La emergencia en diversas latitudes del planeta de grupos de personas que manifiestan su fanatismo tanático, racista, xenófobo y supremacista patriarcal no debe sorprendernos.

En efecto, estas conductas antisociales son las excrecencias de sociedades en crisis profunda, casi en descomposición.

La ruptura de lazos sociales que propenden al desarrollo de la solidaridad va gestando núcleos de indolentes, de indiferentes al sufrimiento de los demás de ahí la fobia por las y los excluidos por el sistema establecido, el capitalismo.

La violencia emerge pero no es un epifenómeno sino la verdadera cara del sistema.

La exacerbación del individualismo, el fomento paroxístico de la competencia, crea a la par como coartada ideológica canales para la frustración de quienes no alcanzan las metas consumistas.

La pedagogía negra de quienes sostienen que los seres humanos "somos hijos del rigor" encuentra su confirmación de la profecía autocumplida cuando la represión estatal se materializa.

Nunca tan vigente aquellos asertos de los filósofos sociales de la Teoría Crítica sobre el miedo a la libertad y la personalidad autoritaria.

Carlos A. Solero