Luego de semanas de arduas negociaciones para sellar una alianza que por primera vez en 12 años podría dejar fuera del poder al primer ministro Benjamin Netanyahu, el centrista Yair Lapid anunció que logró formar gobierno en Israel. De ser ratificada por el Parlamento, la nueva coalición de gobierno estará liderada por el ultranacionalista Naftali Bennett durante los dos primeros años y será reemplazado por Lapid durante los dos siguientes.
La alianza es tan heterogénea que discrepa en casi todos los temas, desde la relación con los palestinos, la reactivación económica o el lugar que ocupa la religión: su único punto en común es el deseo de echar a Netanyahu, quien llegó por primera vez al poder hace 25 años y gobernó de 1996 a 1999 antes de ser reelecto en 2009. Conocido por su supervivencia política y acechado por la justicia en tres causas de corrupción, su final en el gobierno estaría cerca.
"Este gobierno hará lo posible para unir a todos los sectores de la sociedad israelí", aseguró Lapid al presidente de Israel, Reuven Rivlin, al informarle a través de un comunicado que alcanzaba el número de bancas necesarias para asumir el poder. "Los felicito a usted y a los líderes de los partidos por su acuerdo para formar gobierno. Esperamos que la Knéset se reúna lo antes posible para ratificar al Ejecutivo", le respondió Rivlin.
"Esta es una noche de gran esperanza. Felicito a mis socios en el bloque del cambio y le deseo un gran éxito al Estado de Israel", tuiteó por su parte el ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, quien podría mantener su cargo en el próximo gobierno. Medios locales informaron además que la cartera de Justicia la ocuparía Guideon Saar, mientras que Avigdor Lieberman quedaría al frente de Finanzas.
Los dos principales líderes de esta nueva alianza, que además rotarán en el rol de primer ministro durante el próximo mandato en caso de ser aprobado, son Yair Lapid y Naftali Bennett. La variopinta coalición incluye también a los ultranacionalistas Israel Beitenu de Lieberman y Nueva Esperanza de Saar, el más moderado Azul y Blanco de Gantz, el Laborismo y Meretz, dos fuerzas consideradas de centroizquierda, y el partido islamista palestino Raam. La última vez que un partido árabe apoyó un Ejecutivo, aunque sin entrar en él, se remonta a 1992 durante el "gobierno de la paz" de Isaac Rabin.
Todas estas fuerzas fueron necesarias para que Lapid y Bennett consigan el apoyo de las 61 bancas de la Knéset que Netanyahu y su partido Likud no pudieron obtener en los últimos años, pese a ganar la primera minoría en sucesivas elecciones. Ahora Lapid tendrá siete días para distribuir las carteras y obtener un voto de confianza en el Parlamento. Según la prensa israelí el presidente de la Knéset y dirigente del oficialista Likud, Yariv Levin, intentaría retrasar una semana la votación con la esperanza de que en ese tiempo se caiga el acuerdo anti-Netanyahu.
Frente al hotel donde se celebraban las discusiones hasta última hora del miércoles, cientos de manifestantes a favor y en contra de la "coalición del cambio" se congregaron con banderas de Israel, en medio de un amplio operativo policial.
Al interior de la variopinta alianza de gobierno, una de las principales disputas sigue siendo la designación de los miembros del comité de nombramientos judiciales, en el que Ayelet Shaked, número dos de Yamina y defensora de una profunda reforma judicial, pretende ocupar el lugar que estaba asignado a la líder laborista, Merav Michaeli.
Otro de los obstáculos sería la exigencia de Mansour Abbas, líder del partido Raam, de derogar una ley de 2018 que, argumenta, dificulta la construcción en las comunidades árabes. El diario Jerusalem Post sostuvo que Abbas negoció hasta el final en paralelo con Netanyahu y cuando éste le ofreció la suspensión, el líder islamista palestino le exigió lo mismo a Yapid y a Bennett. "La decisión fue difícil y hubo varias disputas, pero era importante llegar a acuerdos", aseguró el dirigente de Raam.
Estas diferencias ponen en evidencia las limitaciones de una alianza basada únicamente en la voluntad de desbancar a Netanyahu, que ocupa el cargo de primer ministro desde hace 12 años y que, tras ser el primero en recibir el mandato para formar un Ejecutivo, no logró establecer la coalición derechista que pretendía.
Netanyahu está siendo juzgado por corrupción en tres casos, lo que lo convierte en el primer jefe de gobierno israelí que se enfrenta a procesos penales mientras ostenta el cargo. Si el nuevo gobierno es aprobado en el Parlamento y Netanyahu deja finalmente el poder, pasará a ser un simple diputado y perderá su influencia para tratar de aprobar una ley que lo proteja de sus problemas legales.
Hasta el momento de la votación en la Knéset e incluso durante ese mismo día nada estará cerrado y todo puede cambiar, ya que los acuerdos que este miércoles alcanzaron los partidos son de carácter político y no los comprometen legalmente. Los diputados aún podrían revertir su posición o incluso votar en contra de su ratificación durante la jura.
Mientras que un miembro de Yamina ya adelantó que podría votar en contra de la formación del nuevo gobierno otros han expresado sus dudas, por lo que los próximos días serán decisivos para la continuidad de las negociaciones que garanticen los votos necesarios. Por otra parte, los partidos que no formen parte del Ejecutivo, incluyendo al Likud, tendrán la posibilidad de disputar la legalidad de los acuerdos alcanzados en un intento de obstaculizar su formación.
De concretarse el autoproclamado "gobierno de cambio", Netanyahu abandonaría el cargo de primer ministro y pasaría a liderar la oposición a través de su partido, el Likud. Además, Israel saldría de un bloqueo político de más de dos años que incluyó cuatro elecciones generales.