A través de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal, los obispos católicos les solicitaron al Gobierno y a las autoridades de todos los niveles que “se adopten aquellas normas razonables que posibiliten la realización de celebraciones (religiosas) durante estos tiempos de bajas temperaturas, dentro de los templos, con la previsión de aforos en la proporción adecuada a sus espacios físicos”. La demanda pública da continuidad a una serie de pedidos en el mismo sentido hechos en privado y de manera particular por obispos y clérigos a interlocutores del gobierno nacional y gobernadores de provincias, justificando el reclamo en que, como argumentan algunos, “el alimento espiritual también es esencial” y una “necesidad vital” tal como se lee en título de la declaración ahora conocida.
Dicen los obispos que “el respeto de esta sensibilidad religiosa no puede quedar librado a respuestas arbitrarias de las autoridades o a decisiones fundadas en la opinión personal de un funcionario” y sostienen su solicitud en “la experiencia satisfactoria de tantos barrios, ciudades y provincias” en las que, con protocolos, se han realizado celebraciones religiosas. Pedidos en el mismo sentido han partido de iglesias evangélicas, particularmente de las nucleadas en la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (ACIERA).
La declaración está firmada por el presidente de la Conferencia Episcopal, obispo Oscar Ojea, por los dos vicepresidentes, el cardenal Mario Poli y el arzobispo Marcelo Colombo, y el Secretario General, obispo Carlos Malfa.
Los clérigos estiman que, “en un dialogo abierto y eficaz”, es “posible se adopten aquellas medidas que garanticen estas celebraciones, asumiendo los ciudadanos y las autoridades religiosas, el pleno cumplimiento de las disposiciones en materia de distanciamiento y aquellas otras medidas sanitarias que se vienen llevando adelante en este tiempo”.
En su argumentación las autoridades de la Conferencia Episcopal parten del convencimiento de que “hay un sentimiento interior que todos de alguna manera experimentamos: la pandemia se hace larga”. Y agregan que “lo saben especialmente los esenciales que están en la primera línea, cuidando la fragilidad de nuestro pueblo, entre ellos el personal de salud y tantos otros servidores de la comunidad como, por ejemplo, las mujeres que llevan adelante los comedores comunitarios”.
En función de lo anterior sostienen que lo que mantiene “encendida la esperanza” es, de acuerdo al criterio de la jerarquía eclesiástica, “la dimensión trascendente y religiosa de la vida” porque “ella constituye el horizonte de muchos argentinos y los llena de fortaleza, consuelo y esperanza”, Y esto es así, siguen diciendo los obispos, porque “aún para muchos que habitualmente no participaban de celebraciones y encuentros religiosos, la enfermedad y la muerte cercana de algún ser querido, así como la angustia y la desesperanza, se revelan como momentos difíciles que la fe ayuda a afrontar con mayor fortaleza”. Para concluir que “la mejor política arraigada en el pueblo, es también la que reconoce la importancia de la espiritualidad en la vida de los pueblos”.
En su alegato los obispos hacen suyas palabras del papa Francisco al afirmar que “para la Iglesia es imposible separar la promoción de la justicia social del reconocimiento de los valores y la cultura del pueblo, incluyendo los valores espirituales que son fuente de su sentido de dignidad”.
Recuerdan además que “desde el 20 de marzo de 2020, como Iglesia entendimos y acompañamos las disposiciones sobre el cuidado de la vida y de la salud de todos” pero “también constatamos que nuestro pueblo, ante esta terrible incertidumbre, necesita vivir la dimensión comunitaria de la fe en estos momentos significativos de su vida”. A modo de ejemplo se señala que “poder dar cristiana sepultura a los seres queridos, como tener los espacios de oración y celebración de fe, nos fortalece en medio de la crisis en estos tiempos de soledad y aislamiento, de duelo y angustia por lo incierto del futuro”.
Por todos esos motivos, siguen diciendo los obispos católicos, “necesitamos rezar, acudir a algunos de los santuarios donde alguna vez hemos experimentado con fuerza la ayuda de Dios o pedir la contención espiritual del ministro religioso”.