Producción: Natalí Risso
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Cambio estructural
Por Agustín Salvia (*)
El persistente escenario de estanflación con tasas de desempleo, subocupación, informalidad y desaliento en valores con máximos históricos -más allá de que pueda tener lugar una virtuosa recuperación que nos coloque en niveles de actividad global próximos a los que teníamos antes de la pandemia- no puede tener otro efecto que el aumento de la pobreza. Pero a no errar en el diagnóstico, incluso antes de la pandemia, ni en tiempos del gobierno anterior ni del anterior del anterior, la paradoja de un tercio de la sociedad excluida de manera estructural nunca dejó de ser un problema sin resolver.
Durante el último año, el manejo social del escenario pandémico logró relativamente proteger a los ocupados de sectores formales, a la vez que aliviar la profundización de la pobreza de los sectores informales. En cualquier caso, la pobreza con 33 por ciento de hogares asistidos por programas de protección social, en un contexto de mayor flexibilidad sanitaria como fueron los primeros meses de este año, no ha bajado del 43 por ciento. Esto debido a que el actual escenario económico que ofrece la pandemia, al no poner en juego agresivas políticas de recuperación de la actividad, el empleo y el trabajo, con derrame sobre las pequeñas empresas, los sectores informales pobres y las clases medias bajas, y sin control del proceso inflacionario, no deja respiro al empobrecimiento estructural de amplios sectores sociales.
Sin dudas, el escenario social habría sido mucho peor sin los programas de protección social, los programas de empleo y la asistencia a las empresas que implementó el gobierno. De la misma manera que en el actual contexto de emergencia no resultan para nada improcedentes -sino por demás necesarios- aumentar las transferencias directas de ingresos, sobre todo, en función de atender las necesidades alimentarias. Pero el problema no son estas medidas de emergencia, ni tampoco la incapacidad de regular los precios de los alimentos, sino fundamentalmente la falta de voluntad política para proyectar un plan integral de desarrollo productivo con inclusión social, que brinde un horizonte de metas, reformas y acciones a desarrollar, capaz de poner tanto al capital productivo como al trabajo en el centro de la escena en la lucha contra la pobreza económica social y ambiental.
Todo ello, por ejemplo, podría hacerse en un marco de planificación federal del desarrollo local-regional, tanto de la obra pública como del crédito y el empleo, empoderando así a provincias y municipios; introduciendo más y mejores tecnologías en sectores rezagados con el aporte del sistema científico-técnico, a la vez que incrementando las capacidades laborales a través del sistema educativo; poniendo en juego reformas sociales y laborales que promuevan la creación de nuevos empleos en pequeñas y medianas empresas, así como la valorización de los trabajos comunitarios -tal como sería un salario básico universal-; la creación de bancas de desarrollo con promoción de líneas de créditos locales según prioridades regionales-sectoriales; etc. etc., , todo ello y más, en clave a producir bienes y servicios generadores de empleo, trabajo e ingresos a nivel interno y de divisas a nivel externo, capaz de dejar las bases para un acuerdo político y social de mediano y largo aliento.
Sin duda, la emergencia nos está llevando mucho más tiempo y recursos de lo imaginado, pero el problema es que, al mismo tiempo, la mera definición de políticas “con mayúsculas”, orientadas a un decisivo cambio estructural de nuestro devenir histórico, siguen injustificadamente postergadas. En ese sentido, el problema de fondo no es si corresponde dar más o menos programas alimentarios o de trabajo comunitario (ambos son necesarios), sino la ausencia de una convocatoria política, multisectorial y multipartidaria, con efectiva capacidad para poner en la agenda la perentoria necesidad de emprender cambios estructurales mientas se atiende la emergencia.
(*) CONICET-UBA / Observatorio de la Deuda Social-UCA.
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Importancia del trabajo
Por Dina Sánchez (**)
El gobierno nacional ha demostrado, desde el inicio de la pandemia, su firme decisión de cuidar a la población. Las medidas sanitarias estuvieron acompañadas por medidas económicas para paliar las consecuencias de la pandemia, poniendo siempre la prioridad en cuidar la vida de todos y todas, por encima de la ganancia.
