Jack Reacher: sin regreso

(China/EE.UU., 2016)

Dirección: Edward Zwick.

Guión: Richard Wenk, Edward Zwick, Marshall Herskovitz.

Reparto: Tom Cruise, Cobie Smulders, Aldis Hodge, entre otros.

Duración: 118 minutos.

4 (cuatro) puntos.

 

Sí, es cierto, la sonrisita con mueca de Tom Cruise es insufrible. Y todavía le queda cuerda. Pero no todo es en contra, vale decir que es un actor de cine marca Hollywood. Hasta Billy Wilder supo destacarlo, luego de ver Jerry Maguire (plomazo), en entrevista con el director Cameron Crowe. De todas maneras, y con perdón del maestro Wilder, Tom Cruise es la encarnación del ególatra.

Con Jack Reacher, el actor/productor suma otra franquicia a la óptima, hay que decirlo, Misión Imposible, donde también su cara y dólares mandan. Pero allí los resultados son mejores, con una mirada más marginal, que procura -al menos algunas de sus películas‑ eludir las normas y engaños en un mundo cuya tecnología persigue el control.

Antes bien, la apuesta de Jack Reacher es otra. Aun cuando se trate de un súper soldado -literario, creado por Lee Child‑ que se las sabe todas y ande descreído de las banderas defendidas, no dudará en ponderar el significado de los uniformes y la milicia. Lo curioso es que con la primera entrega, el director Christopher McQuarrie había logrado un film empecinado en un esteticismo de rapidez demorada. Todo lo contrario a lo ensayado en su siguiente trabajo: Misión Imposible: Nación Secreta. Ahora bien, quien dirige la nueva Jack Reacher es Edward Zwick, el mismo de otro plomazo, también con Cruise: El último samurai.

Si la primera tenía, al menos, el beneplácito de construir a su personaje, acá se lo enhebra desde los tejidos sociales y morales de la peor calaña. En otras palabras, Reacher sale a escena a partir del rescate de la dama en apuros (Cobie Smulders), quien sabe defenderse sola y bien pero -así las cosas‑ siempre hace falta el hombre corajudo. Los dos pegan piñas a la par, pero el héroe es él. No sólo esto: también hay una posible hija no reconocida. Habrá que cuidarla y lidiar con lo que se descubra. Por las dudas, Reacher se martiriza por haberla abandonado.

En medio de todo, un embrollo de villanía busca eliminar a Reacher, a la oficial y a la hijastra. Es la corrupción la que se ha enseñoreado del sistema y, para guarecer la institución, es que existe Reacher. De manera sintética, la película lo significa en la familia modelo, piedra angular del edificio social: no se trata de la novia o esposa del héroe, no sabe si la niña es o no su hija, pero el vínculo es suficiente para que Reacher emplee su estrategia militar -ejército de un solo hombre como es‑ en procura de la estabilidad social.

De acuerdo con el estereotipo, Jack Reacher oficia como un cowboy moralista: viene de la nada, parte hacia la nada. En verdad, su terreno no es otro que Estados Unidos. El duro entrenamiento militar le ha preparado para custodiar el país, él lo hace a su manera, como un ángel vigía. Hay aspectos que le han defraudado, pero la bandera le tira como si se tratara de una emanación divina.

El film primero, si bien aburrido, tuvo al menos cierta elegancia formal, pero éste es tan previsible que resulta lastimoso. Por ejemplo, su secuencia durante la celebración de Halloween en Nueva Orleans palidece de cara al inicio de Spectre, con el Día de los Muertos mexicano como telón de fondo. Si la última de James Bond es cine, la de Reacher es un suplicio.