Ante todo, debo decir que Pablo Juárez y Evelina Sanzo son dos refinados artistas, intérpretes y compositores de la Rosario contemporánea. En un sorprendente encuentro musical nos han regalado una bellísima versión de nuestro Himno Nacional que de por sí, no merece otra cosa que aplausos y felicitaciones.
Es verdad que el espíritu mozarteano de la partitura de 1813, destinado a destacar el clima patriótico y antiespañol de esos momentos fue atenuado por un carácter de balada que permitió a los intérpretes fraseos estupendos que crearon un clima recordatorio y simbólico, que remitió a los espacios más profundos de nuestra memoria cuando la pedagogía oficial y la escuela primaria inducían, cuando niños, nuestra conciencia de Patria.
Curiosamente algunas voces discordantes pusieron el grito en el cielo por un fino toque a la letra que le pone un sello 2021.
Curiosamente, ninguno de ellos recordó que ni la música, ni la letra, ni la extensión que conocemos y entonamos hoy como propias del Himno Nacional Argentino son originales, ya que fueron reformadas en reiteradas oportunidades.
La recopilación de los materiales que sobrevivieron desde la Asamblea de 1813 estuvo a cargo de Juan Pedro Esnaola en 1860.
“En 1900, un decreto del 30 de marzo firmado por el presidente Julio Argentino Roca dispuso que sólo se cantaran la primera y la última cuarteta y el coro de la Canción Nacional, lo que fue ratificado por el Decreto 10.302 de 1944”, según textos de la web oficial del Estado nacional. Pero la realidad es que Roca, por Decreto, suprimió el 80 por ciento aproximadamente (unos siete minutos) de la letra del Himno por la sencilla razón que entendió que el texto original era antiespañol y las condiciones políticas habían cambiado desde los tiempos de la Independencia. Así vivimos los argentinos: cuarenta años, hasta 1944, con un Himno modificado fácticamente por Decreto.
En su afán por desacreditar la cuidada versión de Sanzo/Juárez muchos sostienen que el Himno “es un símbolo patrio, inmodificable o que para modificarlo se requieren asambleas de decisión del pueblo”. Peor aún, pretenden aplicar el artículo 222 del Código Penal como marco sancionatorio. Me pregunto: si a Evelina por modificar finamente dos palabras se la acusa de “ultrajar” el Himno, ¿qué queda para Roca que de un plumazo suprimió siete estrofas?
Sólo basta leer el texto de López y Planes para comprender la grave amputación aplicada a nuestra Marcha Patriótica en 1900. Según la visión del autor, surgía una nueva Nación a partir de la conquista de su libertad, luego de luchar contra la tiranía y la opresión. No hubo alusión en la letra a sectores sociales, sino que se menciona a todo el pueblo argentino como integrante de un grupo más amplio: el pueblo americano aludiendo incluso a diversos lugares de América: México, Quito, Potosí, Cochabamba, La Paz, Caracas y Buenos Aires expresando la unión americana en la causa emancipadora.
Entre otras mutaciones, en el siglo XXI, y en este camino de “supresiones”, se destaca la versión utilizada por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) que deja a nuestro Himno sin voz, sin texto. Quien lo escucha, no sabe a qué país representa.
Los mediocres de siempre no han levantado sus voces en esos casos. Sólo han reaccionado cuando una joven mujer rosarina contemporánea les recuerda finamente que soplan nuevos tiempos y que están dispuestas a “…con gloria morir, con gloria vivir”.
Por todo lo expuesto sólo atino a pensar que las voces acusadoras no defienden la integridad literaria ni ideológica de nuestro Himno. Sólo expresan, mal que les pese, un profundo sentimiento antifeminista. Sepan que el corazón de los artistas no se detiene.