Si bien algunas de las medidas sociales y económicas que se tomaron en el último tiempo son una ayuda fundamental para transitar este momento, creemos que no están pensadas desde la realidad de los barrios. La Tarjeta Alimentar por ejemplo, es una ayuda pero es una política mal focalizada, insuficiente y arbitraria. Está hoy, pero mañana puede no estar, no aporta ni al sentido del trabajo ni a construir mejores condiciones de vida en nuestros barrios.
Poner el eje en el trabajo es esencial. Los trabajadores de la economía popular sabemos lo que es perder el empleo y tener que inventar nuestro propio laburo para sobrevivir. Y estamos convencidos de que sin trabajo no hay dignidad ni futuro posible. Por eso entendemos que la inversión y el presupuesto destinado a políticas sociales debe priorizar el crecimiento y la proyección de la economía popular.
No se trata sólo de poner plata en el bolsillo de las familias trabajadoras sino de crear y potenciar trabajo que mejore la vida de los vecinos. La discusión está en qué priorizamos y dónde termina el dinero que inyecta el Estado. Entre asistencia y trabajo, nosotros siempre elegimos el trabajo.
Pero además sabemos que la teoría del derrame no existe y que precisamos crecer desde abajo. El dinero de la tarjeta Alimentar por ejemplo, termina en las arcas las procesadoras de pago que cobran comisiones altísimas, especialmente en los barrios populares, y de las grandes empresas alimentarias, en parte responsables de una inflación y que, cuando las papas queman prioriza la exportación y la ganancia. Eso se suma a las limitaciones que tiene la Tarjeta en aquellos lugares donde el Posnet no existe, como zonas rurales, o lugares donde viven comunidades indígenas como el chaco salteño.
Necesitamos avanzar en una inversión que priorice el desarrollo humano integral, que acorte el nivel de desigualdad existente y que garantice derechos hoy negados. Con políticas y presupuesto, los trabajadores de la economía popular podemos construir viviendas, mejorar la infraestructura e integrar los barrios populares dotándolos de servicios básicos, fomentar el reciclado y cuidar el ambiente, fortalecer un sistema de cuidados y producir alimentos más baratos y más saludables para que lleguen a la población sin intermediarios y se siga generando trabajo.
Hay que crear estos puestos de trabajo para apostar a transformar la realidad, para vivir en barrios dignos y para comer sano. Es necesario además hacerlo con una perspectiva de género, teniendo en cuenta que las mujeres somos las primeras excluidas del sistema, por eso somos la más pobres, por eso la mayoría de los niños de la Argentina son pobres. Otra realidad es posible si fortalecemos otro modelo agroalimentario y otro modelo económico que deje de poner en el centro el consumo y la ganancia y ponga el buen vivir y el desarrollo humano en el centro del debate.
Desde la UTEP tenemos propuestas concretas para hacer realidad la agenda de Tierra Techo y Trabajo. Consideramos que para cambiar el rumbo hay que planificar, respondiendo a lo urgente pero también trabajar en lo importante. No somos el problema que hay que resolver, somos parte de la solución.
El presidente fue claro cuando dijo que hay que empezar por los últimos de la fila. Tenemos toda la predisposición y la voluntad para escribir esa hoja desde la realidad de nuestros barrios, por eso peleamos para que nos vean y nos escuchen. Aunque sabemos que todas las conquistas y los avances hacia la justicia social requieren enfrentarse a poderes concentrados.
Muchas de nuestras propuestas como crear trabajo y repoblar la Patria están desarrolladas en el Plan de Desarrollo Humano Integral, propuestas que siempre estamos dispuestos a debatir con quien sea, a generar los marcos de unidad que hagan falta para llevar adelante una transformación real y planificada que se base en Tierra, Techo y Trabajo.
Sabemos que del otro lado siempre van a defender que siga todo igual, tapando o asistiendo a la pobreza sin empoderar a los de abajo, marginando y excluyendo al sector de la economía popular en vez de potenciarlo y dotarlo de derechos. Nosotros siempre estaremos de este lado.
(**) Secretaria general adjunta de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP).