El sueño infantil de Agustín Aristarán era muy simple: tener un camión de madera. Como todo niño, el oriundo de Bahía Blanca escribió una carta para las navidades. “Papá Noel. ¿sos analfabeto o pelotudo?”, exclama el protagonista de Serendipia (disponible en Netflix desde el jueves) frente a un kit de magia. La anécdota, derivará en lo que fue el primer descubrimiento afortunado de su existencia. Esa causalidad que convirtió en una habilidad, al igual que otras tantas como por ejemplo su destreza para la comedia, la música, viralizar todo lo que toca, hacer ruidos de trompeta e inclusive darse maña con la carpintería. Se trata, en definitiva, del segundo espectáculo que este entertainer multiterreno, dueño, por otra parte, de una electricidad que voltearía a Tesla y Edison juntos, rival para Jim Carrey en una competencia de gestos, ha producido para la plataforma de streaming.
¿El exorcismo a su hija? ¿Descubrir que tiene un testículo del tamaño de una mandarina? ¿Darle de fumar marihuana a su padre? ¿La inactividad sexual de los magos? Revelaciones inesperadas que el sujeto conocido bajo el mote de “Soy Rada” despliega en la hora que dura este especial. “No lo pienso como stand up en sí, para mí son anécdotas que voy contando, la técnica del stand up te permite un modelo que el espectador ya sabe dónde hay que reírse”, le cuenta Aristarán a Página/12. Serendipia, a su vez, se distancia de cualquier otro producto de su clase por haber sido rodado sin público por las restricciones de la pandemia.
“Tuvimos que adaptarlo en tiempo, el show en vivo es más largo y creo que para el especial esto fue una serendipia. Hubo que aprender un montón de cosas que no teníamos claras como se hacían. El proceso fue espectacular. Ensayamos un montón para poder llegar al momento del rec, al que digan acción, y mandarse de corrido. Fue sin espectadores y en un teatro vacío pero el timing lo tenía, ya sabíamos dónde estaban las risas y cuando había que hacer silencios. Hicimos dos pasadas completas de principio a fin, hay apenas unos retoques en las partes musicales”, cuenta este hombre orquesta de 37 años.
El ping pong entre ficción y realidad, la metamorfosis de las desdichas en valor, son los pilares del espectáculo en el que su entorno opera como un trabajador esencial. “Vayan a ver el último video que hice con mi viejo en Instagram. Ahí se ve la intensidad que digo en Serendipia”, invita. Más allá de un rutilante perfil digital, Aristarán contrasta su trabajo sobre las tablas del humor 2.0.
“Una es una fiambrería y la otra una fotocopiadora. Yo me crie y me formé para estar arriba de un escenario. Las redes sociales aparecen en mi vida para que la gente me vea y me conozca. Era mago de eventos y me costaba un huevo armar una actuación propia. Ese fue mi primer objetivo, lograr que me vieran con el sueño de que en algún momento pagaran una entrada para verme en un teatro. Ahí es donde soy yo. Lo de las redes lo fui aprendiendo”, asegura quien cuenta hasta el momento con cuatro millones de seguidores -entre You Tube, Instagram, Facebook y Tik Tok- y ha llenado salas a lo largo y ancho del país. La misma persona que al final del show sale del escenario con el anhelado camioncito de su niñez.
-¿Cómo fue amalgamar el vivo con lo específico de una plataforma on line?
-Mis espectáculos siempre proponen muchas herramientas al servicio de la comedia. En Serendipia se ve mucho eso. Y no es que esté buscando revolucionar el mundo del stand up. Ni en pedo. Lo hago porque me sale así. Como espectador no me gusta ver siempre lo mismo. Soy muy ansioso y disperso, creo que por eso busco cambiar de ritmo y forma para comunicar.
-¿Qué cambios hubo entre tu primer especial y éste?
-Todo. Serendipia es una historia. Pasa del stand up a la música, luego rompo la cuarta pared. De la risa a algo más emotivo. Las canciones acompañan lo que cuento. Es otra puesta y escenografía. Digo otras cosas completamente diferentes. Es un cuento que empieza y termina con cosas que me fueron pasando a mí. Habla desde el momento que nací hasta, prácticamente, los cuatro años de mi hija. El próximo, que aún es un germen, va a ser muy distinto a los dos. Puede que haya un poquito más de oscuridad. Pero a Serendipia le queda un largo recorrido.
-El espectáculo refiere a los hallazgos afortunados aunque en tu caso parece haber mucho laburo por detrás. ¿Sos un federado serendipia?
-Creo que las cosas suceden cuando las estás buscando. El tema es que si tu objetivo es muy fuerte, te ciega de lo que tenés alrededor y te perdés las oportunidades que se te presentan. Esas son las serendipias. Yo encontré un montón de cosas porque las estoy buscando, sino estaría en mi casa frustrado y twitteando mierda porque la vida es una porquería. Prefiero lo otro.
-Hay momentos que parecen improvisados. ¿Fue realmente así o es calculado?
- Está pensado lo de irme de guion. Lo que pasó en este especial es que surgieron muchos chistes en el momento de la filmación. Y creo que van a ser los más comentados. El cerebro te dice “acá está esto, si querés, largalo”. Y salió. Se filmó el año pasado, luego los probé en vivo y fueron los más celebrados.
-Es muy difícil asimilar tu estilo tan variado a un referente de humor específico. ¿Lo tenés?
- Sí, Cha cha cha me formó y le estoy eternamente agradecido por haberme enseñado a que te podés reír sin saber de qué o cuando hay que reírse. Mi hija, que no vio un solo capítulo de Cha cha cha, juega conmigo a “Peperino Pomoro” o “Los Cubrepileta”. Después están los Monty Python. También Rotwan Atkinson. Michel Courtemanche que es un payaso francés que veía en lo de mi abuelo los domingos en un canal que no existe más, TV Quality, y el programa se llamaba Magia y circo. Esos me formaron.
- Te han llamado de varias maneras. Tu seudónimo actual es Soy Rada. Fuiste artista callejero, carpintero amateur, conductor, clown, mago, instagrammer. ¿Cómo te presentás?
-Mi Whatsapp dice “Soy el papá de Bianca”. Profesionalmente me gusta decir “payaso”. Pero si tengo una reunión protocolar digo “actor”. Y si es más protocolar digo “me faltan tres materias para médico”. Eso es mentira pero queda bien.