En mi barrio, y hace tiempo ya, el Tolo dijo que el Ruben (así, sin acento) era puto y el Ruben se pasó parte de su vida explicando que era mentira. Incluso llegó a hacer cosas insólitas para demostrarlo, como agarrarse a las piñas con tipos que lo doblaban en tamaño. El Tolo lo había dicho por envidia porque el Ruben jugaba bien al fútbol mientras que él era un patadura.

Esa batalla la había ganado el Tolo. Había pegado primero. ¿Con una mentira? ¿Con una verdad? Poco importa, porque a partir de ahí toda la carga la tuvo el Ruben, que tuvo que ir al sicólogo para manejar la angustia que le generó el comentario. Fue el primer pibe del barrio en ir al sicólogo, lo que hizo que algunos ladinos le dieran la razón al Tolo.

Nuestro gobierno es como el Ruben. Juega bien, dentro de lo razonable y del contexto, pero se la pasa aclarando lo que dicen los Tolos, esa runfla espantosa que está enfrente. El gobierno aclara y aclara mientras los Tolos fabrican penales y sobornan a los árbitros.

El Tolo de mi barrio era un tipo elemental y por eso duro. Duro de entendederas y duro en la lucha porque no le importaba ser injusto, no tenía moral ni vergüenza. En cambio, el Ruben era un chico delicado que tocaba la guitarra y le pegaba a la pelota con las dos piernas. Esa delicadeza, claro, generaba admiración, pero a la vez desataba algunos feos comentarios.

¿Qué hubiera pasado si el Ruben se hubiera reído del comentario del Tolo? El comentario se habría caído a pedazos y nosotros nos hubiéramos reído con él. Es más, hubiéramos admirado la valentía del Ruben y hubiéramos destinado ese tiempo dilapidado, esa angustia que el Ruben nos contagiaba, en jugar, en hacer casitas sobre los árboles, en buscar nuevos y mejores amigos.

Y, lo más importante, hubiéramos dejado hablando solo al Tolo. Hubiéramos dejado de amplificar esa cizaña. Chau, Tolo. Seguí con tus mierdas, que estos amigos están para cosas mejores.

Así está nuestro gobierno y los comunicadores afines a nuestro proyecto. No sólo se la pasan explicando lo que dicen los Tolos, sino que repiten las injurias una y otra vez para intentar desarticularlas, y en lugar de desarticularlas, las amplifican.

Es obvio que hay cosas que deben ser contestadas. Una de cada diez, ponele. Pero no se puede inaugurar el día preguntándose lo que dijeron esos subnormales para luego dedicarse a contestarles. Porque funcionario que se pasa explicando las idioteces de Bullrich es un funcionario que no está haciendo su trabajo, que es ayudar a los argentinos. Y periodista que está desarticulando esas barrabasadas no nos está contando que el INVAP está exportando satélites.

Hay que tirar el achique y dejarlos en órsay. Un poco, al menos. No es lógico dedicarles el tiempo de la gestión a contestarle a ¡Canosa!, que nunca fue formadora de opinión, ni nada, hasta hoy. Y los Tolos lo saben, entonces doblan la apuesta y siguen con sus idioteces, imbecilidades y mentiras.

Acá no me estoy refiriendo a la necesidad o no de refutar chismes. Lo del Tolo sí era un chisme y se hubiera podido resolver a las piñas. Acá lo que hay es que el gobierno tiene un problema de comunicación muy grave.

Hay quince millones de vacunas en el país pero los Tolos dicen que no hay y nosotros salimos a dar explicaciones. Inventaron que Boudou se había anotado en el Procrear y en lugar de reírnos de semejante idiotez, salimos a mostrar documentos y pruebas de hackeo. Y lo más impresionante es que muchas de estas aclaraciones están hechas por el mismísimo presidente.

Hay que plantar cada día la agenda, señores. Hablar de lo nuestro casi con exclusividad. O meter a uno de ellos preso, y van a ver cómo salen a hablar de lo que hacemos nosotros y no al revés. Pero, Chiabrando, ¿no oíste hablar de la división de poderes? Uy… qué terrible error el mío. Me voy derechito al infierno por eso. Pregunto: si no podés apretar un poco acá y otro poco allá, ¿para qué tenés el poder entonces?

Hay que meter dos temas propios a las seis de la mañana y que salgan ellos a refutarlos. Y si esos temas vienen flojos de papeles, mala suerte. Ya vendrán temas con datos más creíbles. ¿Usted está diciendo que también tenemos que mentir, Chiabrando? Yo estoy diciendo que en ocasiones nos tenemos que reír, que en otras hay que dejarlos hablando solos. Y que en otras hay que decir que el Tolo es puto antes que el Tolo lo diga de nosotros.

Que cada uno entienda lo que quiera, lo que su inteligencia le permite, lo que su ideología le dicte. Pero en todas las opciones, pegar primero es pegar primero.

Y mientras el Tolo no tiene vergüenza ni siente culpa, nosotros las tenemos por duplicado. Somos delicaditos, nos deprimimos, nos duelen las injurias, como al Ruben, pero además no pateamos con las dos piernas. Es más, en el fondo creemos (creen algunos trasnochados, yo no) que podemos reconciliarnos con el Tolo, como si en lugar de ser un hijo de puta fuera un pibe confundido porque sufrió bullying en salita de cinco.

Y no me digan que ellos tienen las usinas de difusión. ¡Lo sé! Eso no tiene solución. O sí: sacarles las pautas oficiales. Pero eso es más difícil que recuperar las Malvinas. La única solución es aprender a comunicar de nuevo. Barajar de nuevo. Crear un nuevo sistema de comunicación oficial. Porque están las radios, los diarios y la televisión, pero también están las redes, todas, incluyendo ese rincón de la imbecilidad que es Tik Tok. O lo usamos a nuestro favor, o ellos lo van a usar en contra nuestra. ¿Te imaginás a la santurrona de la Vidal con Tik Tok a mano? Dios nos libre…

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