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Gentrificación es la palabra del momento en muchas aulas universitarias, en las agencias inmobiliarias, en los buses de turistas y en la calle en general: el fenómeno por el cual –en palabras de The New York Times– “brillantes cocinas nuevas están reemplazando a las viejas y bares de cócteles abren donde solía venderse pollo frito detrás de un vidrio blindado”. En otras palabras, el proceso por el cual nuevas generaciones más pudientes, en busca de precios accesibles y mejores ubicaciones, desplazan a los habitantes tradicionales de los barrios desfavorecidos. Brooklyn, el distrito de moda en Nueva York, aquel que hasta hace un tiempo apenas si se miraba desde el borde del puente pero con los pies bien puestos en Manhattan, es uno de los mejores ejemplos de esta evolución. “Los neoyorquinos que vivían allí –agrega The New York Times– se están yendo, y sus antiguas casas son reformadas para hacer lugar a los blancos graduados universitarios y familias jóvenes”. Como todo, tiene sus pro y sus contra: de un lado se plantan la innovación y la evolución de la infraestructura, del otro aparece la dificultad para mantenerse en su lugar y conservar identidad.

Graciela Cutuli
Lenny’s, la pizzería de Tony Manero en Fiebre del Sábado por la Noche.

LITTLE ITALY Sin embargo, la tan mentada gentrificación puede hacerse sin perder raíces. En todo caso, Brooklyn está lejos de haberlas perdido. Es lo primero que subraya Mark, el guía que comanda el grupo de turistas norteamericanos y extranjeros –hay desde latinoamericanos hasta neocelandeses– a bordo del A Slice of Pizza Brooklyn Tour, un original paseo que propone conocer el barrio, uno de los cinco boroughs de Nueva York junto con Manhattan, Queens, Bronx y Staten Island, a través de sus pizzerías. Todos han estado puntualmente a las once de la mañana a metros de Union Square, uno de los corazones de Manhattan y punto de partida de la visita que cruzará el East River para internarse en este condado conocido como la “ciudad de reyes” y que fuera antiguamente independiente… hasta lo que algunos llaman el Gran Error de 1898, es decir, la unificación con Nueva York. 

Volviendo a las pizzas, nada es casualidad, lejos de eso: Brooklyn fue el primer asentamiento de numerosos inmigrantes italianos en el nuevo mundo, y tiene incluso su propia Little Italy en el área de Bensonhurst. Por supuesto hoy el melting pot creció hasta convertirse en una suma de los (numerosos) italianos que quedan junto a chinos, egipcios, libaneses, polacos o mexicanos. Pero donde hay italianos, hay pizza: y si no que lo digan Tony Manero y su célebre Lenny’s Pizza, que aún existe tal y como se la veía en Fiebre del Sábado por la Noche. Porque el A Slice of Pizza Brooklyn Tour no se queda en los hot spots del tradicional disco de focaccia con tomate de San Marzano y auténtica mozzarella, sino que también pasea por los numerosos lugares del barrio (¡por no hablar del puente de Brooklyn!) que aparecieron de una y mil maneras en el cine y la televisión. Y John Travolta no podía faltar, considerando el tour pasa por la misma vereda de su caminata inicial en la película, como no faltan otros famosos del barrio de ayer y de hoy: Barbra Streisand, Sarah Jessica Parker, Joan Rivers, Adam Sandler, Eddie Murphy, Rita Hayworth, Woody Allen o Anne Hathaway. Mientras el bus avanza, cumple con la foto de rigor del grupo al pie del puente –pero del “otro lado”– y muestra las mejores vistas de Manhattan, Mark desarrolla todo su histrionismo y por las pantallas desfilan las fotos de quienes vivieron o viven en Brooklyn.

Graciela Cutuli
El pizzaiolo de Grimaldi, experto en la pizza favorita de Michelle Obama.

