Decir que la moda está en todas partes, a esta altura de las cosas, como quien te dice, a esta altura de la cultura, está pasado de moda. Sí mi ciela, ya sabés que no hay nada más contradictorio que la cultura y en ese sentido, la moda es como el faro que nos ilumina de estupidez e iluminismo, de alegría y pensamientos redondos, continuos, flotantes y frágiles como pompas de jabón.
Nada más ir a la última presentación de Gucci, en YouTube (Episodio 1: At Home | Silvia Calderoni y Paul B. Preciado | Ouverture Of Something That Never Ended) con Paul Preciado como introductor de la línea primavera/ verano entendemos varias cosas. Uno, que Alessandro Michele, el diseñador de la marca, al que no se le pasa un librito de los últimos que van saliendo, no se guía por el bies o por el plissé soleil de una falda, sino por otra moda con la que trata de hacer eco: la del pensamiento teórico/crítico europeo y sus reverberaciones globales. El año anterior había sido Donna Haraway y entonces los modelos llevaban como accesorio fundamental su propia cabeza hecha de algo hueco para usar de carterita, como si el desfile fuera un ataque de zombies que acababan de asaltar los locales más exquisitos de la Quinta Avenida… Este año son las teorías del Preciado (que aparece en el video escuchado atentamente por la actriz Silvia Calderoni mientras se viste y le presta atención como si la relación entre el filosofo y la actriz fuera la de teoría y práctica más iluminista, es decir, aplicación de un modelo, valga la palabra). Dos, que Paul Preciado se presenta como un fenómeno al mismo tiempo intelectual (es decir como alguien que llama a nuestra reflexión) en el mismo sentido en que es un hecho performático (es decir alguien que convoca a la contemplación de un público y la espectacularización de sí).
CORTE Y CONFUSIÓN
La pregunta que ahora nos hacemos nosotras, puras disfrutonas pasivas de los hechos, sería: ¿A todo esto, nosotras lo vamos a llamar pensar? Bueno, ponele que sí. Este año salió un libro divino y lleno de fotos maravillosas que nos interpela sobre estos temas. Las formas de la moda, cultura, industria y mercado parte desde un momento importante del cruce entre moda y pensamiento que fue El sistema de la moda de Roland Barthes. Allí el teórico se despachaba sobre un hecho fundamental, pero que había sido poco o nada registrado por la cultura. La moda es un tipo de experiencia llena de signos, decía. Se trata de un hecho fotográfico, de un hecho visual (el propio vestido) y de un hecho lingüístico, que sería el modo en el que se discute sobre ese vestidito. A ello, Bourdieu, unos añitos después en La Distinción, que es un libro arduo y muy duro con cifras y cuadros demográficos, le agregó: “también es un tema de clase” sobre todo si pensamos que ocupa al 15 % de la población de la ciudad de París, y distribuye “deber ser, deber comportarse, deber vestirse” a cuanto país remoto de la tierra quiera. Tanto Más remotos (Argentina, China o Japón, ponele) tanto más obedientes y temerosos (esto lo agregué yo chicas… sí... me dejé llevar…).
María Luisa Frisa, por otra parte, decidió llevar el tema un poquito más allá y darle la forma de un hecho cultural. Es decir, la moda ya no es más ropa, y probablemente nunca lo haya sido, sino un sistema complejo que involucra “objetos y productos, imágenes y servicios”. En el interior de ese sistema se debaten cosas; las que debate la sociedad, pero en una inflexión muy específica porque se lo hace desde la perspectiva de la industria y su manufactura internacional (es decir en los tratados de comercio con sus ganadores y sus perdedores) y desde la moral burguesa, ponele (uno de los grandes temas de la moda siempre ha sido, por ejemplo, el tema de la libertad y ahí ¡agarrate nena! Porque sus connotaciones son miles: la libertad y el tiempo, y el prójimo, y la economía, y el género… en fin... no hay espacio donde moda y libertad no se crucen desde María Antonieta hasta acá. Sobre todo, porque el temita de la libertad, en el fondo se plantea en la relación entre los individuos y la sociedad, que es casi lo mismo que encierra la palabra “moda”. Así que el asunto de moda y libertad es tan rico para explorar como lo es el libro de la Frisa, que como es italiana, habla desde el núcleo mismo de la industria, donde también es profesora. Y todes sabemes que no hay lugar más agudo para plantear un problema que el de la producción.
COMO TE VEN...
Desde allí, Frisa hace una serie de planteos fundamentales. En uno de sus capítulos es la relación entre la moda y la geografía que nos permite observar cómo, desde el momento en el que Émile Zola lo describió en El paraíso de las mujeres donde aparece por primera vez la experiencia del “Shopping”, y antes, de modo subrepticio, París, fue y es el punto nodal del problema. Y si es así, es también porque París, ese de Haussman y de Walter Benjamin, es la primera ciudad en la que se puede pensar una “experiencia urbana común” es decir, hay un modo “parisino” de ver la vida que atraviesa clases e individuos. La moda no sería sino el modo “expresivo” artesanal y ahora industrial, en el que se expresa esa mancomunidad de posibilidades reunidas en una ciudad faro. Y todas sabemos que entre la moda y el uniforme hay un diálogo que no se agotó en el “cuello Mao”. Mirá por ejemplo el tema del uniforme de Raf Simons en Calvin, en Dior, en Prada o donde quieras.
Y esto porque no vamos a entrar en el tema de la relación entre moda y género que es un debate inmenso… Bueno, por ahí no entramos, pero sí vamos a mirar la vidriera: Porque se trata del último capítulo del libro. Empecemos por este tema: el estilo.. y mirémoslo desde acá: mucha gente linda se puso vestiditos preciosos para el Oscar, pero sólo Björk se colgó un pato del cuello, y no hay lista de top ten que no la tenga en cuenta, de acá a la eternidad (que en moda significa pasado mañana, pero no importa). Es que Björk hizo lo que todes soñamos, entró al juego y lo desafió en el mismo momento, de un modo que hizo tambalear la identidad de todos. El pato de Björk hizo las preguntas más locas: ¿quién soy?, ¿qué hago acá, porque estoy disfrazada, y quién compra gente caminando por una alfombra que tiraron en la vereda? Es decir, es necesario que aparezca un gesto correcto, para que todas las convicciones se derrumben y nos configuren en un mundo nuevo… El género en la moda, desde la perspectiva de Frisa, justamente no solo tiene algo que decir, sino que es parte del problema. La moda de los últimos años, podríamos decir, no hace sino intentar darle una respuesta a una pregunta complejísima. Pero en muchos sentidos, desde el “unisex” a la “fluidez”, desde el traje de Saint Laurent a los tacos de los nobles del siglo XVIII, no cesa de ser también una representación del conflicto y de nuestras contradicciones.