La búsqueda de más visualizaciones, likes, rating y el minuto a minuto parecen marcar buena parte de la agenda periodística actual. En ese marco se tiende a priorizar el impacto, el sensacionalismo, la emoción.
Noticias cada vez más breves, descontextualizadas, sin análisis, fragmentos de relatos que saltan de un tema a otro: el relato de una mujer llorando, un crimen morboso y un video que se viralizó puede ser parte central de la agenda informativa, si es que vende.
¿Te imaginás a Rodolfo Walsh corriendo detrás de si medían bien o no sus relatos? No. Porque el periodismo es o debería ser otra cosa.
En los últimos años, según el Monitoreo comparativo de Programas Noticiosos de canales de aire de la Ciudad de Buenos Aires de la Defensoría del Público hay una tendencia: se emiten cada vez más noticias en el mismo tiempo y con menos fuentes de información.
Mientras se privilegia la noticia como mercancía, la agenda de policiales e inseguridad es la que prevalece. Según el último informe del mismo organismo, otra tendencia que se sostiene en los últimos años es que “continúa evidenciándose el contraste, entre la reiteración de las temáticas preponderantes y la escasa visibilidad de otras perspectivas, asociadas a un tratamiento positivo y respetuoso de grupos sociales en mayor situación de vulnerabilidad, tales como, “Personas mayores”, “Pueblos indígenas” o “Migrantes”.
Las redes sociales complejizan el fenómeno. Operaciones, saturación de información y noticias falsas agregan muchas veces confusión en el marco de estos discursos impactantes y fragmentados.
La ley de servicios de comunicación audiovisual, que sigue vigente en la mayoría de sus artículos, aunque algunos no lo deseen, reconoce la comunicación como un derecho humano. En ese sentido, la ley establece entre los objetivos de los medios: “la defensa de la persona humana y el respeto a los derechos personalísimos, la construcción de una sociedad de la información y el conocimiento y la actuación de los medios de comunicación en base a principios éticos”.
A pesar del cambio de paradigma que estableció la ley, la idea de la comunicación sólo como mercancía sigue prevaleciendo. Esta mirada no es nueva, ya el sociólogo Pierre Bourdieu sostenía: “se puede y se debe luchar contra los índices de audiencia en nombre de la democracia”.
En un momento de profunda difamación, de operaciones político mediáticas y publicaciones de noticias falsas, Sergio Maldonado (hermano de Santiago Maldonado) les dijo a los periodistas: "si no tienen novedades que informar no ensucien a las víctimas, pasen música".
Pensar la comunicación sólo desde la lógica del mercado nos lleva casi inevitablemente a vulnerar los derechos de las personas. Si la comunicación es sólo un negocio, la imagen de un cuerpo violentado, las difamaciones pueden ser la garantía de un buen rating y de apetecibles ventas. Como contraejemplo, si pensamos la comunicación como un servicio, debemos pensar para qué informamos. Cuál es el sentido de ese recorte que llamaremos noticia. Qué efectos de realidad queremos contribuir a construir.
En el complejo contexto actual, quizás ahora más que nunca. Desde nuestro relato periodístico podemos y debemos brindar herramientas que cuestionen las violencias, visibilizar las problemáticas de los grupos históricamente vulnerados y contribuir al desarrollo de miradas críticas e inclusivas que eviten las simplificaciones superficiales. Si no, pasá música.
* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Profesor de la UNRN.