Si hubiera que elegir una palabra para definir a Zulma Lobato, una sola pero con la que acordaran los que la ven como fenómeno, los que la ven como víctima, como buen negocio primero y mal negocio después, esa palabra es “indefendible”. Zulma Lobato es impresentable, por eso la presentan, y es indefendible, por eso le dan para que tenga. Desde su despampanante irrupción en el programa de 2008 que encumbró a la conductora Anabella Ascar, hasta una de sus últimas apariciones en diciembre del año pasado cuando declaró que estaba deprimida por un diagnóstico de VIH que asociaba a su vez con una violación en la estación de Munro que también había convertido en noticia un año antes, queda claro que a Zulma le toca en la cadena mediática ser el último orejón de lo aceptable, aquello que no merece siquiera un respeto forzado por el Inadi. (Disgresión: ¿notaron que ya casi nadie habla del Inadi?). 

Y no casualmente la palabra “indefendible” en su amplio abanico de connotaciones     –sin defensa desde lo legal hasta sin empatía como para jugarse por ella– ha sonado y sigue sonando en los oídos de toda una comunidad trans y travesti que existe y resiste. Zulma Lobato, como parte de esa comunidad viene a cumplir con el mandato de ridículo, de venta al público y de “exponer la verdad de su trágico estado personal y profesional” una y otra vez, demostrando para tranquilidad del sentido común cuanto más bajo se puede llegar cuando una es indefendible. “Zulma Lobato nos enseña que cada vez que te caés  hay que volver a levantarse, porque nadie te va ayudar” es la definición que dan de ella en la página políticamente incorrecta “Inciclopedia”.

Pero a todo esto, resulta que hace unos días la Corte Suprema de Justicia dejó en firme un fallo donde obliga a la productora del programa “70 20 10” de Chiche Gelblung a pagarlea Zulma algo más de 200.000 pesos por daño moral, por considerar que se la ridiculizó, se invadió su intimidad… Parece que lo de indefendible, habrá que revisarlo. Para empezar, la persona que recibe el fallo no es Zulma Lobato, que ese es el nombre de fantasía, pero tampoco es “el tipo con peluca que vive en la indigencia” como la presentaron más de una vez. El fallo es a favor de Zulma Nélida Dekleva, un nombre que lleva en su documento de identidad gracias, sobre todo, al trabajo de la militancia trans que ha conseguido para la Argentina una ley de identidad de género modelo en el mundo y de la que justo por estos días se cumplen cinco años. Sigue el fallo de la Corte: “debe observarse en la práctica periodística un desarrollo veraz, prudente y compatible con el resguardo de dignidad individual de los ciudadanos”. Y esas palabras hacen pensar ahora en otra palabra en relación a Zulma Lobato: “reivindicación”. Hace pensar en el mal momento (impune) que el mismo periodista Gelblung le hizo pasar a Naty Menstrual cuando hace unos años la invitó a su programa para presentar su libro de relatos Continuadísimo (Eterna Cadencia) y estando al aire no quiso hablar de literatura con ella porque con una trava no se habla de otra cosa que no sea si parece mujer, si parece macho, si se prostituye, si se operó o no. Hace pensar en el juicio que este año le ganó Beatriz Salomón a la productora Cuatro Cabezas, a América y a los periodistas que hicieron aquella cámara oculta donde también había una persona travesti en juego. Hace recordar en la alegría que sentimos cuando vimos a la activista trans Marlene Wayar ganándole a Sofovich en un programa de preguntas y respuestas. No es cierto como parecería ser en el universo mediático que todo se arregla en los juzgados, pero hay instancias en que el peso de la ley refrenda dignidades. Por eso, y esto debe leerse como una propuesta artística de la que ya mismo reclamo copyrigth, creo que muchas personas pagaríamos por ver a Zulma Lobato por fin en el Maipo leyendo sobre el histórico escenario que las dos vedettes aludidas en su nombre pisaron, completo, el fallo de la Corte Suprema.