La frase del power trío Divididos “en el oeste está el agite” quedó marcada a fuego. La base central de operaciones del agite queda en Hurlingham, una ciudad con aires ingleses a 30 kilómetros del centro porteño.
Con la intempestiva irrupción de Sumo en la escena local durante los primeros años de la década del 80, Hurlingham pasó a jugar en Primera y se convirtió en una usina clave del rock nacional.
¿De dónde había salido esa banda que cambió el ADN del rock vernáculo? ¿Quién era ese pelado que había venido de Italia y cantaba en inglés, antes, durante y después de la guerra de Malvinas? ¿Quién era ese tipo que hablaba un extraño cocoliche y arriba del escenario no se parecía a ningún otro cantante? ¿Cómo se animaban a tocar reggae cuando nadie lo hacía por estas pampas y además las letras de sus canciones iban del humor al cinismo y la provocación sin medias tintas?
Tras la sonora explosión provocada por Sumo, el rock y la vida cotidiana del mundillo ligado a la música en Hurlingham ya no volvieron a ser iguales. Algo muy poderoso había ocurrido en la pequeña ciudad del oeste del conurbano. Y después de la muerte de Luca, grupos como Las Pelotas y Divididos o el magnetismo de Alejandro Sokol agigantaron el mito.
¿Qué pasaba antes de Sumo en Hurlingham? ¿Qué pasaba en los 70, cuando Luca todavía no se paseaba por los bares de la estación ferroviaria seguido por una decena de perros vagabundos? ¿Qué semillas dieron la mejor flor de la planta más dulce?
“Los Rayos”, una película entre el documental y la ficción, dirigida por Nicolás Tacconi, cuenta la historia menos conocida del rock en Hurlingham. En medio de un clima intimista, ágil y cálido, Fernando Popa Arnedo, cuyo personaje de ficción encarna a un periodista de una radio que rastrea los orígenes del rock en la ciudad de nombre inglés, va hilvando testimonios de Ricardo Mollo, Germán Daffunchio, Diego Arnedo y Tito Fargo D’Aviero, entre otros.
A bordo de un Mehari naranja, Popa -sobrino de Diego Arnedo- va recorriendo las calles, develando historias, uniendo datos que parecían inconexos y presentando personajes entrañables: “Mi papel en la película es el hilo conductor para que la historia se vaya construyendo sin caer en un documental frío. También influye que a muchos de los músicos los conozco desde que era chico”, explica Popa en diálogo con Página/12.
En esa investigación surgen bandas menos conocidas, como Oiga Diga, La Hurlingham Reggae Band, La corte del rey Artane y Salmos, un grupo del que Ricardo Mollo recuerda haber sido seguidor en su adolescencia y aun se lamenta por haberse perdido unos de sus shows más memorables, en el cual el cantante, José Carambia, más conocido como el Tano Salmos, hizo una aparición en el escenario que aun festejan los que peinan canas en el oeste bonaerense.
“Quería contar qué había en Hurlingham antes de Sumo. Llegar a ese momento en que había que decidir si se dedicaban de lleno a la música o no. Quería mostrar qué había hecho antes de ese gran momento toda esta gente, porque me parecía muy destacable el hecho heroico de haber elegido hacer música. No era fácil en ese momento”, explica Tacconi, en alusión al rock en épocas de la dictadura.
Muchos entrevistados -entre los que también figuran sonidistas, coleccionistas, plomos y amigos de los músicos- hacen alusión a las dificultades para tocar rock en los 70: “Es muy difícil ser libre cuando vivís en una dictadura militar, uno se jugaba la vida”, afirma Gervasio Díaz Castelli, músico y psicólogo.
“Es evidente que tocar (rock) era su preferencia, su opción de vida”, apunta en el filme Mario Ferrarese, director de Fm Triac, la primera radio alternativa del país, que se inició en Hurlingham y funcionaba en una casa de cuatro metros de ancho y dos pisos, donde sonaba música todo el día, y Diego Arnedo la bautizó “la casa-bafle”.
Ferrarese también recuerda que durante la dictadura la policía le pisaba las manos a los roqueros para que no pudieran tocar más, pero los tipos seguían adelante con la música.
