Cruella 7 puntos
Estados Unidos, 2021
Dirección: Craig Gillespie.
Guion: Dana Fox y Tony McNamara.
Duración: 134 minutos.
Intérpretes: Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, John McCrea.
Estreno en Disney+, a partir del viernes 28.
La escritora inglesa Dodie Smith no podía imaginar que su novela Los 101 dálmatas, publicada en 1956, iba a ser adoptada por la compañía de Walt Disney apenas cinco años después. Mucho menos que, décadas más tarde, la historia sería llevada nuevamente al cine con actores y perros de carne y hueso, iniciando una saga cinematográfica que acaba de incorporar un nuevo capítulo, esta vez bajo la fórmula de la precuela, dedicado a la villana titular de la historia, Cruella de Vil. Desde luego, hubiera sido imposible para Glenn Close interpretar los años tempranos del personaje, su “génesis”, para utilizar un término en boga en el universo superheroico. La responsable de darle vida a la mujer de cabello bicolor es ahora Emma Stone, pieza central de un calibrado reparto de actores y actrices británicos que incluye a otra Emma, la Thompson, como némesis de la protagonista, en un duelo del mundo de la alta costura que puede equipararse al de El diablo viste a la moda, que el guion de Dana Fox y Tony McNamara utiliza claramente como referencia.
Cruella, dirigida por el australiano Craig Gillespie (Yo soy Tonya, Lars y la chica real), no es el típico largometraje familiar made in Disney, comenzando por su calificación PG-13 en el territorio de los Estados Unidos. La caída desde un acantilado de la madre de Estella, una niña revoltosa que aún no ha explotado sus dotes de crueldad (y el correspondiente cambio de nombre), anticipa que el territorio de la película estará marcado por cierta fatalidad y algunos vínculos con las duras realidades del mundo. Los primeros treinta minutos, cuando Estella es una niña de doce años lanzada de pronto a una vida en las calles, remite casi sin escalas al universo de Dickens, con ese trío de ladronzuelos dispuestos a conquistar Londres, la ciudad cosmopolita que está a punto de dejar atrás los últimos recuerdos del Blitz para entrar de lleno en los swinging sixties.
Corte a la juventud de Stella, cuya vida comunitaria junto a sus compinches en el crimen podría interpretarse como una suerte de proto hipismo. El regalo de cumpleaños más impensado para la joven, fanática desde siempre del corte y confección de categoría, es el ingreso laboral en uno de los locales de moda más exclusivos. Bien desde abajo, en la limpieza de lavatorios e inodoros. De allí a entrar en contacto con la Baronesa von Hellman (Thompson, más mala que la peste, pero no tanto como lo será Estella/Cruella en el futuro) hay un solo paso. La aspirante talentosa y la dictatorial reina de la moda, cuyos caprichos sólo pueden compararse con su mano de hierro a la hora de manejar el negocio y que, no casualmente, es dueña de tres perros de la raza moteada.
La primera hora –de una película un tanto extensa– es sin duda la mejor. La exuberancia de la reconstrucción de época no eclipsa las acciones y el ritmo de la narración es casi siempre vital e interesante. Ayuda la banda de sonido, plagada de temas populares y no tanto que van de los Stones a Ike & Tina y de Supertramp a E.L.O., sin dejar de lado a Blondie y The Clash, justo cuando la rebeldía cruel de la protagonista llega a su apogeo. Y es cierto: hay algo sutilmente punk en Cruella, que no se deja vencer por la ñoñería. Por momentos, es posible imaginar a la Cruella de Stone mostrando orgullosa el dedo del medio, aunque los dueños de la franquicia nunca lo hubieran permitido. El Artie encarnado por John McCrea aporta una dosis de androginia glam para una historia empapada de espíritus de épocas pasadas, otro de los elementos de interés de una película que es mejor que la suma de sus partes, las buenas y las no tanto. Tal vez en el futuro se recuerde a Cruella como el Guasón de las películas Disney.