Decía Ray Bradbury, conocido escritor de ciencia ficción, autor de Crónicas marcianas, entre otros libros leídos en mi juventud, que “la obra de un escritor está hecha de aquello que teme cuando apaga la luz por las noches”.

No es muy distinto de la tesis freudiana de que el artista, el escritor, el pintor, el escultor, cada uno a su manera, plasman sus fantasías en sus obras. Es por eso que decía el mismo Freud que no era conveniente reprimir esas fantasías, porque en ellas podía haber una cantera para el artista. Uno de los temores de los artistas al someterse a un análisis era precisamente que la cura pudiese acarrear la pérdida de su inventiva y la fuente de su quehacer. Freud sostenía que el análisis, si ese era su verdadero deseo, podía, como consecuencia, potenciar y darle más y mejor cauce a las fuerzas libidinales del artista.

Los monstruos de la noche están en las crónicas de Bradbury. He leído también que muchos, en el despertar de la mañana, se encuentran con pensamientos que luego les permiten esbozar sus obras. O quedar tan sólo en un diario íntimo. La vida entre lo diurno y lo nocturno.

Durante el día son las ensoñaciones, las fantasías diurnas dirá Freud y a la noche los deseos adquieren una libertad refrenada en el día. Los deseos, las angustias, los terrores, y aunque ahora no haya el dominio de las religiones, también los súcubos y los íncubos toman vida.

Lo real del goce aparece allí bajo formas imaginadas, o mejor alucinadas, las sombras de la noche despiertan los goces impensados.

El tratamiento psicoanalítico posibilita que esos miedos nocturnos, esos terrores, esas angustias puedan decirse y adquirir una significación que alivia. Son angustias que no se presentan únicamente en la infancia, como tendemos a creer, sino también en todas las edades, en la adolescencia y en la edad adulta.

Adquieren a veces más virulencia entre los niños porque todavía su mundo simbólico no está lo suficientemente desarrollado y entonces no alcanzan a explicarse imágenes o dichos que escuchan en los mayores.

Sin embargo en los adolescentes y en los adultos también se presentan esos terrores nocturnos, difíciles de conjurar, que son restos de la infancia que resurgen en la noche y se trata de contenidos no simbolizados, es decir que no han alcanzado una representación tranquilizadora. Esta es precisamente la función que puede cumplir lo que hoy día podemos llamar la conversación con un psicoanalista. La conversación que puede realizarse en presencia o también en la actualidad a través de los medios virtuales como son el zoom, la videollamada o la llamada directamente.

Lo que antes era algo excepcional hoy se ha transformado en algo cotidiano, o sea en la forma a través de la cual se puede realizar un análisis, es decir esa conversación especial que se puede sostener con un psicoanalista. 

El hilo de contacto es la voz y también la mirada en las videollamadas. Además es posible ver las reacciones de alguien mientras habla, reacciones en la cara, gestos, en los ojos, incluso los tonos de voz, la energía en el decir, el entusiasmo o el decaimiento, todas manifestaciones perceptibles que pueden tener un lugar en el análisis realizado por estos medios.

He sabido de alguien que prefería hablar recostado como en un diván y el analista escuchándolo por alguno de los medios virtuales en uso.

El ser humano siempre encuentra las formas de realizar y de poder continuar con sus experiencias a pesar de los obstáculos que la realidad, como es el caso de esta desagradable pandemia.

 

*Psicoanalista. Participante EOL Sección Rosario. [email protected]