Concertista de trayectoria internacional y formación local, el pianista Fabio Banegas exhibe con orgullo su afecto por Rosario, su ciudad. Recuerdos, personas, calles y pintores (ama la pintura), atraviesan el diálogo, con la atención mayor en su querido mentor: José Antonio Bottiroli (1920-1990). A su obra completa está dedicado el álbum Bottiroli: Complete Piano Works 2. Nocturnos (Naxos), que hoy conoce su lanzamiento mundial, y con el cual Banegas continúa un recorrido que es también una misión personal: legar la música del maestro rosarino al mundo. “Soy un músico académico, estudié en la Universidad Nacional de Rosario y tuve maestros excelentes. Fijate que teníamos por maestro a Luis Ángel Machado, creo que de la camada de Bottiroli. Él nos daba análisis musical y no era broma. ¡No había quien no entrara a esa clase asustado! Tenías que saber. Toda esa formación académica es la que me permite ahora hacer lo que hago”, cuenta Fabio Banegas –desde Los Angeles– a Rosario/12.
“Hemos grabado 73 obras para piano, según cómo se las cuente. Hablo en plural porque no sólo incluyo a Bottiroli y al sello discográfico, sino también a la ciudad de Rosario. Es un trabajo que hacemos por nuestro legado. Creo que hemos grabado alrededor de la mitad de su obra, son dos horas y 12 minutos casi, y pienso que hay lugar para otros dos volúmenes. Y está también su libro de poemas, que edité y tengo que ver si consigo se publique”, continúa el músico.
José Antonio Bottiroli es una de las figuras relevantes del panorama cultural rosarino. Docente, poeta y compositor, es autor también de himnos y canciones patrias, entre las que se cuenta Belgrano Marcha-Canción, incorporada por ley al repertorio de himnos patrios. En 2015, la Legislatura de la Ciudad de Rosario lo declaró “Músico distinguido post mortem en reconocimiento a su destacada carrera como compositor y director de música clásica, su contribución al patrimonio cultural y artístico y su avance de la identidad nacional”. Ahora el prestigioso sello Naxos, a través de su discográfica Grand Piano, especializada en la obra pianística inédita, lanza en formato físico y digital el segundo volumen de su obra completa, con interpretación de Fabio Banegas.
-Este volumen está dedicado a los nocturnos, ¿pero de qué manera definirías la música de José Antonio Bottiroli?
-Al escuchar su música se escucha su personalidad. En este álbum hay cinco piezas en una serie, que se llama Réplicas, un género que inventó él, en donde escribía un poema y el piano contestaba. Allí podés ver su sufrimiento interno, sus preguntas acerca del futuro, la naturaleza, la vida. Él era un romántico. Podés interpretar también el vacío que sentía ante la pérdida de su madre. En uno de sus poemas, “Regreso”, ella vuelve en una nube blanca y le dice: “levántante, levántate y anda”. Lo saca de su depresión. Por eso digo que a su obra hay que verla en su conjunto, a la poesía con la música, para entender cómo usaba su arte y cómo expresaba su mundo interior. El primer CD estuvo conformado por valses (Complete Piano Works 1. Waltzes, Naxos, 2020), pero ahora elegí los nocturnos, aun cuando de las 20 obras grabadas sean dos las que tienen este título, y una tercera para la que él inventó una palabra: “Nocturnalia”. Pero todas calzan dentro del concepto del nocturno, es decir, una obra más amorosa, más dulce y romántica. En el caso de Bottiroli, también tienen un aspecto cósmico. Una de sus obras se titula “Andrómeda”, por la galaxia, y pienso que él la debe haber visto, ya que viajaba mucho al sur; justamente, entre noviembre y diciembre, si la noche está sin contaminar por la luz de una ciudad, se puede ver a la galaxia aparecer. De las 20 obras de este álbum, hay 16 que compuso en Los Cocos, en la provincia de Córdoba, donde tenía su casa de vacaciones. Es un lugar que yo mismo conozco. Estuve allí y pude ver las noches más estrelladas de toda mi vida, podés tocar las estrellas con las manos. Creo que él concibió a estas obras con esa imagen. Para mí, él miraba la noche.
-Invariablemente y por esto mismo, pienso en la inclusión del actor George Takei –popular por su tarea en la serie Star Trek– en la lectura de los poemas. Su participación seguramente tiene que ver con una sensibilidad compartida.
-George Takei es en realidad un actor shakesperiano, egresado de la Escuela de Arte Dramático de la UCLA. Es un actor fino, sensible, una persona extremadamente culta, así como lo era Bottiroli, en el sentido de que él te hablaba de todo. Lo conozco desde hace años y le hice saber de estos poemas. Se los traduje, le propuse hacerlos y aceptó. Para mí, todo esto es un factor cósmico, en el sentido en que se fueron engranando las cosas: Bottiroli, sus poemas, la discográfica, Takei. Todo se fue alineando.
-¿Cómo preferís recordar la persona de Bottiroli?, ¿cómo era en su trato cotidiano?
-Para mí fue una persona del abrazo fraterno, muy sensible. Era de los lagrimones, se conmovía extremamente por el sufrimiento ajeno. Fue director de la Escuela Normal n°3, en su época gloriosa, donde creo que estuvo hasta el año ’70. Mi papá fue alumno suyo. Fue seguido por toda una generación de muchísimos rosarinos. Caminabas con él por calle Corrientes y te ligabas un bocinazo con un saludo, él se acordaba de todos. Era un apasionado hincha de Central, iba a la cancha todos los domingos, tenía su platea y no había partido que se perdiera. A la vez, le gustaba el boxeo, y se emocionó mucho cuando se dio cuenta que mi abuelo era Natalio Banegas, a quien no conocí, murió antes que yo naciera, uno de los más importantes entrenadores de caballos de carrera que tuvo Argentina. De ahí creo que a veces, cuando Bottiroli lo acercaba a mi papá a su casa al salir de la escuela, era para saber si había alguna fija para el domingo (risas). Durante muchos años, todos los sábados fue a enseñar música a la cárcel; de hecho, hay un poema que les escribe a los presos, cuando se retira. Sus cartas epistolares con otros artistas las firmaba con el seudónimo “Anastasio el Pavo”, y en verdad eran poemas. Lo recuerdo así, de una humanidad fuera de serie.