“El estilo de cada canción depende de la vibra, la letra y la melodía del tema”, describe Simona, videollamada mediante, desde Madrid, en la previa de su actuación en el festival Sound Isidro.

Por más que la música brasileña y el género urbano aparezcan en una primera instancia como la columna vertebral de su novel cancionero, ninguno de los singles que sacó se parece al otro. Por ejemplo, si Clean Baby apunta de manera futurista hacia la bossa nova y Rosa pastel es una suerte de perreo atmosférico, la intención del tercer corte promocional de su inminente EP, lanzado a comienzos de mayo, es más evidente, frontal y pistero.

Lluvia está atravesado por la manera de entender el dancefloor del productor y DJ canadiense Kaytranada. Aunque ella termina de condimentar: “Vengo escuchando lounge, Chico Blanco y electrónica. Estoy en una de cerrar los ojos y bailar en una fiesta”. Pero detrás de esa reverencia al house, hay una trama generacional. “Soy de 1995, una generación muy collage que vivió muchas experiencias diferentes”, reflexiona. “Escuchamos desde Intoxicados hasta Illya Kuryaki, pasando por el Flaco, Charly, Britney y Boom Boom Kid.

Entre Cuyo y Cataluña

Si bien hoy es una de las sorpresas de la actual escena musical española, Simona es argentina. Mendocina, para ser más exactos. No sólo la delatan sus influencias, sino también la cadencia de su acento.

“Con mi crew, nos criamos en la plaza. Mamamos muchas cosas de un montón de lugares. Creamos una identidad y un relato que están buenos”, contextualiza la cantautora y bailarina. “Por eso me identifica mi manera de escribir, mis melodías, y que las producciones vayan saliendo como salen. Sé que puedo explorar en diferentes lugares. Si esa esencia se mantiene, el proyecto seguirá creciendo.”

Simona llegó a Barcelona sin pretensiones artísticas. Un día, se encontró componiendo. Imagen: Cecilia Salas 

A pesar de presentarse a cuentagotas, la artista ha sido capaz de mostrar su carácter. “Me tomo una pasty, me pongo re nasty / Mirando The Office y quedándola ahí / No siento el cuerpo, ven para acá mi amor / Entrando al pary, todo se congeló”, canta en Nasty, una de las ocho canciones que lanzó hasta ahora.

Sin embargo, hay ciertos puntos de encuentro de su verso, de su urbanidad y de su sonido con los de Nahty Peluso, al igual que su origen argentino, aún no saltaron las comparaciones al otro lado del Atlántico. 

De todas formas, Simona Sibilla, tal como figura en su DNI, se encarga de aclarar: “No me identifico con Nathy. La admiro muchísimo, la escucho un montón. Parece una bomba. Pero su inspiración viene más del jazz, del R&B y de lo latino, mientras que la mía es la música brasileña. Si bien coincidimos en ese mix de lo urbano, hacemos cosas diferentes”. Además, la de Morón vive en Madrid, en tanto que la cuyana fijó base de operaciones en Barcelona. Hace cuatro años que disfruta de ese trozo del Mediterráneo, adonde llegó sin ninguna pretensión artística.

Tras incursionar en el punk en su urbe natal, donde tuvo en Piti, frontman de los míticos All Hood, a uno de sus ídolos de su recién estrenada adolescencia, había probado la coreografía en Buenos Aires. Poco después viajó 14 mil kilómetros para acompañar a su hermana Geo en el nacimiento de Otto, su sobrino, y no volvió.

Mujer, inmigrante, independiente

Cuando empecé a hacer música en 'Barna', no había pisado un estudio”, revela. “En un verano, mis amigos volvieron a Argentina y me dejaron una guitarra. Me quedé componiendo. Luego conocí a mi mánager en los Open Mic de Las pibas producen (plataforma concebida para apoyar las propuestas artísticas de mujeres e identidades disidentes).”

Entonces en 2019 apareció su primer single, Bali, que hoy ya tiene medio millón de reproducciones en Spotify. “Lo escuchó un montón de gente”, se sorprende. “Supongo que se identificaron con el tema porque soy mujer, inmigrante e independiente. Recuerdo que cuando lo hice, había llegado a Barcelona y no podía creer esa sensación de caminar por la calle sin el temor a que me pasara algo. Iba a la playa, me ponía en tetas y nadie me decía nada. Lo compuse en un papel. Ni siquiera pensé que me iba a dedicar a la música.

Desde ese momento, Simona puso a dialogar su pasado punk con su presente chill. “Digo cosas muy fuertes de manera poética”, sintetiza. Pero no es su único rasgo. “Fotos, películas, videoclips, videos de skate o de danza me inspiran al momento de escribir. Esta es una era súper visual. Estamos todo el tiempo en Instagram o Tik Tok.

--Hiciste en poco tiempo, y con una pandemia de por medio, lo que muy pocos latinoamericanos pudieron hacer en su propio país.

--Me siento privilegiada. Obvio que por ser mujer y latinoamericana todo cuesta un poco más. El under en Europa, y especialmente en España, es muy difícil desarrollarlo, a diferencia de Argentina. Pero de a poco les artistes se hacen lugar.

--¿Recomendarías a otro artista argentino que probara suerte fuera del país?

--Recomiendo a todos los jóvenes que se vayan y prueben. No me refiero sólo a España, sino adonde quieran.

--Considerando que vivís en la misma ciudad de Rosalía, ¿sentís que ella fue un punto de inflexión para la música actual?

--A full. Es una súper referente, un ejemplo de chabona laburante. Más allá de que sea catalana, me parece que su música es top. Cualquier persona que la vea en vivo, y que escuche un disco suyo, va a flashear acá, o en la China. Abrió mucho el panorama, por más que haya un auge de la música en español.

Canciones que también se ven

Tijeretality evidencia muy bien el carácter visual de sus canciones. “Ese caso fue reflashero porque ese tema lo produje en la cuarentena, durante dos días”, repasa. “Con un amigue, lo hicimos en la guitarra. Era pop, sin pensarlo mucho.

Si bien recién prepara su primer trabajo discográfico, Simona supo demostrar hasta ahora su idiosincrasia sonora. “Ha sido un proceso”, confiesa. “Cuando tocaba mis canciones con la guitarra, pensé que iban a ser parte de un disco. Siento que son como un collage. Me apropié de ese concepto para poder crear sin tantos prejuicios, y hacer lo que quisiera.”

Fiel a la elasticidad de su repertorio, la novel artífice de Yuukii Music (con sede en Madrid, este sello enlaza a músicos latinoamericanos con productores españoles) prefiere no casarse con ningún estilo. “Soy una artista que está empezando, que se está descubriendo y que todos los días genera nuevas identidades. Aprovecho la posibilidad que tengo para hacerlo”, apunta. “El día que me identifique a full con ese estilo, me pongo de novia un tiempito. Pero, por ahora, prefiero seguir experimentando”.