Resiliente. Esa es la palabra que mejor describe a Ana Gallay. Ganadora del oro panamericano en 2015, la jugadora de beach voley que popularizó la disciplina en Argentina sabe muy bien cómo adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos. Lo hizo cuando se enamoró del deporte en Nogoyá, Entre Ríos, y se entrenó sola durante cuatro años para viajar cada fin de semana a 120 kilómetros de su ciudad y poder competir con un club. También cuando se recibió de la carrera de Educación Física y tomó un trabajo en el medio del campo al que llegaba después de recorrer 70 kilómetros en una moto por caminos de tierra. Y todas las veces que en su carrera las trabas aparecieron por competir en un deporte amateur. Ana Gallay se reinventa. Por eso llegó a los Juegos Olímpicos en 2012, repitió la hazaña en 2016 y sueña con llegar a su tercera cita olímpica en Tokio 2021. En el medio, cambió de dupla deportiva varias veces: primero la acompañó Virginia Zonta; una vez que se creó la Selección femenina de beach voley, eligió como compañera a Georgina Klug y llegó al puesto 11 del ranking mundial. Cuando Klug se retiró, buscó durante ocho meses a su actual pareja, Fer Pereyra, a quien convenció de probarse en la arena y mudarse a Mar del Plata. Ana Gallay sabe lo que es la lucha, el esforzarse por cumplir sus metas. Por eso hoy, en tiempos de pandemia y de bajos presupuestos para el amateurismo, sale a la cancha, arma la jugada y remata de nuevo.

Ahora que jugás con Fer Pereyra, ¿sentís que encontraste a una jugadora a tu medida?

–Sí, totalmente. Cuando la conocí, ella no entrenaba beach voley y yo ya estaba pensando en dejar el deporte. Vos imaginate que con Geo Klug estábamos en el puesto 11 del ranking mundial, y de repente nos fuimos al pozo. Después de eso, tuve que arrancar totalmente de cero, pero lo que más me gustó de Fer es que siempre fue para adelante. Se probó en la arena, aceptó jugar y se mudó a Mar del Plata. Yo le decía: “Nos vamos a Europa”, y ella me decía: “Dale”. No es fácil encontrar a una persona que te acompañe en esas locuras.

¿Cómo fue ese empezar de nuevo?

–En 2018 fue el arranque, y en 2019 ya teníamos los Panamericanos, así que había que estar bien y lo logramos. El 2020 fue un año para medirnos, el equipo ya estaba formado y justo vino la pandemia. Para colmo, en junio, cuando volvimos a entrenar, me luxé el hombro, cosa que nunca me había pasado. Fer Pereyra también, así que nos tuvimos que operar las dos al mismo tiempo y recién ahora nos estamos recuperando.

Sabemos que es un tema complicado, ¿pero cómo viene la clasificación a Tokio?

–Venimos bien. Ya viajamos a México a jugar las tres etapas del circuito mundial, y ahora estamos viendo cómo viajar a Europa para jugar dos etapas más. A finales de junio se juega la Continental Cup en San Juan, en la que están clasificados Paraguay, Colombia y Venezuela, así que por ahora los rivales son ellos tres. A nosotras nos viene súper bien competir, yo voy con Fer y la segunda dupla la forman Virgina Zonta y Brenda Churín. Está también Chechu Peralta, así que de las cinco, las que mejor estemos, jugaremos. Hay muchas chances de poder ir a los Juegos Olímpicos.

Vos tenés mucho que ver con la difusión del beach voley en la Argentina. ¿Lo sentís así?

–Yo viví la mejor época del beach voley, que fue cuando se creó el ENARD y empezaron a apoyar al deporte amateur. Creo que gracias a eso pudimos salir a competir internacionalmente, pudimos crecer. El primer Juego Olímpico que disputamos en 2012 fue muy difícil, pero ya en 2016 eso cambió un montón. No nos fue bien en la competencia, pero clasificamos de la mejor manera para ir. Después, en 2018 y 2019, el presupuesto empezó a bajar muchísimo. Con Fer intentamos competir pero fue re complicado, monetariamente hablando, bajó mucho el número. Hoy hay menos becas y cada vez estamos más solas.


¿Quién tomó la decisión de recortar el presupuesto?

–Mirá, yo simplemente sé que el ENARD dejó de ser autárquico, depende del tesoro nacional, y con todos los problemas económicos que hay en Argentina el presupuesto que se tenía antes no se tiene ahora. Con Geo estuvimos en la mejor era, hacíamos una gira sudamericana, una asiática, una europea y una por Estados Unidos. Hoy para poder jugar se complica un poco más, tenemos un dólar a 160, y creo que es más que nada por eso.

¿Qué creés necesario para que el beach voley crezca y tenga mayor difusión?

–Es necesario tener un buen circuito nacional. Este año se intentó, esperemos que sea positivo, se televisó también. Después, siempre repito que teniendo tanta playa acá, en Mar del Plata y en toda la costa, en las costas de los ríos como Paraná y Rosario, tiene que haber canchas. Nosotros acá no tenemos canchas, entrenamos en un balneario privado y en el verano nos pasa que hay gente jugando y no tenemos canchas.

¿Hay divisiones inferiores de beach voley?

–Se viene trabajando y haciendo concentraciones. Algo creció, pero creo que puede crecer más. Si metés más canchas, más gente va a jugar, para mí eso es primordial. Es complicado porque, por ejemplo, los entrenadores para formar un equipo lo tienen que hacer de corazón. Para mí, falta infraestructura, muchas canchas, y que el circuito nacional pueda crecer, que se pueda repartir mejor dinero porque esa es la diferencia que tenemos con Brasil, Estados Unidos y Alemania, que tienen un circuito profesional buenísimo; hay que asemejarse a eso. Obviamente, un circuito nacional que suba mucho el nivel, es un proyecto a 12 años, 16 años, no son proyectos cortos y se tienen que hacer de manera seria.

Más allá de que los recursos no abunden, se nota que sos una apasionada en lo que hacés. ¿Qué significa el deporte en tu vida?

–El deporte para mí es todo. Yo vivo para el deporte, me apasiona y creo que sigo jugando por esta pasión. Me enseñó muchas cosas: que no hay que bajar los brazos, que siempre se puede, por más de que falten recursos. Cuando con Fer recién arrancábamos a jugar juntas, yo le decía que teníamos que seguir peleando, por más de que no apostaran por nosotras. Como deportista argentina, siempre ha sido un poco difícil, pero aprendés que nunca hay que bajar los brazos, que hay que luchar.

*Ornella Sersale, Sofía Martínez, China Pereiro, Lucrecia Álvarez.