La expansión de especies exóticas invasoras, que según el Ministerio de Ambiente es "una de las principales amenazas a la conservación de la diversidad biológica", viene creciendo a pasos agigantados en Argentina. Hace dos semanas, por ejemplo, la cartera que conduce Juan Cabandié alertó sobre el aumento de ardillas de vientre colorado -ya son más de 100.000 ejemplares en el país- y sobre el peligro que representan, ya que pueden comerse cables de telecomunicaciones, atacar sembradíos y transmitir leptospirosis.
Según el Convenio de Diversidad Biológica, las especies exóticas invasoras son "aquellas plantas, animales o microorganismos trasladados de manera voluntaria o accidental más allá de sus límites naturales de distribución, cuya introducción y propagación amenaza los ecosistemas, hábitats o especies, produciendo daños económicos o ambientales".
"Si se observa región a región y sistema a sistema", señaló Laura Fasola, doctora en Ciencias Biológicas, investigadora de Conicet y coordinadora del Programa Patagonia de Aves Argentinas, "siempre se encuentra alguna especie invasora causando problemas, ya sea con la biodiversidad puntualmente, en la salud de las personas o los animales o generando conflictos con el sistema productivo".
De acuerdo con los especialistas, la llegada de especies invasoras a la Argentina tiene causas tanto accidentales como voluntarias. Entre estas últimas se encuentran la caza, la ornamentación y la afinidad con la especie.
Las ardillas de vientre colorado, por ejemplo, "han sido traídas en 1970 a Jáuregui, cerca de Luján, para adornar el paisaje porque a un señor le hacían acordar a su Bélgica natal", apuntó Florencia Gómez, secretaria de Política Ambiental en Recursos Naturales del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación.
En el caso de los moluscos, en cambio, "la causa es involuntaria. Los barcos cuando parten de un puerto tienen agua de lastre que se usa para estabilizar la navegación. Antes lo que pasaba es que cuando llegaban al puerto destino, ahí descargaban esas aguas que venían con una carga de organismos de otra parte del mundo. Esa es una de las causas por las que muchos puertos del mundo hoy tienen fauna que no tiene nada que ver con esos lugares y generan un montón de problemas y pérdidas económicas en el mantenimiento de las áreas portuarias", explicó Fasola.
Su impacto en la biodiversidad
Las especies invasoras pueden traer una multiplicidad de problemas, entre ellos su impacto negativo en la biodiversidad. "Las especies invasoras pueden competir con especies nativas consumiéndolas y depredándolas o pueden transferirles enfermedades. En esos casos terminan provocando una reducción en las poblaciones de las especies autóctonas e incluso poder llegar a situaciones de extinción", alertó la investigadora del Conicet.
Por otro lado, agregó, hay que tener en cuenta que las especies que fueron introducidas por las personas también causan efectos sobre la salud humana. "Los mosquitos que transmiten enfermedades emergentes como el zika, la fiebre amarilla, el dengue, son todos mosquitos de origen africano que llegaron a estos ambientes", indicó Fasola.
Un tercer problema, continuó, es el impacto en los sistemas productivos. Los invertebrados que se han traído para mejorar la polinización de algunos cultivos, por ejemplo, "terminan afectando a los nativos, incluso haciendo colapsar todo el sistema de polinización de cultivos en sí", graficó.
Cómo controlarlas
La formas de control de las especies invasoras, según Fasola, "dependen de la especie invasora con la que se está trabajando, del ambiente y del objeto que se busca preservar, ya sea una especie autóctona, la salud humana o un sistema productivo".
En el artículo "Especies exóticas invasoras (EEI) en Argentina: categorización de mamíferos invasores y alternativas de manejo", la investigadora Marta Lirrazalde enumeró cuatro alternativas enfrentarlas: la erradicación, la contención, el control y la mitigación.
La erradicación, que es la que mayor polémica suele generar, hace referencia a "eliminar hasta el último individuo de la población de la especie invasora", precisó Fasola. Esta estrategia, aclaró, "ha sido exitosa en muy pocos casos, generalmente se asocia a lugares como islas. A nivel global, las posibilidades de erradicación son casi nulas porque vivimos en continentes entre los cuales estamos súper conectados, entonces eliminar esas fuentes de reinmigración es muy difícil".
Entre las conclusiones de su artículo, Lirrazalde considera que "no cabe duda que impedir la introducción de especies siempre debe ser la primera opción y la más rentable". Sin embargo, señaló, "no ha sido la situación de referencia en la Argentina, por lo cual la situación generada por las EEI en nuestro país es complicada para proponer soluciones rápidas a una situación por demás perentoria".
Un caso de erradicación en Argentina
En mayo del 2020, el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), organismo dependiente del Conicet con sede en Ushuaia, decidió erradicar una plaga de conejos silvestres mediante la fumigación con gas fosfina, lo cual despertó una polémica con asociaciones protectoras de los animales que llevaron el tema a la justicia y lograron frenar la medida por el momento.
Según el Cadic, las madrigueras que construyen los conejos ponen en riesgo los cimientos del edificio de la institución, ubicado en las inmediaciones de la bahía de Ushuaia, además de generar daños ambientales al ecosistema de la zona.
La decisión del Cadic fue muy criticada por proteccionistas de animales. La Asociación de Abogados y Funcionarios para la Defensa de los Animales (Afada), una de las organizaciones que presentaron la cautelar, consideró que la erradicación amenaza la "fauna silvestre y la diversidad biológica" y viola no solo derechos fundamentales básicos sino también un abanico de normativas, ya que la sustancia pensada para la fumigación resulta "altamente tóxica para cualquier ser vivo".