Los caminos del deseo de los ciudadanos catamarqueños, al igual que en distintas partes de mundo, tienen prácticas hegemónicas, producto de las luchas a través de la historia. O sea, que no dependen pura y exclusivamente de las astucias de la razón.

En el artículo, Salud Pública: intervenciones en el cuerpo y el territorio (https://www.pagina12.com.ar/330846-salud-publica-intervenciones-en-el-cuerpo-y-el-territorio), vimos las tensiones, contradicciones, desencuentros entre los discursos de la Salud Pública, la política y La Constitución provincial de Catamarca, frente a un caso concreto de disputa por el acceso a la red de agua pública, indispensable para la vida y la prevención del covid-19, cuando se trataba de llevarlas a zonas en condiciones de asentamiento.

De Gramsci, la semana pasada, observamos que la estructura política-económica se sostiene desde una red de sentido conformando una coraza o blindaje articulado. En términos de la Salud Mental y de su paradigma vigente en nuestra sociedad actual, su expresión es el abordaje individual.

Para sobrellevar la angustia producto de la incertidumbre en pandemia, escuchamos recomendaciones conductuales que, en su amplísima mayoría, se refieren al cuidado personal. Sin embargo, en las prácticas, las demandas que surgen cotidianamente están relacionadas con los conflictos colectivos. Y es aquí donde cabe la pregunta: ¿No es más acorde en esta pandemia o en futuras pandemias un enfoque comunitario?

Algunas nuevas teorizaciones de la Federación de Asociaciones Europeas de Psicólogos -de las cuales nosotros somos tan afines- nos dicen lo siguiente: el sentido de comunidad y nuestras habilidades para el sostén mutuo, puede ser un factor crucial para hacer frente a una situación no experimentada antes respecto a los efectos sociales de la propagación del covid. 

No es sólo importante incrementar el bienestar social, sino también establecer el sentido de pertenencia. Se deben implementar también articulaciones entre las instituciones, negocios locales, activistas culturales, voluntarios, gobiernos locales y medios de comunicación. La gente necesita que su contribución sea útil y genuina, empoderarse por el hecho de contribuir a la solución. Probablemente algo de ello se haya intentado a nivel local y nacional a través de los COE. Pero, ¿se puede ser juez y parte en las soluciones? ¿No deberían fomentarse instancias previas de circulación de la palabra entre los vecinos para poder generar síntesis (unidad mínima de articulación según Laclau de las demandas colectivas) para que luego puedan ser presentadas con mayor fuerza y coherencia en las instancias de negociación colectiva con los representantes del Estado?

Por cierto, la participación y el involucramiento es el sentimiento que hace la diferencia: lo que hacemos y dejamos de hacer. También es psicológicamente valioso que los voluntarios compartan experiencias: articular la clínica, los clubes, las asociaciones civiles, clubes de veteranos, etc. Construir una sociedad para enfrentar el presente, futuras pandemias y otras situaciones de crisis. Al fortalecerse así las comunidades, su organización y sus integrantes están contenidos frente al aislamiento y la distancia social.

El sentimiento de que uno es alguien por su propio derecho y por tu propio mérito (valor, coraje) puede combinarse con la idea de que también somos parte de algo más grande; la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, una provincia, una nación, un continente, una especie; puede haber un lugar para cada uno, desde el espacio de una organización mayor. Sentirse parte de un todo funcional, como un antídoto frente a las crisis soledad. Hay que construir resilencia a través de prácticas co-productivas. Tanto para enfrentar lo actual, como el futuro. Hay que transformar la incertidumbre en un plan; Regenerar una comunidad para ir saneando los problemas y conquistar nuevas herramientas para futuras circunstancias desoladoras.

Cuidar el bienestar individual y colectivo desafía la configuración individualista de la clínica, producto de una visión servil al modelo económico político neoliberal. La tarea se presenta como titánica. Sin infra-estructura necesaria. Pero, de la experiencia, se puede aprender y revertir las prácticas.

Desde hace por lo menos cuarenta años se viene denostando e incapacitando al Estado como articulador de prácticas socieo-económicas-culturales (salud, educación, protección a la vejez, a las diferentes etnias, expresiones de género, etc.) y a la comunidad. Se enfocan las soluciones desde el punto de vista de la competencia, la meritocracia, el individualismo, las libres reglas de mercado. 

La pandemia ha puesto en la lupa, ha exaltado, la destrucción del medio ambiente, las desigualdades abismales entre las clases sociales respecto al acceso a derechos más elementales (unos viajan en avión a vacunarse, otros se quedan esperando en casa y no pueden salir de sus límites barriales). Pero de alguna manera ha regresado la necesidad del Estado y de los lazos sociales (el aislamiento produce soledad, nuevas formas de sufrimiento). Queda a la vista que la relación humana es vincular. ¿Alcanza con los consejos y la clínica psicológica individual?

*Psicólogo