PIZZERÍA NÚMERO 1 No hay que esperar mucho, sin embargo, para que llegue lo importante: que en un tour como este es precisamente ella, la pizza. El paseo incluye dos paradas, al principio y al final del recorrido, y las votaciones entre los viajeros sobre cuál es la favorita están cabeza a cabeza. Todo empieza entonces en Grimaldi’s, una tradicionalísima esquina de Brooklyn donde siempre hay cola para probar sus famosos y enormes pizza slices. Menos para quienes vienen con Mark: la mesa está puesta y solo hay que sentarse y elegir la bebida, que por recomendación será una gaseosa a la antigua, una cream soda que logra prácticamente unanimidad y es el acompañamiento perfecto. Minutos después llega la pizza, en la más pura tradición napolitana, fina, crocante y a razón de dos grandes porciones por cabeza. Mientras tanto, los comensales se pueden ir interiorizando de los detalles: esta es la favorita de Michelle Obama, cuya visita y elogiosas declaraciones desencadenaron prácticamente una “guerra de la pizza” entre Nueva York y Chicago, la ciudad natal de la primera dama, que también sabe algo de tradición itálica (y no solo en materia de pizza, ya que al igual que Chicago el hoy bien cotizado Brooklyn no lo era tanto en tiempos de la cosa nostra, cuando era un barrio de reputación regular para abajo). Hoy Grimaldi’s está en el corazón del cotizado Dumbo –la sigla de Down Under Manhattan Bridge Overpass– donde una casa puede llegar a costar mucho más que el otro lado. Todo sea por la vista.

Un rato más tarde, Mark reúne a sus pasajeros para seguir viaje. Queda mucho por ver, sobre todo ahora que es plena época del florecimiento de los cerezos en Nueva York y los sakuras del Prospect Park de Brooklyn no tienen nada que envidiarles a los del Central Park. Y si se una película no se cuenta el final, de las mil anécdotas del tour de pizza tampoco; basta recordar que se podrán ver por ejemplo locaciones de Godfellas y Annie Hall, que se dará un paseo por las millonarias casas de Shore Road en Bay Ridge –incluyendo la famosa Gingerbread House– y hasta se conocerá la Brooklyn Army Terminal desde donde zarpó Elvis hacia Alemania en 1958. Hay además hermosas vistas del puente Verrazzano, que en 1964 se convirtió en protagonista de la crónica de Gay Talese The Bridge, donde el periodista evoca las polémicas por su construcción y traza un paralelo entre levantar una estructura a la fuerza y su inverso: la guerra, destruir infraestructura por la fuerza.

Graciela Cutuli
L&B Spumoni, helados y pizza con sello siciliano en el barrio más italiano.

PIZZERÍA NÚMERO 2 Pero el objetivo, ni hay que decirlo, sigue siendo la pizza: un buen rato y varias películas, anécdotas y curiosidades después, será el turno de  L&B Spumoni Gardens en pleno Bensonhurst. Esta vez se trata de consagrarse a la degustación del estilo siciliano: una pizza mucho más alta y esponjosa, y al mismo tiempo infinitamente sabrosa. Llega de la mano de una familia que se especializa en pizza desde 1939, cuando el primer dueño logró dejar la venta ambulante de spumoni –una variante de helado típica del sur de Italia– para abrir este local que aún sigue ofreciendo esta especialidad, en tres sabores: vainilla, chocolate y un imperdible pistacho. Nada más lejos de un lugar meramente turístico: en pleno mediodía de cualquier día de semana, quienes están sentados a la mesa parecen directamente trasplantados de sus pueblos de Italia como si recién bajaran de los barcos, en Nueva York, San Pablo o Buenos Aires. 

El paseo está cerca de terminar, pero sus cuatro horas y media aún regalan una sorpresa: la visita  de Coney Island, donde se encontraba el antiguo y popular parque de diversiones que inspiró todos los sucesivos, Disney incluido. El paso del huracán Sandy lo dejó destruido y le valió también una reconstrucción, especialmente de su icónica pasarela, que hoy vuelve a concentrar familias todos los fines de semana: por allí ahora Mark lleva a su grupo, a modo de despedida, antes de dejar Brooklyn para volver a internarse en los secretos de Manhattan, donde después de haber probado Grimaldi’s y L&B Spumoni nadie volverá a creer del todo en los carteles que pregonan, aquí y allá, que hornean “la mejor pizza de Nueva York”.