En 2016 el consumo de leche cayó más de un 25 por ciento y alcanzó el punto más bajo desde la salida de la crisis de 2001; el consumo de manzanas y peras bajó un 15 por ciento; el de manteca un 13; el de limones un 11; y el de yogur casi el 10. Estos son algunos de los datos que revela el estudio que publicará hoy la Fundación Soberanía Sanitaria y la Universidad Nacional de Avellaneda. El informe titulado “Obesidad y desnutrición: las dos caras del neoliberalismo en nuestra salud”, señala cómo el modelo económico del gobierno de Cambiemos, desde diciembre de 2015, produjo un descenso no sólo en el volumen de consumo de productos alimenticios de primera necesidad en la población, sino que también generó un retroceso en términos de la calidad de los alimentos consumidos. “Estábamos prácticamente erradicando la desnutrición”, aseguró en diálogo con PáginaI12 el presidente de la Fundación, Nicolás Kreplak. “Ahora empezamos a retroceder de vuelta”.
Los últimos datos publicados por el Indec muestran que el aumento de precios de los alimentos y los servicios encareció la canasta básica requerida por una familia para no ser considerada pobre en un 3,05 por ciento, más de medio punto porcentual sobre el 2,4 por ciento de la inflación promedio del mes. En lo que va del año esa canasta se incrementó en un 7,1 por ciento. El informe advierte que los sectores de ingresos más bajos son los más afectados por esta realidad, y las consecuencias para los chicos que sufren la mala alimentación son irreversibles. “Cuando no se puede comer lo que se quiere, sino lo que se puede, empieza un deterioro biológico que afecta a los chicos en sus capacidades cognitivas y en la potencialidad de su desarrollo”, dijo a este diario Kreplak, ex viceministro de Salud de la Nación.
La principal consecuencia del deterioro en la alimentación de los argentinos, explica el informe, conduce a un incremento en las dos principales problemáticas alimenticias: la obesidad y la desnutrición. Ambas problemáticas son más comunes en los sectores con menores ingresos, y están actualmente en aumento debido a que “el avance de la inflación impactó con más fuerza entre los sectores populares que se caracterizan por mantener una proporción de su salario altamente concentrado en el consumo de bienes y servicios con pocas posibilidades de ser sustituidos, como los alimentos”. “El rubro alimenticio en el gasto de los estratos de base ha incrementado su precio en un promedio de 34 por ciento, según el IPC de la Ciudad de Buenos Aires”, agrega. En la última actualización, los datos del Indec dan un aumento de la canasta alimentaria en los últimos once meses de un 24,5 por ciento.
“Obesidad y desnutrición son dos caras de la misma moneda”, explicó Kreplak. “Antes se creía que los problemas de sobrepeso, como la obesidad, pertenecían a los sectores sociales pudientes. Lo que después se vio es que estos problemas alimenticios se encuentran mayormente en las clases más bajas, porque no pueden acceder a alimentos sanos”, agregó. La baja posibilidad de acceder a alimentos de mayor calidad nutricional es la principal causa de sobrepeso, problemática que afecta a un 58 por ciento de los adultos argentinos, de los cuales un 21 por ciento es obeso. Al analizar este número, el informe muestra un aumento en los sectores más vulnerables: la obesidad en personas que sólo tienen el primario completo es del 28 por ciento; hasta el secundario completo el 24,5; con nivel universitario o terciario incompleto el 17,6; y el 15,6 por ciento para personas con estudios universitarios o terciarios completos.
Esta tendencia socioeconómica con respecto a la obesidad se traslada a los niños, que al sufrir de esta problemática su salud queda condicionada para el resto de sus vidas. Como afirma Kreplak, “si se genera obesidad infantil, lo que provoca es que esos niños van a ser mucho más dependientes de los sistemas de salud, de la medicación, sube la mortalidad y la calidad de vida desciende en todos los aspectos”. A su vez, al superponer los gráficos del estudio, se puede ver cómo los sectores socioeconómicos más vulnerables son los que menos fruta consumen.
Aunque el informe advierte que la obesidad y el sobrepeso son los principales problemas alimenticios en Argentina, apunta a que las actuales políticas económicas del gobierno de Cambiemos que ya han empujado a 1,5 millones de personas a la pobreza, obligan a atender principalmente al tema de la desnutrición. “El retraso en el crecimiento (baja talla) y el bajo peso (bajo peso para la edad) afectan el potencial de los niños para lograr un crecimiento y desarrollo completo, y son una de las principales formas en que la desigualdad y la inequidad se expresan”, indica. Luego describe cómo en los últimos doce años, “la prevalencia del retraso en el crecimiento se redujo un 45 por ciento (de 20,6 a 11,3)”, y “la prevalencia de bajo peso disminuyó un 38 por ciento”, lo que significa “el aumento de un centímetro en la estatura de los niños y niñas de 3 años”. Los datos pertenecen a un relevamiento hecho entre 2005 y 2013, con más de 13 millones de registros provenientes de controles de salud de más de 1,4 millones de chicos menores de 5 años, tomados en unos 6500 centros de salud en el país.
“Estábamos prácticamente erradicando la desnutrición; la talla es un índice objetivo. Ahora empezamos a retroceder de vuelta”, aclaró Kreplak. “Si volvemos a perder la talla, es porque antes se perdieron capacidades cognitivas, se vio afectado el sistema nervioso y así la potencialidad de desarrollo de los chicos”, detalló. Si bien todavía no hay datos concretos, el informe señala que las tendencias que se ven en la baja de consumo de alimentos esenciales por la pérdida de poder adquisitivo de la mayoría de la población proyectan “un horizonte sombrío en materia de seguridad alimentaria”. En este contexto, la respuesta de los órganos estatales que deberían actuar para enfrentar la situación, son “negligentes”. El trabajo señala como ejemplos la subejecución en 2016 de los presupuestos del Ministerio de Salud de la Nación, que redujo un 45 por ciento la compra de leche en polvo (de 18 mil a 10 mil toneladas); la ejecución de sólo el 45,84 por ciento del presupuesto asignado al Programa Materno-Infantil y Nutrición (Promin), de la provincia de Buenos Aires; y el 48,64 por ciento de lo presupuestado para enfermedades crónicas no transmisibles, como es la obesidad. Para este año no se espera una mejora en ese sentido. “El incremento para el 2017 del presupuesto de Salud de la Nación fue de un 4 por ciento, lo cual teniendo en cuenta la propia proyección de inflación del gobierno (17 por ciento), significa una baja importante”, señaló el presidente de la Fundación.
Para finalizar, el informe afirma que “el alimento no puede ser una mercancía o un instrumento de poder, sino que es un derecho universal al que deben acceder todas las personas y todos los pueblos”.Kreplak sostuvo que “es el Estado el que tiene que garantizar la buena alimentación de la gente. Pero cuando hay una inflación tan alta y pérdida del poder adquisitivo, las costumbres alimenticias empeoran. Así no existe la soberanía alimenticia”.
Informe: Juan Funes.