En su último libro, El delito y sus públicos. Inseguridad, medios y polarización (UNSAM EDITA) la investigadora del CONICET Brenda Focás condensó años de investigación acerca de la producción, circulación y consumo de las noticias policiales, a través de un análisis que contempla la sociología del delito, los estudios sobre recepción de medios y las rutinas periodísticas de la televisión argentina contemporánea.

“Encontré un montón de trabajos en la literatura anglosajona que mostraban que esa narrativa causaba temor, pero no había demasiada problematización en torno a las emociones. Todos los estudios de consumo tienen una parte racional, cognitiva, pero después hay toda una cuestión emocional, sentimental, que promueven las noticias, que en general no ha sido tan estudiada”, reflexionó Focás.

En diálogo con el Suplemento Universidad, la docente de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) –doctora en Ciencias Sociales, magíster en Comunicación y Cultura, y licenciada en Comunicación Social– apaga la tele para bucear en una temática que culminó en una tesis doctoral y que nació de una pregunta simple: ¿cómo impactan las noticias de delitos en la vida de las personas?

–¿Qué lugar ocupan las noticias policiales en la agenda de los medios de comunicación?

–Las noticias de inseguridad son las que tienen más tiempo de pantalla. Generalmente, son las que abren los noticieros y a las que más tiempo se les dedica. En los últimos años, además, ha habido una transición de géneros. Ahora los policiales no aparecen solo en los noticieros, sino que también se tratan en magazines de la tarde y hasta en programas de chimentos.

–¿Ha cambiado la forma de comunicar las noticias policiales con el paso del tiempo?

–Si bien la noticia de inseguridad conserva algunas de las características propias del policial clásico y la crónica roja de principios de siglo XX, incorpora algunos elementos nuevos, como el foco en la víctima y la caracterización del victimario. Hoy no hay noticia policial que ignore a la víctima o a un familiar de la víctima. Por otro lado, antes el foco estaba puesto en el victimario, que era representado como un anormal, un monstruo. Hoy, en las noticias de inseguridad, suele señalarse, por excelencia, al victimario como “el joven negro y pobre del conurbano bonaerense”.

–¿Cómo influye la experiencia personal a la hora de interpretar noticias de inseguridad?

–Entrevisté a personas que habían sido víctimas en los últimos seis meses. Lo que aparecía era que para las personas que habían sufrido alguna experiencia de victimización no calificaban a las noticias de exageradas ni sobrerrepresentadas, ni se cansaban o se aburrían –como sí les sucedía a otras personas–, sino que al revés: consideraban que las noticias estaban infravaloradas. Decían “a mí me llevaron, me pasearon por todos los cajeros de Buenos Aires y mi caso no salió en los medios; entonces, ¿cuántos casos más habrá así que no se mediatizan?”. Es interesante ver cómo uno, a partir de una experiencia personal, cambia su mirada en el consumo de la información.

–¿Cómo se diferencian los distintos grupos etarios a la hora de interpretar noticias delictivas?

–Hay variaciones en cómo se recepcionan las noticias de inseguridad, porque claramente los adultos, y en especial los adultos mayores, miran más televisión que los jóvenes. Mientras que en los adultos mayores hay una mirada nostálgica por una supuesta seguridad perdida, por otro lado los jóvenes tienen mucho más incorporada la cuestión de la inseguridad como otra cuestión de la vida cotidiana con la que tienen que lidiar. Como están más cerca de sus propias experiencias con el delito, refieren que si los roban es porque no estaban atentos: hay una mirada de auto-culpabilización en relación a cuando sucede un hecho delictivo, cosa que no sucede en los adultos.

"Para las mujeres, la inseguridad es el miedo constante de salir a la calle y ser violadas o acosadas, mientras que en algunos barrios inseguridad es que venga la Policía y te mate a palazos."

–¿Te sorprendieron algunas respuestas de los entrevistados?

–Me sorprendí y encontré dos cuestiones que no había pensado. Una tiene que ver con que había mucho conocimiento sobre quiénes eran los dueños de los medios y para qué lado tiraban ideológicamente, que antes era algo que lo sabíamos sólo los estudiantes de Comunicación. Y, por otro lado, algo que también lo cuento en el libro, es que cuando mostraba imágenes de fragmentos de noticias televisivas a los entrevistados, por ahí mostraba una que era de TN y me decían “no, ni me lo muestres, porque ya sé que es todo mentira”. Yo quería hablar de los policiales y me hablaban de la fuente. Ahí tuve que hacer unos cambios metodológicos para avanzar, porque fue algo que nunca tuve en cuenta.

-Por eso incluís a la polarización en el título…

–Sí, la noticia de inseguridad es una noticia tan polarizante como las de economía o las de política. En 2020, por ejemplo, cuando fueron las primeras noticias del coronavirus, y había cierto consenso con las medidas que Alberto Fernández había decretado en relación con los cuidados, los primeros temas que rompieron ese consenso fueron los policiales, como la noticia de la salida masiva de presos y toda la cuestión del control y la sanción a quienes violaban la cuarentena.

Al parecer, las noticias de inseguridad solo afectan negativamente a la población. ¿Pudiste encontrar algún efecto positivo en la audiencia?

–Yo encontré una dimensión pedagógica y social del policial. Si bien cuando les mostraba las noticias muchas personas me decían que los medios eran sensacionalistas y exagerados, esas mismas personas usaban las noticias para identificar dónde hay delito, para conocer nuevas modas delictivas y para dejarse aconsejar por los periodistas en relación con prácticas preventivas del delito, que es un rol que han debido tomar frente a la histórica falta de respuesta del Estado.

–¿Considerás que la inseguridad es una “sensación”?

–Esa es una pregunta que se recorre bastante en lo que es la sociología del delito, más que nada en los estudios del temor al delito. Sobre este tema sigo mucho la perspectiva de Gabriel Kessler, que tiende a no caer en esta mirada dicotómica entre una seguridad objetiva y una seguridad subjetiva. Más bien pienso en la seguridad como una percepción o un sentimiento, porque el concepto de inseguridad es una percepción subjetiva que está atada a hechos delictivos objetivos. Por ejemplo, a finales de los 90 y principios del 2000, las tasas de delitos se duplicaron en Argentina, y después, si bien no bajaron a los niveles de los años 80, tendieron a estabilizarse. Sin embargo, lo que siguió subiendo, según muestran las consultoras, es lo que nosotros llamamos la “percepción de inseguridad” o el “sentimiento de inseguridad”. Esto demuestra que el concepto de inseguridad es un concepto polisémico que engloba otras cuestiones. La inseguridad no es lo mismo para los sectores medios de la Capital Federal que para los sectores medios del conurbano o para los sectores sociales más bajos. No hay una mirada única sobre qué es seguro y qué es inseguro. Para las mujeres, la inseguridad es el miedo constante de salir a la calle y ser violadas o acosadas, mientras que en algunos barrios inseguridad es que venga la Policía y te mate a palazos.