Yo soy todas las niñas - 5 puntos

I am All Girls, Sudáfrica, 2021.

Dirección: Donovan Marsh

Guión: Wayne Fitzjones, Marcel Greeff, Emile Lauvennink, Jarrod de Jong.

Duración: 107 minutos

Intérpretes: Erica Wessels, Hlubi Mboya, Deon Lotz, Mothusi Magano, Masasa Mbangeni, J.P, du Plessis, Leshego Molokwane.

Estreno: Disponible en la plataforma Netflix.

Sumándose a la tendencia de películas y series policiales cuyos argumentos giran en torno de asesinatos seriales y pedofilia –con la serie de HBO Mare of Easttown, protagonizada por Kate Winslet, como emergente más visible—, el film sudafricano Yo soy todas las niñas retoma ambas premisas, ambientando su relato en dos líneas temporales que se mueven entre los últimos años del apartheid y la actualidad. El ida y vuelta entre ambas subtramas tiene como nexo a una sucesión de asesinatos de hombres, en cuyos pechos el homicida va grabando a cuchillo las iniciales de seis niñas desaparecidas 30 años atrás.

La historia que se cuenta parece estar inspirada (muy libremente) en el caso del asesino serial y pederasta sudafricano Gert van Rooyen, quien entre 1988 y 1989 posiblemente secuestró, asesinó e hizo desaparecer junto a su novia al menos a seis niñas. Aunque todas las pruebas lo señalan como responsable, su culpabilidad nunca pudo ser probada: De Rooyen asesinó a su pareja y se suicidó justo antes de ser detenido por la policía. Los cuerpos de sus víctimas siguen sin ser encontrados. El mismo número de víctimas es el que en la película se le atribuyen a uno de sus personajes, bautizado con un nombre parecido (Gert de Jager). Aunque en este caso la trama se complejiza, volviendo a De Jager parte de una organización de trata de niñas que vincula a un alto funcionario del Partido Nacional (la fuerza política responsable de imponer y sostener el apartheid en Sudáfrica durante más de 40 años) y la realeza árabe.

Yo soy todas las niñas juega también a cruzar distintos géneros del policial, sumándole a los asesinatos seriales y la trata de personas la presencia de un vengador anónimo que parece ir unos pasos delante de la investigación policial. Pero no para desafiarlos, sino que con sus crímenes les va marcando el camino que los conduce a desenmascarar a los responsables de la red de trata. Asimismo, la decisión de yuxtaponer el presente con la parte más oscura de la historia sudafricana parece representar un gesto crítico explícito, tal vez demasiado. A través de él se busca resaltar ciertas inequidades sociales contemporáneas, remitiéndolas de manera directa a aquel pasado infame. Aunque también existe la posibilidad de que se trate de una decisión de mera explotación temática, cuyo único fin sea el de montar una escena lo más abyecta posible.

Narrada con oficio, aunque a base de no saltearse ninguno de los pasos obligados del “manual básico del policial”, Yo soy todas las niñas se esfuerza por meter en su receta todos los ingredientes esperables en un relato de su tipo y procedencia. Pero igual que algunos de sus personajes, también se permite algunos excesos que, sin ser intolerables, ponen en evidencia cierta tendencia al efectismo y la comodidad.