De Washington a Turín hay 6.700 kiómetros de distancia. Tanta como la percepción diferente de lo que representa Cuba en las dos ciudades. En la capital de Estados Unidos el cambio de Joe Biden por Donald Trump no modificó la política hostil hacia la isla. En el norte industrializado de Italia un par de escenas significan lo contrario. El 21 de julio de 2020, la Mole Antonelliana – el edificio más célebre turinés – se iluminó con dos palabras que simbolizaban un reconocimiento: “Grazie Cuba”. La misión de las brigadas Henry Reeve había concluido en el peor momento de la pandemia. Hoy ese agradecimiento se transformó en movilizaciones contra el bloqueo de EE.UU que ya superó los 60 años. Las hubo en Milán, Trieste, Údine, Ancona, Lodi y Cremona, entre más localidades. Pero en la Casa Blanca siguen auscultando el corazón de otra ciudad, Miami, donde festejaron la muerte de Fidel Castro el 25 de noviembre de 2016. La diáspora cubana también aplaude la continuidad de una medida que le impide a La Habana obtener insumos básicos para hacer más vacunas. Las que se necesitarían para avanzar con mayor rapidez en la inmunización de sus 11,33 millones de habitantes.
El viernes pasado el director adjunto del Instituto Finlay de Vacunas (IFV), Yuri Valdés Balbi, dijo en una sesión del Parlamento realizada en el Capitolio del centro habanero: “Hay que decir que nosotros no hemos vacunado a más cubanos porque no hemos tenido los recursos para hacer más vacunas, para que el mundo esté claro”. El científico denunció que la campaña para inmunizar a la población no avanzó lo deseado “porque no hemos tenido los recursos, porque esos recursos han sido bloqueados”. Con fina ironía deslizó que si el gobierno de Biden “a lo mejor no tiene tiempo de revisar toda la política con Cuba, esta que tiene que ver con todos los cubanos que están ingresados (en hospitales por Covid)” debería examinarse.
Algo tan elemental como las jeringas para aplicar las vacunas, en la isla escasea por demás. Una campaña internacional articulada en varios países bajo el lema El bloqueo mata, tu solidaridad mata al bloqueo, ya organizó la ayuda para conseguir las jeringuillas, como se las llama en Cuba. Incluso desafiando a ese cerco no perecedero y anacrónico, se hicieron eco de esta causa en Estados Unidos. Las organizaciones Saving Lives Campaign, Global Health Partners y US Women and Cuba Collaboration – según publicó el diario La Jornada de México – se proponen recaudar dinero para enviar más de tres millones de inyecciones.
El gobierno de Miguel Díaz Canel necesita unos 20 millones de jeringas para completar la vacunación de su población. Además de EE.UU, surgieron en Chile, Argentina, Uruguay, Honduras, España, Italia y Nicaragua – entre otras naciones – grupos de solidaridad con Cuba para cumplir con ese desafío. Lo paradójico es que el país socialista desarrolló cinco vacunas distintas hasta ahora y no puede hacerse de ese insumo básico para aplicarlas porque Biden mantiene el asedio económico bajo las mismas condiciones que lo pregonaba Trump. Son las Soberana 01, 02 y Plus, producidas por el IFV y también las llamadas Abdala y Mambisa, concebidas en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.
El gobierno demócrata de Estados Unidos mantiene la misma cantidad de sanciones que había aplicado el magnate republicano durante su mandato (2017-2020). Extasiado con el bloqueo, Trump impuso alrededor de 250 medidas punitivas contra La Habana. Pese a todo Cuba prevé vacunar al 70 por ciento de sus habitantes para agosto, cerca de que finalice el verano en el hemisferio norte.
Las estadísticas de la pandemia en la isla según el mapa de la universidad Johns Hopkins de EE.UU señalan que a fines de mayo son 140.087 los contagiados y 943 los fallecidos. El viernes 28 el país reportó 1.188 nuevos casos de Covid-19, 10 muertos y 1.449 altas médicas. El informante habitual de cómo evoluciona la pandemia en Cuba es el director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), Francisco Durán García. El gobierno releva hasta la cantidad de ciudadanos extranjeros que regresaron a sus países de origen (54) después de cursar la enfermedad.
A las condiciones problemáticas que impone Washington con el bloqueo, tan antiguas que a Cuba la castiga con una Ley de 1917 - la de Comercio con el Enemigo (TWEA, por sus siglas en inglés)-, La Habana responde como todos los años desde 1992 con su proyecto ante Naciones Unidas de rechazo a la medida unilateral de su poderoso vecino. El 23 de junio volverá a presentarlo con un resultado previsible en la votación. Una derrota categórica de EE.UU y su incondicional aliado Israel que siempre lo acompaña y no mantiene relaciones diplomáticas con la isla. Las victorias cubanas en la ONU también las sufre ahora el ultraderechista gobierno de Brasil. Desde que Jair Bolsonaro llegó al Planalto ha sido el furgón de cola de Trump. Quizás lo sea de Biden ahora y seguirá junto a su socio político Benjamín Netanyahu.
Mientras el bloqueo persiste inalterable, el gobierno demócrata de Estados Unidos repite con papel calcado las injerencias históricas en los asuntos internos de Cuba. En la última semana, la TV de la isla denunció un encuentro entre segundas líneas del Departamento de Estado con personajes financiados por Washington en la nación caribeña. A estas conspiraciones políticas en su propio territorio, La Habana respondió durante la pandemia con sus brigadas médicas que fueron postuladas más de una vez para el Premio Nobel de la Paz. Desde que el virus se expandió de Wuhan, China, al resto del mundo, Cuba destinó a 1.238 profesionales de la salud en 21 países de América Latina, el Caribe, África, Asia e incluso Europa. Sus médicos cumplieron un papel clave durante el avance mortífero de la plaga en Italia.
A 167 metros de altura – los que tiene la Mole Antonelliana – y en la aristocrática como industrial capital del Piamonte, los italianos encendieron aquel cartel que decía Grazie Cuba. Esa nación bloqueada en tiempos de paz sigue dando demostraciones de solidaridad en tiempos difíciles.