El gobierno evalúa la puesta en marcha de un ASPI, es decir, de un Aislamiento Selectivo Planificado e Intermitente. Se trata de una opción que podría aplicarse luego de otras como el Aislamiento (ASPO) y el Distanciamiento (DISPO) Social, Preventivo y Obligatorio. Aunque la sigla parezca nueva, en verdad, retoma una idea original planteada en julio de 2020 por un grupo de investigadores del Conicet, que combinaron conocimientos provenientes de la modelación y el análisis matemático con las ciencias sociales. En síntesis, los confinamientos estrictos son seguidos de aperturas en una sucesión de ciclos con cuidados por tiempos cortos y programados. Otorgar previsibilidad en un contexto de incertidumbre puede ser clave, ya que podría contribuir a una reactivación económica, mientras los casos descienden y la vacunación avanza.
“La propuesta de un ASPI la propusimos en julio del año pasado y desde ese momento la compartimos en diferentes reuniones de asesoramiento con diferentes jurisdicciones. A partir de la emergencia del tema, preparamos un documento mucho más formal que entregamos la semana pasada a todas las autoridades con las que tenemos contacto, tanto a nivel municipal, provincial y nacional”, explica Daniel Feierstein, investigador del Conicet y uno de los impulsores del proyecto.
¿En qué consiste?
El ASPI es un aislamiento “selectivo”, es decir, que tiene en cuenta la zona geográfica y las actividades económicas comprendidas. Con esto, las medidas no tienen que ser en todas las jurisdicciones al mismo tiempo, sino que pueden permanecer por más días en áreas epidemiológicas más comprometidas. Asimismo es “planificado”, por lo tanto, prevé confinamientos previsibles y diseñados con la máxima antelación posible a partir de un calendario prefijado. Y, por último, es “intermitente”, los cierres eficientes (etapas de supresión) son continuados por períodos de reactivación controlada (mitigación). En cierta medida, la puesta en marcha de un ASPI podría ir en consonancia con la orientación que tuvieron las últimas medidas del gobierno. En el último DNU, el Ejecutivo propuso un lapso de restricciones estrictas por nueve días y luego, a partir de este lunes, un retorno a la fase previa con un esquema de actividades diferenciadas según la situación epidemiológica en cada territorio.
“El ASPI es un modelo teórico que planteamos hace meses junto a Rodrigo Castro y otros colegas que podría probarse. Se trata de una lógica intermitente y selectiva, que supone que los meses se organicen a partir de tiempos de cierres y de aperturas”, propone Feierstein. Luego, el docente de la UBA y la Untref continúa con un ejemplo: “La dinámica que se proponía era más o menos así: podíamos cerrar nueve días para cortar la propagación y abrir 20 para estimular la economía. Este mismo proceso podría repetirse durante algunos meses”. Según los cálculos de los especialistas, podrían proponerse 9 días de cierre y 5 de apertura, 9 de cierre y 12 de apertura, o bien, 16 y 12, a partir de la consideración de los días hábiles y los fines de semana. Son diferentes modelos que podrían funcionar si se respetan a partir de una sucesión cíclica.
“La estrategia está pensada para demoler una curva alta y llevarla a niveles lo suficientemente bajos como para que se pueda eliminar la circulación comunitaria, manteniendo controlada la cantidad de casos mediante rastreo y aislamiento de contactos estrechos”, expresa Rodrigo Castro, el otro Investigador del Conicet que propuso la iniciativa. “Plantea un objetivo claro tras el cual alinearse, permite medir los éxitos alcanzados al finalizar cada ciclo y sobre todo podría eliminar de la ecuación muchos factores de incertidumbre que han venido debilitando el nivel de compromiso social necesario para que durante los períodos de cierre se logre reducir los contagios de manera significativa”, sostiene el referente del Instituto de Ciencias de la Computación de la Facultad de Exactas y Naturales (UBA).
La aplicación de diversas estrategias con eficacia sobre la circulación de las personas y la propagación del virus obedece a los contextos y a los humores sociales, ya que, sencillamente, no todas las políticas sanitarias pueden instrumentarse en el mismo momento. A su turno, también permite desnaturalizar la idea de que la curva de infectados se mueve con independencia de las acciones humanas. Como los especialistas aseguran, ya no es cuestión de “esperar un pico” o de “lograr un amesetamiento” de los casos. En última instancia, lo que suceda con la realidad epidemiológica en Argentina depende de las medidas ejecutadas por el Estado y del nivel de acatamiento por parte de la ciudadanía.
¿Para qué?
El plan de restricciones y flexibilizaciones intercaladas por territorio y área de incidencia, es decir de cuarentenas estrictas con fechas concretas, procura el cumplimiento de varios objetivos. Por un lado, se busca mantener la situación epidemiológica controlada y, por otro, en los lapsos de aperturas, oxigenar a un sector considerable de la economía que se vio y todavía se observa muy afectado por cierres sostenidos.
“Creo que es implementable si hay voluntad y consenso político. La comunicación clara, unificada y abundante del cronograma de ciclos de cara a la población es crucial, y eso requiere de convicción y de acuerdos sostenidos a mediano plazo”, plantea Castro. Desde esta perspectiva, apunta Feierstein: “Su implementación es totalmente viable y oportuna en el momento actual. Hubiera sido mejor antes pero no deja de ser un buen contexto para hacerlo. Requiere de un carácter planificado, de manera que no sería efectivo si se declaran las restricciones un día antes de ser implementadas. El objetivo es adelantar las medidas con tiempo para que la sociedad pueda organizarse, según los cierres y las aperturas”. Luego completa: “Podría contribuir muchísimo al construir mayor previsibilidad y planificación. Puede funcionar como un aporte a la organización económica de cualquier empresa, laboral de cualquier trabajador e, incluso, a la salud mental de la población”.
Contar con un calendario, en este sentido, podría servir para organizar de una manera más precisa la vida económica y social de la población. Asimismo, un ASPI podría generar, nuevamente, un consenso alrededor de las medidas de cuidado para mitigar esta nueva ola que pone en jaque al sistema sanitario y que ocasiona un promedio de 500 muertes en cada jornada.
La adhesión al cumplimiento de las medidas puede venir de la mano de un horizonte que reduce la incertidumbre social respecto de lo que ocurrirá a corto y mediano plazo. La ansiedad, de este modo, se corre a un lado y se abre paso un mayor grado de certeza. Mientras tanto, se produce el avance del proceso de inmunización masiva: al tiempo que se reduce la aceleración de los casos y la curva se achata, la vacunación adquiere ritmo tanto en las poblaciones de riesgo como en el resto. Ya han arribado al territorio doméstico más de 17 millones de dosis y, de acuerdo a las proyecciones que se realizan, en los próximos siete días Argentina podría alcanzar las 20 millones, entre los lotes de AstraZeneca (desde México y Estados Unidos, cuya sustancia activa fue elaborada en el laboratorio mAbxience) y Sputnik V. El 21% de la población ya fue inoculada al menos con una dosis. Aún falta pero las proyecciones son buenas.