La pandemia de covid-19 ha planteado un enorme desafío a los sistemas de salud del mundo que han tenido (y tienen que) dar respuesta a una nueva enfermedad. Aunque nueva, no deja de ser una enfermedad infectocontagiosa y tampoco es la primera vez que debemos enfrentar una amenaza sanitaria donde los recursos sanitarios, tecnológicos y hasta económicos pueden resultar insuficientes. Sin embargo, Ramón Carrillo, primer ministro de Salud de nuestro país, relativizaba en Teoría del Hospital (1951) el rol de los gérmenes en la ocurrencia de las enfermedades: “Frente a las enfermedades que produce la miseria, frente a la tristeza y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causa de enfermedad, son unas pobres causas”. Apuntaba a dimensionar el rol de la determinación social de la salud y entender que para la ocurrencia de las enfermedades es más importante el código postal que el código genético. Situación que evidenciamos en el brote de covid-19 de Villa Azul que sucedió hace 1 año.
El Barrio conocido como “Villa Azul”, es compartido por los municipios de Quilmes y Avellaneda. La calle Caviglia divide el barrio: del lado de Quilmes viven 3.128 personas en 837 hogares, sin conexión de gas natural, casi sin acceso a la red pública de agua y con malas condiciones de vivienda. Del otro lado, del lado de Avellaneda, se encuentra un barrio urbanizado con 400 viviendas dignas que cuentan con acceso al gas, agua potable, electricidad segura y asfalto. Calle que refleja décadas de olvido de un lado y un Estado presente del otro. La calle de la injusticia.
En este contexto apenas comenzaron a aparecer casos confirmados de covid-19 en el Barrio (al 22 de mayo de 2020 ya había 7) comenzamos con la intensificación de los testeos (todos los días un operativo) sumado a la búsqueda activa de casos sospechosos casa por casa, pasillo por pasillo. Al 25 de mayo de 2020 ya eran 153 y un brote de covid-19 estaba en marcha. Era todo un desafío la implementación de las medidas de cuidado e higiene en ese contexto: la imposibilidad de cumplir con las medidas de cuidado nos enseñaba que el aislamiento domiciliario era un privilegio de clase. En pos de cuidar la salud se tomó la decisión de mitigar el brote con una estrategia hasta entonces novedosa, nunca implementada en nuestro país previamente, como fue el ya conocido aislamiento comunitario. Decisión primariamente sanitaria, desde ya política y consensuada no sólo entre los gobiernos municipales de Quilmes y Avellaneda con la provincia de Buenos Aires sino también, y quizás más importante aún, con el barrio. El barrio comenzaba a ser un actor activo y trascendente en lo que respectaba a su propia salud.
Los hechos son ya de público conocimiento como también el impacto positivo en términos de salud comunitaria y organización territorial que merecieron la publicación en la prestigiosa revista médica internacional Global Health Promotion1 (donde se pueden encontrar más detalles de la intervención sanitaria).
Entre el 22 de mayo y el 20 de junio se registraron 731 casos sospechosos de los cuales 379 fueron casos confirmados para covid-19, de los cuales el 78% fueron del lado de Quilmes. Casos que se identificaron en conjunto con referentes del barrio, muchos de los cuales (193) cumplieron su aislamiento en centros de aislamientos extrahospitalarios (como en la Universidad Nacional de Quilmes) para cortar allí las cadenas de contagios, cuidando a sus familias y a su barrio. Lamentamos la muerte de 3 vecinos (tasa de letalidad del 0,8% - 4 veces inferior al promedio nacional) y semanas después encontramos una seroprevalencia (personas que habían estado en contacto con el virus) del 15%. Datos que contrastan con los hallados en la Ciudad de Buenos Aires donde el brote en un barrio popular con el Barrio Padre Mugica de Retiro alcanzó al 53,4% de sus habitantes.
Esta experiencia nos mostró que frente a la covid-19 nadie se salva solo. Que si bien resulta necesario implementar políticas publicas basadas en la mejor evidencia científica disponible frente a esta novedosa pandemia a veces hay que tomar decisiones no previamente probadas pero que planificando todas las variables pueden resultar efectivas. Que es necesaria la presencia del Estado, la articulación con la comunidad y la organización territorial para tener mejores resultados. Y finalmente que esta estrategia de abordaje comunitario que hemos puesto en práctica en Quilmes para integrar y potenciar los esfuerzos frente a la covid-19 (que es sin dudas una tecnología sanitaria) resulta indispensable ante esta segunda ola.
Jonatan Konfino es secretario de Salud del Municipio de Quilmes