Que vivimos en una era en la que la cultura pop se enriquece por lo retro y la conmemoración, ya lo sabemos. Esas imágenes del pasado reciente vuelven constantemente y el goce por ciertos objetos parece no acabarse jamás. Por eso, con el pecho inflado, Sergio Grossi, un conurbano de 37 años, reutiliza un formato que estaba sentenciado a muerte –el casete- y diseña nuevos fetiches –bandas sonoras de videojuegos-. “Es algo que me gusta”, dice Sergio, el one man band detrás de Microtapes Records.
Así, este millennial temprano con cercanía a los formatos físicos y a la transmisión de data a través de casetes (“Hay música que creemos que la trajimos nosotros al barrio”), estiró hasta hoy el anhelo de los pibes clasemedieros criados en los ‘90: el amor por los videojuegos hogareños. “Si fuiste de clase media o clase media baja, cuando eras chico, algo para jugar tenías. Y le tenés amor a eso”, confiesa.
Y ante la ausencia, una oportunidad. Como un teledirigido que apunta al marote de todos esos nerdazos nostálgicos, Sergio creó el sello Microtapes Records, desde donde edita y difunde bandas sonoras de clásicos y gemas de culto del mundo de los videojuegos. Ahí, un tendal que sostiene desde Street Fighter II hasta PaRappa the Rapper, pasando por Ecco the Dolphin, Comix Zone y Splatterhouse 2, entre otros títulos.
Buscando pretextos para mantener encendida la llama de la nerdencia, Sergio miró a su alrededor. Un cuarto en Lomas de Zamora plagado de recortes de revistas de videogames, juegos de Family y cuadros “falopa” de Los Simpsons, y se dijo a sí mismo: “Algo tengo que hacer con todo esto”. Lo explica: “Veo a un montón de gente igual a mí, en la misma, que quiere que pase algo con lo que a ellos les gusta. El coleccionismo es una forma de mantener vivo a ese objeto, al ídolo. No hay mucha más vuelta”.
Artefactos cool
“Hace unos años, en otros países, empezaron a salir unas ediciones en vinilo con bandas sonoras de videojuegos que apuntaban a lo retro”, suelta. Con el ojo entrenado (Sergio se dedica usualmente a la compra y venta de artículos coleccionables), advirtió que el mercado “del palo” podía querer montarse a esa movida. Y, facilitando el material, convirtió a las bandas sonoras de jueguitos “de antes” en un artefacto cool: pasaron de ser una pieza de museo a comprimir un singular reinicio de originalidad: “Yo también hubiera querido estos casetes”.
Si bien siempre quiso editar en este formato, nunca le cerró tanto la idea de tener un sello independiente. “Me parecía demasiado arriesgado. No quería ocupar un lugar, en el poco lugar que hay de por sí. Pero las ganas las tenía”, cuenta. En tanto, para 2018, empezó editando un split musical junto a una amiga. Pero, realmente, fue en 2020, durante el primer tramo de la pandemia, que Sergio se permitió darle una vuelta de tuerca a la edición. Así las cosas, juntó su pasión por los fichines retro con el impulso coleccionista. “Me exprimí las neuronas y salió Microtapes Records”.
Enseguida, gracias a sus conocimientos básicos en Photoshop (“Tengo inconclusa la carrera de arte”), Sergio empezó a diseñar portadas y booklets: un producto nuevo para un producto conocido. Agarró ritmo y salió a la cancha con 5 títulos de SEGA y otros 5 de Family Game. En su catálogo, una mezcla de clásicos (Sonic, Mortal Kombat), buenas bandas sonoras (Streets of Rage 3), juegos en los que la música es protagonista (Rock N’ Roll Racing) y caprichitos (Altered Beast, su favorito).
Primero, comenzó ofreciéndolos en grupos de Facebook de coleccionistas de videojuegos y de casetes; y ahora, ya tiene una tiendita en su cuenta de Instagram. “Los fui mejorando, reversionando, puliendo. Me armé un sistema de laburo en el que diseño, grabo y todo eso”, comenta. ¿Cómo lo hace? Bastante simple: consigue la música en su mejor formato posible (MIDI, WAV o MP3 con poca compresión), arma un lado A y un lado B y, con el Winamp, manda por línea directa el archivo a una casetera. “Es re artesanal. Los casetes se hacen uno por uno. No tengo stock”, devela.
Reciclaje emocional
Asimismo, Microtapes Records guarda otro secreto: el reciclado. Muchos de los casetes utilizados para bandas sonoras fueron, en otra vida, otra cosa. Por ejemplo, los últimos lanzamientos están hechos con casetes que originalmente tenían el soundtrack de Chiquititas, la popular serie de TV de Cris Morena. “Compré un lote con un montón de casetes de Chiquititas. Y me está dando de comer hace un tiempo”, bromea.
Por estos días, Sergio tiene un catálogo de casi 50 títulos y sus precios oscilan entre los 500 y 700 pesos. “Todos los pixel arts son composiciones mías a partir de los sprites originales del juego. Con eso, armo una imagen relativamente nueva. Hago research de imágenes y de música: aprendí un montón en el proceso. Los casetes no salen así nomás. Soy bastante exigente porque el que te lo compra es medio nerd y, por ahí, si te equivocaste en algo, te viene a buscar con los amigos”, Grossi dixit.
Fatto in casa
Para sus próximos planes, Microtapes pretende sumar a su catálogo la edición de películas extrañas en VHS. De su boca: “Arranqué con una película japonesa de Súper Mario”. Y sigue: “Estoy viendo qué otra película puedo editar, replicando la señal de ajuste, un institucional de VHS y toda esa experiencia en video”. Se agranda, así, el fetiche autoconsciente por la estilización de formatos anacrónicos.
Además, en la actualidad, Sergio también se despacha con réplicas de álbumes de rock perdidos y sumó al line up bandas sonoras de algunas películas de horror videocluberas como Return of the Living Dead y Friday the 13th. Con ese envión, armó un compilado de temas de terror para Slasher, el nuevo libro del cineasta Mariano Cattaneo, y otro para la Revista Replay, con grandes temas del mundo de los videojuegos.
En sus palabras, “Microtapes es una mezcla entre artesanía, algo artístico y un proyecto de diseño”. Y, a la sazón, lo ve más como un gesto, un tributo, una devolución de cariño, que como un asunto comercial. “No hay producción en serie, no vas al kiosco a comprarlo. Se hace de mi mano para vos, no es para el primero que llega”, asegura. Y si bien ya recibió pedidos de Francia, Inglaterra y Chile, todavía se trata de una idea con calor bien doméstico. “Ojalá un día venga Shigeru Miyamoto, el creador de Nintendo, y me diga que le gusta lo que hago”, concluye.