La inauguración de la 43° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, con Los Ángeles como ciudad invitada, fue el escenario donde se desplegó el asunto de enfrentar la posverdad, “las falsas verdades que obnubilan el entendimiento”, como definió de manera ejemplar Luisa Valenzuela, en una apertura memorable. “Del duelo hacemos potencia”, suelen repetir las Madres de Plaza de Mayo, a quienes recordó al cumplirse los 40 años de su primera ronda. Pero antes de escuchar a la autora de Cambio de armas, habló Martín Gremmelspacher, presidente de la Fundación El Libro. “La industria editorial está atravesando uno de sus momentos más delicados, con caídas en las ventas del 25 por ciento, lo que afecta especialmente a las pequeñas y medianas editoriales. De un año al otro se han dejado de producir 20.000.000 millones de ejemplares, o sea casi 55.000 ejemplares por día”, ilustró Gremmelspacher y recordó que el año pasado, en el mismo lugar, el ministro de Cultura Pablo Avelluto hizo referencia al conocimiento que tenía por haber pertenecido al sector. “La verdad, señor Ministro, es que no solo continuamos con esos mismos problemas, que arrastramos sin resolverlos, sino que los que teníamos se han agravado y han surgido otros nuevos. El otro brazo de la tenaza que asfixia al sector es la subida de los costos impulsados por los desmedidos aumentos de las tarifas de servicios”, explicó el presidente de la Fundación El libro.
“La asimetría impositiva es de los problemas tradicionales que enfrenta el libro. A fines de la década del 90 el sector editorial dejó de compensar el Impuesto al Valor Agregado sobre el papel contra el Impuesto a las Ganancias. Necesitamos en estos momentos, como medida de emergencia, recuperar esa situación fiscal en forma urgente, camino a un tratamiento impositivo que nos permita recuperar todos los IVA pagados durante el proceso industrial y comercial, tanto editores como libreros. Nuestros principales competidores, México, Colombia y España, tienen políticas públicas activas de protección a la industria editorial y, aunque parezca mentira, Argentina no las tiene”, comparó el presidente de la Fundación y precisó que por la ausencia de protección el país quedó relegado al cuarto puesto dentro del mercado hispanohablante. El sector editorial está preocupado por un proyecto de reforma impositiva, aparentemente solicitado por el Ministerio de Economía a una conocida institución privada, que incluye como propuesta gravar al libro argentino con un IVA del 19 por ciento y que implicaría la derogación de la excepción sostenida por todos los gobiernos durante décadas. “De aplicarse esta medida, sería el tiro de gracia para el libro argentino”, sentenció Gremmelspacher. Avelluto reconoció que fue un año “muy difícil” para muchos argentinos. “Viví muchas crisis económicas y financieras, y vi en cada una de ellas cómo el sector editorial, a través de su talento, se las ingenió para salir adelante. Por lo tanto, parafraseando a una querida amiga escritora, Beatriz Sarlo: ‘Conmigo no, Martín’. Esta no es la peor crisis de la industria editorial, no hay ningún tiro de gracia. Que la situación es difícil, lo comparto. Que en el último trimestre del año pasado las cosas empezaron a mejorar es un hecho”.
Valenzuela definió la posverdad como “esa mentira emotiva nacida para modelar la opinión pública desdeñando los hechos fehacientes y los datos verificables, esa lengua de madera especial para construir discursos engañosos, que llegan a convencer porque resultan atractivos, tranquilizadores, o quizá convenientes” y destacó que estos son tiempos de un ubicuo Moloch, “ese monstruo bíblico con panza de fuego que traga a los nuevos desamparados: trabajadores desplazados, estudiantes, docentes, investigadores, inmigrantes, hasta mujeres porque nos están convirtiendo en una población de riesgo”. La presidenta del PEN Argentina afirmó que le cabe a la literatura “asumir su papel de superficie reflectante, útil para echar luz sobre aquellos espacios que se busca mantener a oscuras” y garantizó que “en la lectura encontraremos armas defensivas para enfrentar el horror del mundo, armas que pueden llegar a descolocar a quienes se sienten dueños incuestionados de la verdad”. La autora de Aquí pasan cosas raras señaló que “la lucha por la defensa de nuestros legítimos derechos se entabla desde todos los frentes, y la fuerza de la palabra es un elemento crucial”. “Cuando quienes detentan el poder parecerían vivir en la RA, la Realidad Aumentada en la cual los elementos físicos tangibles se combinan con elementos virtuales, noso- tros en este suelo, con o sin ciudadanía, atendiendo al preámbulo de nuestra Constitución, somos habitantes de otra RA, la República Argentina. Y alzamos la voz. Cada vez más fuerte se hace oír la palabra para enfrentar la gran ola de esta posmodernidad líquida que amenaza arrasarnos convertida en tsunami”.