Hoy se cumple el cuarto día de toma de la Escuela Carlos Pellegrini, dependiente de la UBA. Sus estudiantes denuncian por violencia de género a un preceptor, quien en abril del año pasado había sido apartado de su cargo y trasladado a otra sede de la universidad, pero retornó a la escuela en diciembre por una decisión judicial, ya que es delegado gremial. El año pasado los estudiantes tomaron doce días la escuela, antes de que el preceptor fuera desplazado. El rector del Pellegrini, Leandro Rodríguez, confirmó a este diario que el calendario escolar será reacomodado; también tendrá hoy una reunión con los padres de los alumnos.
“Los antecedentes de (Héctor Gómez) Mastrogiovanni, golpeando y maltratando siempre a mujeres, nos hacen hablar de violencia de género. Esa persona es un peligro para todos los estudiantes de la escuela. Por eso queremos que no tenga más contacto con nadie. Creemos que la Universidad de Buenos Aires, que es la más grande e influyente del país, tiene la posibilidad de sacarlo de la escuela, pero es evidente que no tienen la voluntad política de hacerlo”, dijo a PáginaI12 Victoria Caminos, secretaria general del centro de estudiantes.
El hall de la escuela está inundado en mármol, también de afiches. “Cuando la juventud se pone en marcha, el cambio es inevitable. Fuera Mastrogiovanni”, dice un cartel enorme de la agrupación Oktubre, pintado con azul y blanco. “Llenemos la toma contra Mastrogiovanni y las autoridades”; “Llenemos la toma y tomemos las calles por los derechos de las mujeres”, dicen otros carteles, rojos y blancos.
El rector explicó que, aunque una medida cautelar repuso al preceptor en la escuela, “hay una solución inmediata”, ya que el propio Mastrogiovanni pidió un cambio de funciones por razones de salud y se le van a asignar “tareas pasivas”. Rodríguez aseguró que “no tendrá contacto con alumnos, que es lo que reclaman ellos”. La escuela y la UBA apelaron el fallo judicial que dispuso el regreso del preceptor a la escuela por sus fueros sindicales, pero explica que “la apelación no suspende el fallo”. “Yo –afirmó– no voy a hacer nada que vaya contra la Justicia. Una cuestión es no estar de acuerdo, y otra es no cumplirla”. “Cuando los chicos dejen la toma se van a encontrar con que esa persona no va a estar más como regente. La realidad es que no va a estar más frente a los alumnos”, insistió Rodríguez, quien aseguró que este ciclo lectivo, atravesado por el conflicto docente –ya se perdieron varios días de clase–, y ahora afectado por la toma, se deberá reorganizar el calendario escolar.
Toman mates en las escaleras, juegan al truco, tocan la guitarra, charlan, leen. Así se pasa el tiempo en la toma. En la entrada de la escuela, hay cinco o seis personas alrededor de una mesa; tienen un cuaderno y ahí anotan el nombre de cada persona que entra, por seguridad. Hay comisiones de alumnos organizadas para cuidar la escuela y a quienes sostienen la protesta: hay chicos y jóvenes de entre 12 y 18 años.
Desde el centro de estudiantes, Camino desconfía de la palabra de las autoridades: “Ahora nos hablan de tareas pasivas. Cada vez que utilizan una palabra de ese campo semántico y lo proponen como solución, desconfiamos, sea también transitorio, momentáneo, temporario. Al año y medio vuelven, pasó siempre. Nosotros queremos que se vaya ya”.
Las primeras denuncias contra Mastrogiovanni datan de 2007, por agresión a dos alumnas. Luego, en 2015, fue acusado también por otras alumnas, por dos docentes y una preceptora. “No me parece correcto que siga entrando a este lugar, donde esta lleno de chicos de nuestra edad. Hay que sacarlo y no nos están escuchando, así que tomar el colegio me parece una buena idea”, dice Laila, sentada en la escalera junto a su amiga Juana, quien aclara que también banca la toma. “Una persona como esta no puede estar en contacto con alumnos, aunque nos digan que le dan tareas pasivas. El año pasado nos dijeron que lo iban a sacar y después volvió”. “Anotá que desde acá no nos movemos más hasta que Mastrogiovanni no se vaya”, dice otro chico, con cara de seguridad absoluta.
Informe: Gastón Godoy.