“No sé nada sobre ‘bisexualidad’. No utilizo palabras como esas. Si te gusta alguien se supone que vas a acostarte con él o ella. ¿Por qué no? ¿Por qué debía DeeDee quedarse con las ganas? Si a DeeDee le gustabas, terminabas en la cama con él. Yo lo hice. Fue agradable. Todo el mundo debería hacerlo si quiere”, dice Danny Fields en En la ruta con los Ramones, la mejor biografía colectiva de la banda de Queens que fundó el punk recién editada en Argentina. Fields fue el primer manager de Ramones y, dentro de la industria de la música, estuvo siempre fuera del clóset. Y fue quién reconoció el valor del punk, incluso también del protopunk, apostando a amplificar esesonido callejero, crudo y desafiante de bandas como TheStooges y Ramones. También fue un defensor de la sexualidad libertina de parte de la escena punk de New York, encabezada por DeeDee, Jayne County y Lou Reed, que pocas veces se considera como una dimensión queer que también fundaba esa insurrección de camperas de cuero y ropa rota.

No es difícil ver que cada uno de los seis cuadros de las páginas de la historieta en formato zine Navidad de reserva de Loris Z. está dibujado con la misma energía con que DeeDee tocaba el bajo en Ramones: el trazo parece hacer visible la estela que deja un rasgueo frenético de cuerdas. Basada en un resumen de 2016 a partir de las cinco veces que Loris Z. fue a recitales de El mató a un policía motorizado, esta historieta autobiográfica es una canción de amor lanzada a un pogo que se multiplica, un huracán de cruces y amistades, de sofocarse y perderse, de caos y control, de bailar sin reglas. El pogo es riesgo, es cantar en la vorágine, es un cuerpo estallando contra otros, un calor colectivo de pasión tribal. A veces las manchas negras de los dibujos parecen un mapa de los moretones que siempre aparecen después de un pogo, cartografías de la danza de choques anárquicos que son un suvenir de dolor dulce que se lleva puesto tras un recital. Poner el cuerpo es la base de la experiencia de esta historieta: el zine apuesta a la tipografía manuscrita y a la experiencia del dibujo físico, sin retoques digitales, a la línea pesada, cargada. Y eso marca los días de Loris Z. en 2016: luego de separarse de su pareja vuelve a “estar con hombres después de diez años”, una frase sobre su autorretrato dándole un chupón a otro tipo en un boliche. Y cuando Loris Z. conoce a Carolina en Rosario, en la convención Crack Bang Boom, comienzan un noviazgo a la distancia que se acorta en pogos de la mano, en recitales transmitidos en directo por celular como cartas de amor moderno. Exorcizando tanto machismo y misoginia que existió (y aún sobrevive) en el rock y la historieta, Navidad de reserva traza en primera persona uno de los relatos de no ficción menos caretas que se editaron acá, con mucha libertad expresiva y autogestiva, en una búsqueda desestructurada de categorías, no solo sexuales sino también estéticas, porque tampoco el dibujo se cuadra fácil en la desprolijidad típica de la gráfica rockera o punk. 

Aunque totalmente desconocido en Argentina, el zine Boy Trouble, en la primera mitad de los 90 en Estados Unidos, fue a la cultura gay lo que Nirvana al rock: cercano a la insurrección del homocore canadiense, una tropa de historietistas reclutada por el gran Robert Kirby, secundado por talentos como Michael Fahy y David Kelly, dio batalla desde los relatos autobiográficos para sacar a la cultura gay de la mercadotecnia a fuerza de fotocopias, para detonar otras estéticas, formas de vida, sonidos, sin llegar a unificar una sola voz, sino activando desde el efecto multiplicador del incipiente movimiento queer. Loris Z. nunca leyó Boy Trouble, pero sus páginas están manchadas con la misma idiosincrática rebelión de vivir los nuevos amores como nuevas drogas.

Navidad de reserva se presentará en una edición especial en el próximo Dibujados, el 6 y 7 de mayo en el Teatro Mandril, Humberto Primo 2758.