cumplir con todas las medidas de resguardo para que no se contagie.
Alejandro, uno de sus hijos, explicó a Catamarca/12 que siempre fueron conscientes de la pandemia y de que implicaba que alguien podía morir y que había que cuidarse. Su papá falleció el 12 de mayo, y él, su pareja, su madre y hermana menor se contagiaron y están aislados.
Desde su casa, en donde permanece sin salir hace 10 días, contó que sus síntomas no requieren internación, pero que lo peor fue haber despedido las cenizas de padre vía online. Lo difícil de no poder abrazar a todos, ni siquiera a su mamá.
“Al parecer, él se contagió en una de esas veces que se fue a dializar en el sanatorio donde concurría. Empezó un fin de semana con los síntomas y murió un miércoles. Fue muy rápido todo, desde el COE nos dijeron que la carga viral que tenía era muy fuerte y por eso nos aconsejaron cremarlo. Él quedó internado el martes 11 y el miércoles a la tarde, tres horas después de que fue diagnosticado con covid, murió”, contó.
“Él tenía miedo de entrar y no salir más. Son palabras que dijo entonces y que uno recuerda mucho en momentos como el de ahora. Emocionalmente todos estamos mal. Porque fue enterarse y saber que nos teníamos que aislar. Para colmo mi mamá la pasó muy mal, por el covid y por la muerte y nosotros sin poder verla. Recién ayer mejoró. No hubo lugar para abrazos de consuelo de la familia. Fue hacer todo por teléfono. Mis dos hermanos mayores que no tuvieron contacto estrecho se hicieron cargo de todo. Hace 10 días pasó todo y aún no nos hemos reunido la familia para darle una despedida a mi papá”, relató.
Como docente, Alejandro explicó que durante toda la pandemia intentó trabajar con sus alumnos sobre la consciencia que hay que tener. Sobre las emociones en pandemia y cómo manejarlas. “Les decía que no hay que ser egoísta e individualista, y pensar en las personas que el virus puede llegar a afectar. Que no es una enfermedad más y es totalmente mortal. Yo ponía el ejemplo de mi papá, de cómo nos cuidábamos, pero parece que no bastó”.