En las fotos de Jorge Miño los humanos sólo hacen presencia en la ocupación del espacio y la transformación de la materia. Máquinas, artefactos, instrumentos, ornamentos y sobre todo construcciones y estructuras, claras como evidencias, o bien difuminadas o confundidas hasta la borradura, muestran huellas de deseo, ambición, pretensión, desprendimiento, derroche, planes de vida, deformación de la vida, titanismo transformador y producción compulsiva: todo eso que informa el trabajo y las reglas del ocio y la estética. Faltas de cuerpos alrededor, son anticipos de futuras ruinas, síntomas; para el que las mira bien, fuentes de un arte en ciernes.
Este símil de filosofía no alcanza a camuflar que no soy crítico ni estudioso del arte, sino un admirador veterano que, habiendo mirado unos miles de obras de todas las épocas, frente a un objeto contemporáneo se ha acostumbrado a comparar, diferenciar, dejarse agitar el pensamiento y ampliar la percepción y, si es lector y escribe, incluso distinguir, por ejemplo, la rareza de la redundancia y la visión singular de la idea extravagante. Es una reacción incontenible, un placer provechoso. Como Miño no sabía estas cosas, cuando me invitó a colaborar en este libro adelantó que no pensaba en el habitual ensayo esclarecedor. No quería lecturas ni análisis que orientaran a favor del artista sino una contigüidad entre imágenes y palabras que creara un espacio intermedio para la imaginación reflexiva. Al menos así traduje yo lo que me estaba diciendo, y él no me corrigió. Era una idea de composición; a mí me tocaba elegir los textos. Acordamos que no funcionaran como glosas, ilustraciones verbales ni especie de notas al pie, pero tampoco como polos de metáforas; porque si bien entre los dos términos heterogéneos de una comparación suele surgir otro indefinido e imprevisto, ya hay casi un automatismo que da a la metáfora un cariz performativo. Los textos tenían que ser indicios de lo más esquivo que las imágenes irradiaban en silencio; la composición, un campo neutral para abonos mixtos.
No era tanta la restricción como parece. Así que me dediqué a mirar las fotos despacio, muchas veces, con toda la atención posible, en modo aleatorio, pasando de una a otra a ritmo bastante constante, sin interpretar pero alerta a lo que tocaban en mi bodega mental de lecturas. Era una forma de asociación libre, ese fenómeno de enlace que sucede dentro de lo que al cerebro se le antoja subir a la conciencia de todo lo que tiene acuñado. Iban aflorando frases, pasajes, fragmentos, piezas, libros enteros y autores todavía no acompañados de una obra en particular. Es cierto que el intercambio entre vivencia reciente y archivo de la memoria no garantiza juzgar bien, pero no es arbitrario, tiene sus motivos y lo útil es que tarde o temprano los muestra. Cuando el cerebro chisporrotea de asociaciones puede encenderse La Poesía. Bienvenida, pero sin confiar demasiado. Ahora había que editar los productos de la memoria y pasé a la biblioteca real. De varios recorridos obtuve una barbaridad de materiales: ficción, poesía, aforística, ensayo, investigación, crónica. Los tamicé. Los que quedaron tendían a dividirse en temas y, como debía haber previsto con ese procedimiento, en cuanto volví a las fotos los temas las dividieron en motivos visuales y cada motivo se agrupó en una sección. Como en montones de composiciones, en esta hay una parte de improvisación. Por eso no conviene buscar exactitud en los nombres de las secciones; en cada una hay fotos que podrían estar en otra.
Y no me parece mal que el lector se pregunte a qué viene esta forma de componer un libro de arte. Miño se lo pregunta. Me lo pregunto yo. Puede tomarse como una rebelión teatral contra el ordenamiento rígido de las obras de un artista, las estrategias de curaduría o el estudio evolutivo; como un berrinche elegante. También como una imitación de esa fotos del libro en que la organización del espacio culmina en caos. Pero no descarto que más bien se trate de abrir lugar, no sólo a las muchas relaciones que Miño vislumbró concentradas en la idea de una obra, sino también a lo que la idea realizada en imagen puede mostrar sobre la materia, la actividad humana, sus ambivalentes fines, el árido esplendor de la geometría y los haberes y deudas de la estética.
De algunos fragmentos o poemas se da la única traducción al español publicada; de otros, la que me pareció la mejor. De otros más la traducción es mía.
* Escritor y traductor. Texto introductorio del libro Transversal, de Jorge Miño, publicado por KBB, que incluye un centenar de imágenes del fotógrafo y textos de Rodolfo Biscia, Michel de Certau, Rodolfo Fogwill, Georges Bataille, Samuel Beckett, Oliver Sacks, Anne Cauquelin, Álvaro de Campos, Henri Michaux, Samuel Johnson, Rea Koolhaas, Roberto Calasso, Wislawa Szymborska, Georges Perec, Eugenio Montale, James Ballard, Julio Cortázar, Gabriella Fiori, Lisa Randall, Jorge Wagensberg, Noni Banegas, Severo Sarduy y Paul Valéry, entre otros.
Itinerario de Jorge Miño
Nació en Corrientes en 1973. Vive y trabaja en Buenos Aires.
Se formó con Alejandro Kuropatwa, Martin Weber y Alberto Goldenstein y en workshops como el de fotografía contemporánea de Malba-Jumex, dictado por Pablo Vargas Lugo. Participó de la residencia Intercampos, dictada por Victoria Noorthoorn y Dino Bruzzone; de Urra, dirigida por Melina Berkenwald.
Entre sus muestras más destacadas se encuentran: Lo invisible, (galería Ungallery, Buenos Aires Argentina, 2019) El sentido de un comienzo (Galería Enlace, Lima, Perú, 2018); Geometrías derivadas (CCK, curaduría Massimo Scaringella, Buenos Aires, Argentina, 2018); Volúmenes del vacío (Galería Praxis, Buenos Aires, Argentina, 2016); Todo lo que ha existido perdurará en la eternidad (Galería Dot Fiftyone, Miami, USA); Volúmenes del vacío, (Galería Praxis, 2016); Unlimited (Galería Dot Fiftyone, Miami, USA), El umbral invisible: donde los finales se vuelven comienzo (Centro Cultural Recoleta, curada por Gabriela Urtiaga).
Participó de muestras colectivas entre las que se destacan: 14th Bienal de Curitiba 2019, Brasil. Relazioni estetiche (Villam, Reggia di Caserta, Italia, 2018, curada por Massimo Scaringella); Enigma da visão (Museu de Arte Cascavel, Cascavel, Brasil, 2018, curada por Massimo Scaringella y Luiz Carlos Brugnera); Ficciones de un tiempo infinito (CCK, Buenos Aires, Argentina, 2016), Huella (Parque de los Laberintos, Tecnópolis, 2016). Haussmannization, Galería Dot Fiftyone, Miami, USA (2014); Argentina en México (Museo MACAY, Mérida, 2013), Oxímoron (Fundación Proa, curaduría Daniel Molina, 2012).