Apenas quedó claro que el plan de vacunación se fortalecía con la llegada de millones de dosis, que podrían alcanzar a toda la población de riesgo en poco tiempo, las usinas mediáticas y los principales dirigentes opositores cambiaron el eje de sus ataques al único camino que puede rescatar al país de la pesadilla de la pandemia. Así surgió el discurso de las segundas dosis. Había que transformar esa agradable sensación de empezar a estar protegidos en la angustia de no estar completamente protegidos.
Las encuestas, sobre todo las encargadas por la oposición, muestran que hay una perceptible correlación entre la cantidad de aplicaciones y los votos. Los apoyos al Gobierno crecen entre la población que ya está inmunizada o que, por lo menos, ve a sus mayores alcanzados por la campaña. Eso explica por qué desde hace un tiempo el relato mediático se concentra en el 5,4% que recibió las dos dosis y no en el 20% alcanzado por la primera.
Pero con eso no alcanza, para los millones ya vacunados hace falta un mensaje de refuerzo: si no te dan la segunda dosis la primera no sirve; peor aún, si no te dan la segunda dosis podés terminar sufriendo más que si no tuvieses la primera.
No importa que semejantes argumentos sean disparatados. Para influenciar a buena parte de la población solo hace falta una cadena nacional de medios y periodistas irresponsables que, contra toda evidencia, repitan las consignas minuto a minuto.
Los datos disponibles
La estrategia de vacunar a la mayor cantidad de personas con la primera dosis, postergando la segunda, ya probó su efectividad en Gran Bretaña y Canadá y hoy es apoyada por la mayoría de los especialistas de todo el mundo para aquellos países que no disponen de dosis suficientes para completar las dos aplicaciones de inmediato, o sea casi todos.
También está largamente probado que la efectividad de las primeras dosis de todas las vacunas reconocidas no solo es elevada para disminuir los contagios, sino que es altísima para evitar los casos graves y las muertes.
El discurso sería hasta gracioso si no implicara vidas humanas. El propio Mauricio Macri viajó a Miami para aplicarse y ensalzar la vacuna unidosis de Johnson, que declara una efectividad del 66,3%, mientras la dirigencia del PRO y sus comunicadores afines aterrorizan a los que están esperando la segunda dosis de la Sputnik, aunque garantiza un 79,4% de efectividad solo con la aplicación de la primera.
La cadena de la desgracia
En una sociedad polarizada, las personas opositoras solo tienen oídos a los medios opositores. Las encuestas muestran que los votantes del Frente de Todos siempre manifestaron voluntad de inmunizarse y que las dudas se concentraban en los de Juntos por el Cambio en porcentajes preocupantes para el éxito de la campaña.
Esa realidad fue cambiando a medida que los medios, convencidos de que la escasez mundial de vacunas impediría la inmunización masiva, insistieron con que no inocular a una persona equivalía a asesinarla y que lo que en realidad estaba haciendo el gobierno era un “genocidio”. Los más decididos lo compararon con la dictadura.
Con ese andamiaje ideológico, buena parte de la población opositora empezó a reclamar su vacuna. Un efecto colateral de la prédica mediática que no alcanzó a preocupar a la oposición; total, nunca llegarían.
Pero sucedió lo impensado, llegaron.
El caso de CABA
En estos días están viajando millones de dosis a la Argentina, que gracias a la estrategia oficial está recibiendo muchas más vacunas que la gran mayoría de los países. Ello permitirá cubrir a toda la población de riesgo y personal estratégico del estado (sobre todo de las áreas de Educación y Seguridad) en el mes de junio y seguir avanzando sobre el resto de la población en busca de la soñada “inmunidad de rebaño”.
Para acelerar ese proceso lo más conveniente es insistir con la política de cubrir la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible, aunque sea con una dosis. Con eso se beneficia a las enormes cantidades de argentinos que van recibiendo la vacuna y, curiosamente, también a los que están esperando su segunda aplicación.
Ese inesperado efecto se debe a que la segunda dosis solo eleva la efectividad de la vacuna en aproximadamente un 10% (de 79,4 a 92% en el caso de la Sputnik). Pero la posibilidad de contagiarse baja aún más a medida que aumenta el porcentaje de población inmunizado, acercándose a la inmunidad de rebaño.
La única barrera que se opone a esta estrategia es la decisión opositora de insistir con que el que no tiene la segunda dosis “no tiene nada”. Por eso el gobierno de la Ciudad ya hizo saber que dedicará las dosis que reciba en junio para completar la vacunación de los que ya tienen la primera. Saben que no es lo más conveniente desde el punto de vista de la campaña sanitaria, pero consideran que es lo mejor desde el punto de vista de la campaña electoral.
Existe la posibilidad de que el Ministerio de Salud nacional consiga que las provincias sigan el actual criterio, pero la resistencia que se prepara a desarrollar la administración Larreta le servirá a los medios para mantener en primera plana su campaña de desaliento sobre el conjunto de la población.