“Ciudad Malandrina” es el tango y videoclip que desde el miércoles rueda en YouTube y anuncia un disco próximo, de mismo título y autoría compartida entre Adrián Abonizio y la orquesta La Máquina Invisible. El músico está feliz de la vida. Pero para que haya alegría, también hay que beber de la tristeza. “A mis alumnos de los barrios marginales no los veo más, si estaban mal antes no quiero pensar cómo estarán ahora, y no puedo hacer nada. Son cosas que lamentablemente dan tela para escribir. Lo que uno escribe trata de hacerlo de manera atemporal, pero después las cosas te atropellan en la calle. Estamos en el horno, pero dentro del horno no quiero salir a protestar en las plazas, ni a favor ni en contra, quiero escribir. Quienes limpian los parabrisas de los autos son pibes casi destetados y otros cada vez más parecidos a mi edad. ¿Qué mierda hago? Y, escribir canciones”, comenta el músico a Rosario/12.
El tango “Ciudad Malandrina” dice y retrata (y qué bien suena): “Estoy en la ciudad más malandrina, donde los muertos caminan y los vivos roban pan. Estoy en la ciudad de los cereales, edificios de diamantes y chozas de alquitrán (…) Y al fondo del cuadro está la quema y un espejo te condena a no mirar”.
Puede decirse que Abonizio guarda con el tango una historia desde siempre, que anidó temprano en sus letras y su sentir: “a veces me preguntan ‘¿por qué haces tango?’, como quien dice ‘¿por qué hacés pesca submarina?’”. Tiene, además, un premio Gardel con Tangolpeando (BlueArt, 2013). Y ahora se reúne con La Máquina Invisible, una orquesta de pibes muy jóvenes, contagiados del mismo malestar poético, tan potente. Formados en 2013, la trayectoria ya les acompaña: el Premio a las Coproducciones Fonográficas por parte de la Editorial Municipal les permitió editar su primer álbum, y en 2017 resultaron ganadores del Primer Mundial de Orquestas de Tango. La Máquina Invisible está conformada por Pablo Galimberti (violín y arreglos), Guido Gavazza (bandoneón y composición), Julián Cicerchia (guitarra eléctrica), Manuel Martínez Serra (piano, composición y arreglos), y Mauro Rodríguez (contrabajo).
Entre ellos y Abonizio ofició, en palabras del músico, “una paradoja hermosa”. “Había un tema que hicimos con (Rubén) Goldin cuando teníamos 19, 20 años, pero nunca terminamos. Me acordé de ese tema y se lo di al bandoneonista, a Guido (Gavazza), un muchacho serio, lindo y callado. Le digo: ‘Tomá Alain Delon, terminame esto’. Y lo arregló. ‘¿Qué edad tenés? ‘20 –me dijo– recién cumplidos’. ¡Pasaron más de 40 años para que se forje un atanor en alguna herrería del diablo, que hizo que la magia del tiempo nos uniera! Goldin le había puesto una música muy preciosa a una letrita mía, que este pibe de 20 años terminó ahora de arreglar”, continúa.
Hay algo más y fundamental para el disco, que Abonizio destaca: “a quien todos aplauden es siempre al autor o al compositor; pero lo cierto es que si no había un arreglador que cambiara la armonía, el tempo y hasta alguna palabra, no habría música. El arreglador no figura como autor de la obra, sino como alguien que ayuda a grabar, a terminar. Por eso, los hice figurar a ellos como coautores de la composición. Así me siento mucho mejor y me parece justo, porque es algo que no se da nunca o muy poco en la música”.
¿Y cómo es esa relación de trabajo entre ellos con él? El kerosene lo explica: “¿Conocen el kerosene? ‘No’, me dicen. Hay un abismo entre nosotros (risas). ¿Cómo solucionarlo? Tratando de ser amigos, respetando, compartiendo lo que hicimos. Enséñenme cosas que no sé y pregúntenme lo que ustedes no sepan. La famosa grieta de mierda, que en política existe, no tiene que existir entre gente que hace lo mismo, que se quiere y se respeta. Estoy fascinado con el laburo de estos pibes”.
Dentro de más o menos 20 días, un nuevo tango saldrá al ruedo con un título cuanto menos atractivo: “Un WhatsApp de Perón”, también con dirección visual de Ignacio Blaconá.
Ciudad Malandrina tendrá tangos dolidos y algunos amores, tal vez perdidos: “¿Cómo vamos a ordenar los temas?, me preguntaba Manu Martínez Serra. No sé, les digo. No somos vikingos tanqueros que vamos a invadir otros países, vivimos en ciudades de malandras, donde el que no corre vuela. Pero hay también canciones de amor y desamor, hay de todo un poco”. Dentro de más o menos 20 días, un nuevo tango saldrá al ruedo con un título cuanto menos atractivo: “Un WhatsApp de Perón”, también con dirección visual de Ignacio Blaconá. “¿Cuántas vistas tiene tu disco?, te preguntan. Un oxímoron, ¡si el disco es para escuchar! ¿Cuánta gente vio tu tema?, me pregunta mi hijo. 340, le digo. Es poco, me dice, pero para vos está bien (risas)”.
Al cierre de esta nota, “Ciudad Malandrina” superó las 600 reproducciones y agrega expectativa por el disco final, en esta feliz combustión donde “un pibe de 20 años trabaja a la par de un tipo de más de 60 que soy yo. Al grabar el video, me retaban porque paraba para comer. ‘Muchachos, tranquilos, descansemos y tomemos un café. Pero ellos estaban a full. Empezaron a las 8 de la mañana y terminaron a las 6 de la tarde. Así se grabó el disco. Son pibes muy valientes, porque hay muchas tentaciones en la música, y ellos eligieron un área difícil como lo es el tango. El tango no va a perecer rápidamente, es complejo de componer”.
La razón de ser entre música, pibes, autoría y cantor, no pasa por otra parte que no sea la siguiente: “Uno quiere pasar por el mundo para dejar algo. Un relato, una canción, una obra de teatro o un discurso político dicho por Evo Morales. Uno tiene que dejar canciones en el mundo, para que cuando uno ya no esté, digan: ‘éste es otro más que lo intentó’”.