El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitó este martes la ciudad de Tulsa en Oklahoma para "ayudar a romper el silencio" que durante mucho tiempo se posó sobre uno de los peores episodios de violencia racial en la historia del país. El mandatario demócrata se reunió con tres sobrevivientes del barrio de Greenwood en el centenario del asesinato de al menos 300 afroamericanos y pidió tener memoria porque "no se puede sepultar el dolor y el drama por siempre". Además anunció medidas de ayuda económica para la población negra con el objetivo de facilitar el acceso a la propiedad y la creación de pequeñas y medianas empresas.
Entre el 31 de mayo y el primero de junio de 1921 una multitud de hombres blancos, en connivencia con la Guardia Nacional, saqueó y quemó más de 1.200 viviendas haciendo desaparecer casi por completo al entonces próspero barrio de Greenwood. Biden se convirtió en el primer mandatario en el cargo en visitar el lugar en esta fecha tan especial. Lo hizo después de la ola de protestas por la justicia racial que vivió Estados Unidos en el último año, desencadenadas por la muerte del afroamericano George Floyd luego de ser asfixiado por un policía blanco en Minneapolis.
"Los hechos de los que hablamos ocurrieron hace 100 años y, sin embargo, soy el primer presidente en 100 años que viene a Tulsa", planteó Biden, quien dijo querer "reconocer la verdad" de la tragedia. El mandatario demócrata también aseguró que el voto de la población negra "esta siendo atacado" y expresó: "He venido aquí para ayudar a romper el silencio. Porque en el silencio, las heridas se hacen más profundas".
"Estos no fueron disturbios, esto fue una masacre y una de las peores de nuestra historia", remarcó Biden desde Tulsa, y cerró su discurso comparando las atrocidades de los supremacistas blancos en el pasado con las amenazas extremistas del presente. El mandatario recordó que una de las pocas sobrevivientes de la masacre de Tulsa, Viola Fletcher, dijo que cuando vio la insurrección en el Capitolio el pasado seis de enero, "le rompió el corazón" y "le recordó lo que sucedió" 100 años atrás. "Miren a su alrededor los diversos delitos de odio contra los estadounidenses de origen asiático y de origen judío. El odio nunca es derrotado, solo se esconde. Si se les da solo un poco de oxígeno a sus líderes, reaparece", advirtió Biden.
Antes de dar su mensaje, el líder demócrata recorrió el Centro Cultural Greenwood, vio fotos de la época y luego se reunió a puertas cerradas con tres sobrevivientes de entre 101 y 107 años: Viola Fletcher, Hughes Van Ellis y Lessie Benningfield Randle. También aprovechó su visita a Tulsa para anunciar una batería de iniciativas "para estrechar la brecha económica racial e invertir en las comunidades que se han quedado atrás por políticas fallidas", informó la Casa Blanca en un comunicado.
Biden explicó en ese sentido algunas de sus principales iniciativas económicas. Destacó que la tasa de propietarios negros de viviendas está hoy en un nivel más bajo de lo que estaba en 1950 cuando se aprobó la Ley de Acceso Justo a la Vivienda, y prometió "todos los fondos" a su disposición para que se invierta en "trabajadores estadounidenses para producir bienes estadounidenses que beneficien a pequeños y medianos empresarios, especialmente negros y de color".
Más allá de esos anuncios puntuales, la administración de Biden enumeró una serie de puntos que ya están incluídos en su ambicioso plan de infraestructura que está siendo negociado con los republicanos. Entre esas políticas está la creación de un fondo de diez mil millones de dólares para respaldar proyectos de infraestructura que revitalicen a las comunidades más necesitadas; y 15 mil millones de dólares para remodelar infraestructuras ya existentes y eliminar obstáculos que aíslan a determinadas regiones. Las medidas afectarán a todo el país aunque están diseñadas para impulsar comunidades como la de Tulsa.
Biden se acercó a esta ciudad de Oklahoma para conmemorar el centenario de una masacre que empezó después de que un grupo de hombres negros acudiera al juzgado local para defender a un joven afroamericano acusado de agredir a una mujer. Al día siguiente, cientos de hombres blancos reaccionaron con vehemencia saqueando e incendiando hasta los cimientos el barrio de Greenwood, que en aquella época era tan próspero que se lo conocía como el "Black Wall Street".
Durante décadas se habló de disturbios y nunca se investigó siquiera cuántas personas negras fallecieron, resultaron heridas o perdieron todo lo que tenían. Una comisión determinó recién en 2001 que hasta 300 residentes negros de Tusla murieron en el feroz ataque, y que miles más fueron detenidos durante varias semanas en campamentos custodiados por la Guardia Nacional de Oklahoma. La policía, que no intentó impedir la matanza, incluso armó a algunos de los agitadores.
La comisión investigadora de Oklahoma recomendó que los residentes de Greenwood recibieran una indemnización, algo que aún no sucedió. El deseo de transparencia se puso de manifiesto recientemente con las excavaciones realizadas para encontrar las fosas comunes donde se enterraron las numerosas víctimas negras.
El lunes el alcalde de Tulsa, George Bynum, se disculpó formalmente por "la incapacidad de la ciudad para proteger" a la comunidad en 1921. Kristi Williams, activista local y descendiente de víctimas de la matanza, quiere que Biden haga justicia. "Hace cien años paralizaron nuestras viviendas, nuestro desarrollo económico, se nos quitó la tierra". Hoy, el país "tiene la oportunidad de corregir ese error", planteó.
Los efectos de la destrucción se siguen sintiendo en esta ciudad de Oklahoma, un estado sureño otrora esclavista y bastión del Ku Klux Klan. Las desigualdades entre el norte de Tulsa, predominantemente negro, y el sur, mayoritariamente blanco, son muy marcadas.
Los visitantes de Tulsa "no pueden creer cuanta segregación sigue existiendo o el racismo que se manifiesta", sostuvo Michelle Brown, responsable de los programas educativos del centro cultural local. "No ha cambiado, seguimos segregados", resumió por su parte Billie Parker, una mujer negra de 50 años que creció en Tulsa.
Decenas de personas se reunieron bajo la llovizna antes de la llegada de Biden. Los locales se codeaban con personas que llegaron exclusivamente para presenciar el homenaje. Khalid Kamau, de 44 años, dijo que viajó desde Georgia no tanto para conmemorar la masacre sino más bien para celebrar lo que alguna vez fue "una comunidad negra exitosa y autosuficiente". "Si existió una vez, puede volver a existir", afirmó.
Muchos creen que es hora de que el Estado ayude a Tulsa a recuperar la prosperidad perdida en 1921. "Aquí sólo hay hierba pero había inversión, había riqueza, había vida", recordó la congresista demócrata de Texas Sheila Jackson Lee. El 19 de abril, algunos de los últimos sobrevivientes viajaron a Washington para declarar ante el Congreso y pedir que el país reconociera su sufrimiento.
Más allá de las compensaciones, los habitantes esperan que esta ocasión sirva para dar a conocer esta tragedia que por mucho tiempo se convirtió en un tema tabú. Para LaShaundra Haughton, de 51 años, bisnieta de los sobrevivientes de la masacre, "es hora de sanar, es hora de decir la verdad y es hora de sacar todo a la luz".