La academia define como “punto de no retorno” el momento a partir del cual un sistema no puede volver a su condición anterior más allá de lo que se haga con él. El concepto resulta ilustrativo a la hora de describir el escenario ambiental: los científicos señalan que el aumento de 1,5 °C en la temperatura media del planeta puede ser el punto a partir del cual ya no será posible volver a la situación climática actual. Este es el eje de Punto de no retorno, el documental del biólogo, periodista y actual viceministro de Ambiente, Sergio Federovisky (dirigido junto a Nicolás Capelli y Diego Cosini), que se estrenará el sábado 5 de junio a las 20 horas en la página web de la Fundación Ambiente & Medio. Científicos del Conicet y la NASA, activistas, políticos e intelectuales advierten sobre los peligros de no actuar a tiempo para detener los avances del cambio climático.
- El documental señala la falta de información como uno de los principales problemas. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación?
- La información es crucial porque permite tomar mejores decisiones. El rol del periodismo es determinante, pero yo no estoy muy feliz con el papel que están cumpliendo en materia de tratamiento de las cuestiones ambientales. Por un lado, porque tiende a mirar las cosas como fotografía y no como proceso, y lo ambiental es indefectiblemente un proceso; por otro, porque banaliza los contenidos y los aborda sólo dentro de la coyuntura. La espectacularización del tratamiento del cambio climático no profundiza las verdaderas causas ni las posibles soluciones que podrían aplicarse.
- En Punto de no retorno usted declars no ser optimista y admite formar parte de una generación que fracasó.
- Cuando digo que no soy optimista parafraseo a Gramsci, que decía: “No soy un optimista de la voluntad sino un pesimista de la razón”. Creo que hay que ver las cosas como son y admitir que fracasamos como generación para poder tomar mejores decisiones hacia adelante y, en todo caso, ser positivos antes que optimistas. Soy parte de una generación que creyó que bastaba con poner en agenda política la cuestión ambiental y que todo se resolvería idílicamente con una sumatoria de conciencias. Fracasamos porque después de 30 años todos los indicadores ambientales están empeorados y eso es un dato fáctico.
- ¿Qué papel tienen los movimientos juveniles?
- Los jóvenes señalan a los Estados como principales responsables de esta situación; no invocan la necesidad de que cada uno cierre la canilla y apague la luz en su casa porque lo dan por hecho. Ellos portan un gen que afortunadamente ya está incorporado y creo que son el emergente de un cambio de época. En el siglo XX, la matriz de pensamiento indicaba que el crecimiento económico sólo era posible destruyendo la naturaleza; en el siglo XXI empezamos a entender que crecimiento, desarrollo y bienestar sólo pueden obtenerse a partir de una relación armónica con la naturaleza. La juventud es parte del nuevo paradigma y hay dos cosas que ya no discuten: la igualdad de género y el ambiente.
En el documental se les pregunta a varios científicos qué es lo que harían si pudieran tomar decisiones. Al momento del rodaje, Federovisky aún no era viceministro; hoy reflexiona: “Al llegar a un cargo público, uno no debe deslumbrarse por todo lo que cree que va a poder transformar ni frustrarse por aquello que no es posible. Hay que fijarse metas que no vulneren lo que uno pensaba antes de ser funcionario. Yo sigo creyendo las mismas cosas que antes: sigo cuestionando la minería a cielo abierto, que Argentina no tenga una matriz de generación de combustibles que no dependa de los fósiles o que se sostenga un modelo de monocultivo cuando existen otras posibilidades”.
Con frecuencia los temas ambientales parecen quedar relegados como cuestiones de largo plazo. Sin embargo, la vida cotidiana de muchas personas ya se alteró a causa del cambio climático: Punto de no retorno recoge el testimonio de Eulogia Tapia, habitante de La Poma (Salta), quien asegura sufrir más calor, más viento y cambios considerables en sus animales. “En una plataforma de proyección de datos científicos sobre cambio climático descubrimos que en esa zona la temperatura máxima media diaria va a subir entre 5 y 8 °C de acá a diez años. Las temperaturas máximas van a ser de 43, 45 o 47 °C. La vida en esas condiciones es inviable”, sostiene Federovisky.
En el horizonte aparece la idea del suicidio colectivo, una caída indefectible hacia el abismo. “Una vez un amigo psicoanalista comparaba la cuestión ambiental con la pulsión de muerte que el psicoanálisis describe a escala individual: el ser humano hace cosas que sabe que lo dañan pero no puede dejar de hacerlas. El politólogo Brian Berry decía que la gran paradoja de la cuestión ambiental es que todo el mundo sabe qué es lo que hay que hacer, pero no aparece el sujeto político que lo haga. La responsabilidad del Estado es estar un paso por delante, observar esa pulsión social de muerte y frenarla”.
- Otro de los puntos que se abordan es la disputa entre el bien común y el interés particular de grupos como el sector agropecuario argentino, beneficiado a corto plazo por el aumento de las lluvias. ¿Cómo impactan esos comportamientos egoístas?
- Impactan de manera muy negativa. Ahí es donde creo que vale lo colectivo. Yo soy ateo, pero en Laudato si’ el Papa dice que el bien común no puede quedar supeditado al interés particular del mercado, y el clima es un bien común. Lo que tenemos que entender –y con esto me refiero a los gobiernos– es que la obligación ética de los Estados es proteger el bien común, entonces si alguien se ve beneficiado por alguna circunstancia que perjudica ese bien común, no es un beneficio sino simplemente angurria.
- ¿Cuáles son las políticas públicas que se trabajan actualmente?
- El gobierno argentino puso en agenda la cuestión ambiental con la creación de un ministerio y el compromiso del presidente Alberto Fernández en el escenario internacional. Hubo un fortalecimiento inédito del sistema nacional de manejo del fuego y un avance monumental respecto de la gestión anterior: multiplicamos por siete el presupuesto y generamos un fondo específico para el tratamiento de estas cuestiones. El tema de los residuos es muy importante: en Argentina hay 5 mil basurales a cielo abierto. En tan sólo un año invertimos 100 millones de dólares de un préstamo que el gobierno anterior había subejecutado de manera colosal, y estamos construyendo soluciones concretas para los residuos sólidos urbanos con un compromiso inédito del Estado nacional a través del Ministerio.