Estaba en casa, pero…                            9 puntos

Ich war zuhause, aber; Alemania/Serbia, 2019.

Dirección, guion y montaje: Angela Schanelec.

Fotografía: Ivan Markovic.

Duración: 105 minutos

Intérpretes: Maren Eggert, Jakob Lassalle, Clara Möller, Franz Rogowski, Lilith Stangenberg, Dane Komljen.

Estreno: en Mubi.

La película más reciente de la alemana Angela Schanelec –una directora asociada a ese movimiento que hace dos décadas se llamó Escuela de Berlín– es uno de esos films que, como los de Robert Bresson, requieren del espectador un compromiso absoluto con el hecho artístico que tiene frente a sí. Schanelec (ver entrevista aparte) es esa clase de cineastas que no hace concesiones ni toma prisioneros: allí en la pantalla está su obra –autónoma, orgullosa, libre– y es uno quien debe acercarse a ella para descubrir su árida pero fulgurante belleza.

La referencia a Bresson no es ociosa. Ya en su film inmediatamente anterior, El camino soñado, Schanelec -que en 2016 estuvo en Buenos Aires presentando una retrospectiva de su obra, inédita comercialmente en Argentina- trabajó con la obra del director francés como una referencia evidente. Ahora en Estaba en casa, pero… esa influencia se hace sentir fuerte todavía, pero más que nada como un marco conceptual, como ese burro que aparece al comienzo y al final (una referencia al de Al azar Baltasar, el film de Bresson de 1966) y que sugiere el espacio feérico-rural que sirve de misterioso prólogo y epílogo al film.

Quizás allí en el campo estuvo Phillip, ese adolescente que regresa sucio y embarrado a su casa en Berlín después de haber estado desaparecido durante días. A partir de allí, la protagonista del film será sin embargo Astrid (la extraordinaria Maren Eggert), su joven madre, que dos años después de la muerte del padre de sus hijos se sigue cuestionando casi todo en su vida. Literalmente, a ponerla en cuestión, en crisis, a interrogarse existencialmente por ella y por todo lo que la rodea, desde su rutina cotidiana hasta sus sentimientos. Y lo hace con tanto rigor y lucidez como la película misma.

“Mi vida está en sus manos”, admite furiosa Astrid en relación con Phillip y su pequeña hermana, con quienes pasa de la ternura a la ira, sin estaciones intermedias. La relación madre-hijos ya era esencial en los films anteriores de Schanelec y particularmente en Atardecer (2007), una de sus mejores películas. Aquí en Estaba en casa, pero… -un título que remite enigmáticamente a los de los primeros films de Yasujiro Ozu- adquiere sin embargo otra dimensión, casi metafísica se diría. No por nada hay toda una serie de referencias muy sutiles pero iconográficas a la idea de maternidad en el arte occidental, desde ese momento “pietá” en el que Astrid parece acunar a su hija en el vestuario de una piscina, hasta su conmoción frente al busto de la Mater Dolorosa del español Pedro Roldan, en la Gemäldegalerie de Berlín.

A su vez, mientras en Atardecer imperaban los primeros planos, ahora la cámara toma distancia de sus personajes y los deja habitar el espacio en largos planos-secuencia, salvo en aquellos momentos en que un súbito corte a un plano detalle de una mano o un pie –una vez más, al modo de Bresson- parecen descubrir aquello que hay de esencialmente humano en un cuerpo.

Actriz teatral en sus orígenes (trabajó en la famosa Schaubühne de Berlín), Schanelec nunca dejó de hacer del teatro una referencia. Le preocupa el problema de la representación y aquí lo pone en escena en unos ensayos de Hamlet que se llevan a cabo en el colegio de sus hijos. Despojados de todo artificio, esos ensayos dejan al desnudo uno de los temas centrales de la obra –la verdad– que es también el de la película.

Astrid busca todo aquello que sea verdadero, de la misma manera que Schanelec. Y como su protagonista, la directora no se detiene ante nada para conseguirlo. Así sea construir una escena casi abstracta, en la que Astrid se abraza de noche, desesperadamente, a la tierra, a la tumba de quien fue su compañero, mientras en la banda de sonido –la única vez en la que hay música en la película– se escucha el tema “Let’s Dance” de David Bowie en la minimalista, conmovedora versión del cantante M.Ward. Y Astrid, aferrada al piso, parece necesitar más que nunca bailar, “balancearse entre la multitud hasta un espacio vacío”, como pedía Bowie.

* Acompañando el estreno de Estaba en casa, pero..., en la plataforma Mubi también se pueden ver varios de los films anteriores de Angela Schanelec, como La suerte de mi hermana (1995), Passing Summer (2001), Marseille (2004), Atardecer (2007) y El camino soñado (2016).