Con algo más que sorpresa, los medios mundiales han dado cuenta de la categórica derrota de la derecha chilena en las recientes elecciones constituyentes y de autoridades locales. Pero lo que aún no ha sido suficientemente resaltado, es que lo ocurrido puede estar marcando un antes y un después, que trasciende al pueblo trasandino, aún más que la elección de Salvador Allende, poco más de medio siglo atrás.
En aquella ocasión, yo arribaba a Santiago para la asunción presidencial con una humilde representación de la Federación Universitaria Argentina. Iba por tres días, y me quedé tres años, allanamiento de mi casa mediante, a pocas cuadras de la Quinta presidencial en la que residía un tal general Levingston.
En aquella ocasión, el triunfo de la Unidad Popular abría expectativas planetarias sobre la posibilidad de que un curso electoral pudiera abrir un rumbo pacífico a ese futuro que se quería socialista. Sabido es que las limitaciones implícitas, más el complot dirigido por la principal potencia, no se lo permitieron. Lo que quiero ahora resaltar es que los actuales acontecimientos reúnen, con mucho, mayor trascendencia que los de entonces. No pretendo ser exagerado ni antojadizo, Lo que sostengo se sustenta en el hecho de que nunca en el planeta se han elegido a los integrantes de una asamblea constituyente con un grado de legitimidad y apertura de miras como la que habrá de constituirse en algunos días más. Y va a tener lugar, precisamente, en el país que con mayor anticipación sufrió y conoce al modo de dominación del neoliberalismo, impuesto a sangre y fuego el 11 de septiembre de 1973.
El protagonismo del pueblo que ha elegido constituyentes, días atrás, no podría ser mayor, en particular, por la amplitud y la variedad de sus luchas. No hay temas que les sean ajenos ni sector de la sociedad que haya quedado marginado. Desde un inicio, la paridad de género y la bancada reservada a pueblos originarios anticipan, en buena medida, el rumbo a recorrer. Las facilidades otorgadas a las candidaturas “independientes” deja en claro que nadie ha quedado afuera, y la magnitud electa de esta manera no supone apoliticismo ni neutralidades, más bien todo lo contrario.
La sólida bancada de la alianza entre el Frente Amplio y el Partido Comunista otorga claras garantías de acuerdos con buena parte de los “independientes” y “originarios”, cosa que permitirá que prime una definida voluntad popular, de avanzada, en prácticamente todos los temas. Esta alianza, sobre la que muchos eran escépticos un par de años atrás, pone en evidencia la sabiduría de quienes la postularon y el sitio en que se asienta, confirmada por las amplias ventajas obtenidas en las elecciones de concejales alcaldes y gobernadores. También anticipa las inesperadas posibilidades de disputar la presidencia de la república. Finalmente, podemos decir, que la supuesta concesión a la derecha para aprobar la convocatoria, en la que ésta cifraba sus esperanzas continuistas, los dos tercios para la aprobación de resoluciones, quedó muy lejos de lo que esperaron, como, sin reparos, lo ha debido reconocer el propio Piñera. En otras palabras, no sólo los números hablan con elocuencia de la índole de las posturas que habrán de ganar consenso, sino que también resultan más que claras las bondades de la concepción y la práctica política de quienes fueron principales protagonistas en abrir el camino y señalar el rumbo a seguir.
Todo permite sostener que el escenario político que se instala en Chile adquiere una riqueza y enjundia sin precedentes, y hace imposible que su trascendencia no resuene en todas las latitudes. La palabra, asociada a las necesidades y los derechos, habrá de explorar sin restricciones el escenario que pretende habitar el pueblo chileno. Será un eco de sus propias luchas y de las de los demás pueblos que ambicionan un mundo mejor, tomando distancia de la lógica fusilera que se impuso en el pasado. Esta asociación profunda con las expectativas populares ha de ser el sustento que le dé fortaleza y legitimidad a esta experiencia, lejos de las ambiciones y mezquindades que han empantanado otros capítulos esperanzadores.
Ahora bien, si aún muchos escribas y comentaristas se han quedado cortos en el análisis de lo ocurrido, pretendiendo que es poco más que una extravagancia de un pueblo lejano, entre cordilleras y poetas, es bueno que nosotros nos hagamos cargo, y sepamos también, cómo lo sabe por propia experiencia ese pueblo, que hay mucho por recorrer, que a los observadores de la primera potencia, como hace más de medio siglo, no se le escapan los detalles y ya han salido a advertir sobre la celada concebida por los comunistas con la que se pretende “entrampar” a los chilenos. Es curioso, algo parecido se dice en el Perú, Colombia, y hace pocos días resonaba, incluso, en Madrid. ¿Será que el viejo fantasma sigue de recorrida, queriendo hacer de las suyas? Puede que sí. Lo que es seguro es que tenemos nuevas cosas que aprender, nuevas cosas que resguardar, y más motivos para preservar la salud, como lo reclama nuestro himno, en momentos de un nuevo cumpleaños patrio.
Mario Toer es profesor consulto de la UBA, titular de Política Latinoamericana