En Los Rayos, realidad y ficción se mezclan en varios pasajes. Popa Arnedo tenía en Triac un programa llamado “El cuerpo pide”, el mismo nombre del ciclo que conduce en el documental, junto al actor Esteban Bigliardi. Fm Triac sigue pasando rock las 24 horas (entre otros programas, Fito Páez conduce “Ciudad de ricos corazones” y Andrea Prodan, “Metiendo púa”), con emisoras en Nono (Córdoba) y Hurlingham, situada en el Paseo Las Flores, donde hay “huelga de amores”. La radio siempre fue un amplificador de las bandas locales.
“En la casa de mi abuela ensayaba Sumo, yo tenía 11 o 12 años y me sentaba en una escalera y los miraba fascinado. Era como estar con Kiss”, bromea Popa. Agrega: “Al conocer a muchos de ellos, creo que la película ganó en calidez”.
Rubén Cavallero, Leandro Carrizo o Willy Marconi, otros músicos locales, coinciden en que empezaron a hacer rock nacional “con lo que teníamos”. El tano Salmos recuerda que Marconi se había comprado una Fender y se la prestaba a quien tuviera un show. “No tener información generó personalidad”, apunta Mollo.
La película también muestra la música y la mirada de artistas más jóvenes de Hurlingham y ciudades vecinas. Entre ellos, Hernán kallis y Lucas Roca (Los Maniquíes), Gabriel Dahbar (Cayacanaya) y Pablo Guerra, quienes eran adolescentes cuando Hurlingham se movía en la efervescencia del reggae. Para Dahbar, que interpreta junto con Kallis un hermoso tema, Sumo fue una banda inexplicable, justamente porque “Luca era un tipo inexplicable”.
Los Rayos, que incluye un dub compuesto especialmente para la película por Arnedo y D’Aviero, fue estrenada en cines de seis provincias en los días previos a las nuevas restricciones que se habían aplicado el sábado 15 de mayo. En el AMBA, en los próximos días se confirmará en que plataforma de contenidos audiovisuales se podrá ver la película.
A su turno, Diego Arnedo rememora entre sonrisas los periplos adolescentes de dos horas en tren con los equipos a cuestas hasta el sur del conurbano, donde habían conseguido una sala para ensayar. Y también se divierte cuando recuerda que, al no tener un peso, hervían las cuerdas de las guitarras para que, supuestamente, recuperaran su sonido. Ya con Sumo, relata que ensayaban en la casa de Timmy Mckern (manager de la banda), hasta que un día les sacó tarjeta roja porque advirtió que en su cava faltaba una importante cantidad de botellas de sus mejores vinos.
Entre otros personajes del inicio del rock en Hurlingham, reunidos para el documental en el ya extinto bar El Bocha, donde paraba Alejandro Sokol, Jorge Gauto, plomo de Sumo, imita la voz de Luca y recuerda que siempre decía: “En Europa está todo hecho, pero ustedes acá tienen todo para hacer”.
También es entrevistado en su casa (una especie de museo del rock) el coleccionista Miguel Calcagno, quien le da play a un casete que atesora una abrumadora zapada de Tito Fargo y Diego Arnedo grabada en los 70 en el garaje de su casa.
“Todos estuvieron muy entusiasmados con la película, incluso aportando grabaciones, documentos o componiendo un tema. En lo personal, fue muy enriquecedor sentarme a charlar con gente que tiene tanta pasión por lo que hace”, le cuenta a este diario Popa Arnedo.
Las vías del ferrocarril San Martín, las antiguas casonas inglesas, las deliciosas vistas aéreas de amplios parques y espesas arboledas, son el decorado que introduce con frescura, aires bucólicos y espontaneidad en la aventura de descifrar los signos que convirtieron a Hurlingham en meca del rock: “La película cuenta ese contexto previo a la llegada de Luca, que venía con una enorme carga artística y generó una química súper potente con los pibes del barrio”, reflexiona Popa.
Para Tacconi, tras la filmación de Los Rayos, en lo personal, lo que pasó en Hurlingham lo mueve a afirmar que “si querés hacer algo, tenés que ir con todo por eso”.