“Casi no hay humor en la tele, salvo las repeticiones de Peter Capusotto, y me parece un buen intento de parte de Canal 9 poner un pequeño programa los domingos a la noche”, propone Claudio Villarruel. Histórico productor televisivo, conductor en la radio AM 750 (Detrás de lo que vemos, días de semana al mediodía) y, ahora, con este ciclo de De mil humores en Canal 9 con el que intentará devolverle las risas a una pantalla chica cada vez más dominada por el panelismo y distintas variedades de entretenimiento. “Creo que engancha muy bien en la programación del canal, que tiene muy buenos programas, como el del cocinero Ariel Rodríguez Palacios a la mañana (¡Qué mañana!) o Bendita TV, que sigo todos los días”, considera. Desde las 23 de este domingo lo acompañarán Sebastian Fernandez, Pablo Picotto, Jimena Vallejos, Vale Valente y Tomas Quintin Palma, trabajando sobre todo con humor de actualidad. “Mi viejo -recuerda- siempre me decía: 'acordate que de esta pequeña situación que hoy te genera bronca te vas a estar riendo en poco tiempo'. Tenía razón. Creo que los que tuvimos una vida bastante tragicómica encontramos en el humor la mejor forma de expresarnos.”

El contexto de pandemia, aunque limita las ganas de bromear de muchos, para Villarruel vuelve más acuciante la necesidad de llevar una sonrisa a los espectadores. “Vengo de una familia en la que nos la pasábamos contando chistes, éramos muy irónicos: hasta lo más trágico se filtraba por el humor. Eso nos ayudó mucho a crecer y en mi vida, mis relaciones con otras personas, el humor siempre fue fundamental. Porque es maravilloso, genera muchas endorfinas, mucha buena energía en el cuerpo y en la cabeza”, cuenta. “Humor es lo que necesita hoy la tele, por supuesto con una infraestructura y presupuesto muy menores, pero cuando hay ganas y un equipo de excelencia como el que tenemos, de humoristas y guionistas, vamos a tratar de sacarle una sonrisa a la gente”.

-El humor estuvo bastante ausente en la televisión el último tiempo. Salvo ciclos como Peter Capusotto, no hubo ninguno que se destacara, que renovara el género o que se volviera de culto. ¿A qué lo atribuís?

-Lo de Pedro (Saborido) y Diego (Capusotto) es realmente lo mejor que se hizo en la tv argentina en términos de humor, para mi gusto. Creo que hay pocos programas de humor porque estamos viviendo un momento de deconstrucción en el que muchas situaciones que antes funcionaban, con los cambios lógicos de las sociedades quedaron en desuso. Todos los que nos dedicamos a hacer humor tenemos que deconstruirnos. Pero más allá de la pandemia, ya antes la tele había dejado de apostar a ficciones, de arriesgarse, y también de pensar en el humor.

-Pareciera que el humor tradicional se refugió en la radio, sobre todo a través de imitadores, ¿es así?

-La radio siempre fue muy humorística. Siempre tuvo “el de deportes”, el que hacía internacionales, el que hacía política, el conductor y el que hacía humor. Muchos saltaron de la radio, que fue el primer gran medio masivo, a la televisión. Y ahora se refugiaron en la radio por esto que te decía de que hay poca inversión en la tv masiva y abierta. En humor y ficciones, fundamentalmente. La tv se acható bastante con tanto programa de paneles y gente opinando. No es que se hayan ido a la radio, es que no hay plata en la tele y hacer un programa de humor cuesta mucho. Hay mucho material y guión que se descarta para que quede sólo lo mejor.

-Se te conoce sobre todo por tu trabajo como productor televisivo. ¿Por qué te interesaba ponerte al frente de un ciclo humorístico?

-Yo vengo de una familia de gente de televisión: mi papá, mi hermano. Desde los 7 años caminaba los pasillos de los canales con mi papá. Para mí entrar a un estudio es una conexión amorosa con mi viejo, que me llevaba siempre a Canal 13, donde laburó 20 años. Ahí me picó el bichito y mientras hacía Sociología en la UBA, estudiaba música, teatro, canto, escritura, dramaturgia. De ahí salió el productor. Los productores suelen ser producto de un montón de inputs. Y lo que tiene un productor es que si está informado y si se formó en distintas disciplinas, y genera buena intuición, funciona. Tuve la suerte de hacer algunas cosas que funcionaron y también me di unos palos increíbles. Pero generalmente el productor si trabaja mucho tiempo detrás de cámara, hay un proceso natural que hace que te den ganas de estar enfrente. Siempre me vi, pero tenía muchos prejuicios, me faltaba un empuje. Los productores somos de empujar nosotros, de decir “bien, vamos”, pero nadie nos dice “qué bueno esto, dale por acá”. Y yo lo necesitaba. Ahora hace ya 9 años que hago radio, que me divierte y encontré una forma de comunicicación que me encanta. Y en la tele me siento muy cómodo. Dentro de un estudio realmente estoy en mi casa. Me gusta animar, soy como un hilvanador de productos talentosos de gente talentosa.

-Y ya dentro del programa, ¿por qué hacer humor de actualidad?

-Es que la actualidad ya superó la ficción. Es un desafío trabajar el humor sobre lo que uno ve o escucha. Y no sólo por lo que dicen algunos políticos, sino también algunos comunicadores. Eso dispara un tipo de humor con muchos personajes que van presentando los distintos segmentos. La actualidad de repente es Lilita Carrió haciendo un juicio al presidente por envenenamiento. O (Patricia) Bullrich que denuncia a funcionarios por cobrar coimas y la misma empresa dice que no. O Ivana Nadal, una influencer para dos millones de personas, que dice que la covid se cura respirando y pensando positivamente. A veces es muy difícil hacer humor, ¡porque eso ya es humor! Las cosas que uno escucha ya son divertidas en sí mismas. Nuestro trabajo es ponerle un toquecito de ironía a eso que se dice. Que ahora la coyuntura argentina sea “comunismo o libertad” es muy gracioso, o que la vacuna Sputnik dejó a una señora imantada y ahora se le pegan las cosas. Es un poco reirse también de la idiosincrasia argentina, porque el que quema barbijos es argentino como todos nosotros. Creo que la realidad es el mejor proveedor de materia prima para generar humor.

-¿Qué tipo de humor preferís?

-Me gusta reírme. Y a veces me río no de situaciones con hechos específicamente humorísticos, sino de imágenes o situaciones que me dan mucha risa. Me río con cualquier tipo de humor, pero particularmente lo que tiene que ver con un humor casi beckettiano o más freak, más surrealista. Eso es lo que más me divierte. El otro día en radio le hicimos una entrevista a la vacuna argentina, que se llamaba “Juan Carlos Vacuna” y casi me muero. O hacerle nota al cartón de Esteban Bullrich para el zoom. Hay tanto nivel de surrealismo en la realidad actual que si lo observás bien, es la punta para hacer un humor singular, con mucha cosa estrafalaria, mucho grotesco. La realidad dispara cosas que no podés creer que estén sucediendo. Como cuando el ex presidente Mauricio Macri dijo “el mar es muy grande y el submarino muy chico”. Es trágicamente cómico. O cuando Piñeira le pidió “a ese bicho malo que se vaya, que nos deje libres a los chilenos”. Miralo en Youtube, es buenísimo. ¡Un presidente hablándole a un virus! Ese disparador, ese lado B surreal es maravilloso para generar humor.

-Volviendo al comienzo, hoy el humor está ausente en la televisión argentina.  ¿Cuál era su lugar histórico?

-El humor fue esencial en la televisión argentina. la idiosincrasia argentina, esa mezcla de gallegos, tanos y otras nacionalidades, generó un tipo de personalidad, de caracterología, dentro de la sociedad argentina, que nos hace cancheros, jodones, mirones. Siempre estamos con el chiste y la ironía. A veces cruzamos el límite, pero creo que la televisión es siempre el reflejo de la sociead que tiene. No digo que sea el ejemplo, sino que refleja el imaginario de una sociedad determinada. Incluso hay programas distintos, a lo largo del país, que tienen ciertas diferencias. Si los analizás profundamente corresponden a las distintas características socioculturales de cada lugar. Pero en general los programas de humor han funcionado siempre, desde Pepe Biondi hasta Videomatch, o desde Poné a Francella hasta el que, para mí, es lo mejor que se hizo que fue lo de Diego Capusotto y Pedro Saborido, que son dos genios. Que lo hicieron, además, con pocos recursos, porque eso es lo más importante, lo produjeron a pura idea. Históricamente fue fundamental, si pensás hitos de la tv recordás las ficciones y en el mismo nivel, los programas de humor: Hiperhumor, Operación Jaja, los de Sofovich. El humor es el entretenimiento deseado por una sociedad bastante entristecida, con condiciones económicas difíciiles. El humor sana o te hace olvidar el mal momento.

-¿Qué necesita el humor televisivo para funcionar?

 

-Primero, excelentes guiones. Segundo, excelentes intérpretes. Tercero, tiene que haber un encuentro entre lo que se propone y lo que recibe la persona del otro lado. Cuando el humor que vos generás resuena en el imaginario de quien ve la tele, ahí empieza a funcionar. Igual lleva tiempo instalar programas de humor porque se tiene que comprender el perfil, hay que ver un montón de cosas. Pero siempre necesita buenos guiones, buenos intérpretes y en ese sentido el equipo que me acompaña es de excelencia. Estamos haciendo, con mucha humildad, lo mejor. Y hay otra cosa importante para De mil humores, que son las características del 9, que es un canal que sostiene a sus programas, los aguanta para que se instalen a lo largo del tiempo. Eso me gusta porque permite ir corrigiendo el rumbo, ver qué funciona y qué no, algo que cuando uno hace humor es muy difícil. Pero con que levantemos una sonrisa del otro lado en alguien que la esté pasando mal, para el equipo el objetivo está cumplido.