Desde París
Los buenos amigos son nuestros mejores confidentes, pero los mejores amigos pueden ser aliados declarados y espías adictos a las órdenes de otro gran amigo. Dinamarca, país miembro de la Unión Europea desde 1973 y del espacio Schengen a partir de 2001 (libre circulación de bienes y de personas) se ha portado como uno de esos excelentes amigos de la Unión Europea a cuyos dirigentes espió como empleado de segunda mano de los servicios secretos norteamericanos, concretamente la ya célebre NSA (Agencia Nacional de Seguridad). Una investigación periodística publicada hace un par de días por el vespertino francés Le Monde, el alemán Süddeutsche Zeitung e iniciada por el canal público danés DR reveló cómo los servicios de inteligencia de Dinamarca (FE), entre los años 2012 y 2014 “colaboraron” con la agencia norteamericana para espiar, entre otros países de la UE, a Alemania, Noruega, Suecia y Francia.
Este lunes 31 de mayo, el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana Angela Merkel un exigieron “esclarecimiento total” sobre la forma en que Dinamarca se prestó al jueguito del teléfono pinchado con dirigentes de rango tan alto como la misma Merkel, el jefe de la diplomacia alemana de aquellos años, Frank-Walter Steinmeier, o el líder de la oposición Peer Steinbrück.
”Esto no es aceptable entre aliados, menos aún entre aliados y socios europeos”, dijo Emmanuel Macron al cabo de un consejo de ministro franco alemán. Los nombres del Ejecutivo alemán son los únicos que se conocen por ahora, pero hay muchos más dirigentes de Europa espiados por Dinamarca y Estados Unidos. Según la investigación hecha pública primero por el canal danés DR cuyo contenido reproduce un informe interno de los servicios secretos de Dinamarca, la NSA norteamericana se “sirvió” de los sistemas daneses de intercepción de los cables de telecomunicación submarinos. La Agencia Nacional de Seguridad disponía de esa información gracias a una serie de acuerdos de cooperación firmados con Dinamarca.
Las sospechas empezaron a circular en 2014. Ese año, Thomas Ahrenkiel, jefe del Servicio de Inteligencia de Defensa de Dinamarca (Forsvarets Efterretningstjeneste, FE), inició una investigación interna para determinar si, de pronto, la administración de Barack Obama no estaba abusando de los términos del acuerdo de cooperación firmado entre los dos países. El resultado es un informe llamado Operación Dunhammer. La fecha no es inocente. En 2013, el periodista norteamericano Glen Greenwald empezó a publicar en el diario británico The Guardan las revelaciones del ex agente de la CIA y de la NSA Edward Snowden (hoy refugiado en Rusia) sobre la apabullante forma en que la misma NSA espiaba al planeta entero con, entre otros gestos amistosos, la plena colaboración de Google, Microsoft, Yahoo! y Apple. En 2013, Angela Merkel le había dicho a Obama que resulta “inaceptable el espionaje entre amigos”.
Gracias a una conexión a los cables de telecomunicación de Dinamarca la Agencia Nacional de Seguridad accedió a los SMS, a las llamadas telefónicas y al conjunto del tráfico generado por internet. Ello incluye las búsquedas, los chats y los servicios de mensajería. Los nombres de los líderes espiados y los altos cargos que ocupan muestran sin ambigüedad que Copenhague y Washington concentraron su curiosidad en el seno de sus propios aliados y no en las zonas conocidas como “barrios de chicos malos”, en este caso Rusia, China o Turquía. La Comisión europea ha bajado, por el momento, la cabeza. Bruselas se limitó a decir que todo lo que atañe a los servicios de inteligencia es “un asunto nacional”. Sin embargo, en el escándalo están involucrados el amo del mundo y un miembro de la UE.
A Washington parecen interesarle más sus “aliados” que sus supuestos enemigos, y muy particularmente Angela Merkel y los presidentes franceses. Desde 2006 hasta 2012, la NSA estadounidense espió a no menos de tres mandatarios de Francia: Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y François Hollande. Lo más probable es que no haya ni sanciones ni renuncias. Si el espía hubiese sido Rusia se habría desencadenado un terremoto, pero como es Estados Unidos sólo habrá un suspiro indignado, un reclamo de pura forma y nada más. El Viejo Continente ha vuelto a descubrir cómo uno de los más simpáticos presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, ha sido uno de los amigos-aliados más preocupados por los secretos ajenos.