La obra de Eric Arthur Blair es numerosa, sin embargo, son dos novelas - Rebelión en la Granja y 1984- las que han sostenido la fama de quien adoptara el seudónimo George Orwell. La primera se publicó en 1945 y la segunda poco antes de su muerte en 1950. Durante la Guerra Civil Española, Orwell integró las Brigadas Internacionales y fue testigo de la represión contra los miembros del POUM (Partido Obrero de unificaciónMarxista) perseguidos por los estalinistas empeñados en la captura de trotskistas o sospechosos de serlo. De esta lamentable experiencia dio cuenta en su testimonio Homenaje a Catalunia que inspiró a Ken Loach la película Tierra y Libertad. Pero la crítica al régimen imperante entonces en la URSS lo llevó a la denuncia por otros caminos que se alejaban del realismo. Así esa fábula alegórica donde los animales se liberan del propietario e instauran una Granja Animal, que tiene hasta hoy varias versiones fílmicas incluidos los dibujos animados.

En la reciente edición a cargo de Pablo Ingberg -a cargo además de la traducción de ambos volúmenes- se incluye el prólogo de Orwell. No apareció ni en la primera edición inglesa ni en las posteriores. Recién en 1972 se encontró el manuscrito y se publicó, pero no como prólogo. Omisión importante porque la historia de los animales que llevan a cabo la Rebelión remite muy claramente a la Revolución Rusa, a Stalin y a Trotski y también al devenir de aquel hecho. En tiempos en que Inglaterra y la URSS se aliaron contra los nazis y cuando ya Trotsky había sido asesinado en México, los ingleses consideraban inconveniente criticar abiertamente a Stalin. Las argumentaciones de Orwell en contra de esas prácticas de autocensura se apoyan en un conocimiento afinado del medio, de las políticas editoriales y periodísticas en un lapso de fuerte cambio como es el paso de la situación de guerra a su finalización. “Sé que la intelligentsia inglesa tiene abundantes razones para su pusilanimidad y deshonestidad”, dice casi al final, “de hecho conozco de memoria los argumentos con que se justifican. Pero por lo menos ahórrennos los disparates sobre la defensa de la libertad contra el fascismo. Si la libertad significa algo, significa el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”.

La existencia de un poder omnímodo, burocratizado y altamente eficaz para conjurar todo cuestionamiento se organiza a través de la mentira sistemática, de la vigilancia continua que penetra en la vida cotidiana e íntima de los personajes buscando mucho más que la obediencia, es lo que Orwell va a plantear en su imaginado futuro, el año 1984 (que también cuenta con varias versiones fílmicas). Orwell conocía la distopía del escritor ruso Evgueni Zamiatin, Nosotros (1920) y confesamente le sirvió como modelo, pero diseñó la propia. Así concibió un mapa planetario en que Londres es la ciudad principal de un territorio llamado Pistaérea Uno, perteneciente a un conglomerado llamado Oceanía en rivalidad con Eurasia y Orientasia, lo que producía un estado de guerra perpetuo entre las tres regiones. De todo esto y en particular de las victorias predichas y conseguidas junto con las informaciones sobre los superlativos logros industriales y buenas noticias para la población, informaba una “telepantalla”, el televisor imaginado por Orwell de doble vía: se podría ver y oír, pero también se era visto y oído. Cada casa tenía un aparato. Tanto la ciudad como los interiores (departamentos, oficinas) se perciben opacos, inhóspitos, fríos y por todas partes está el afiche admonitorio: “El Hermano Grande te vigila”. (Ingberg eligió no traducir literalmente Big Brother como Gran Hermano, en tanto esa expresión se usa en inglés, a diferencia del castellano, también para referirse al hermano mayor).

Las moles de los Ministerios se alzan en la ciudad, y en uno de ellos trabaja el protagonista, Winston Smith, vestido de azul como todos los miembros del Partido Externo. Se sabe confusamente que hubo un hecho revolucionario en el pasado, pero es imposible averiguar cuándo y cómo fue, ya que todo archivo es continuamente modificado y Winston es uno de los tantos recicladores que trabaja en el llamado Ministerio de la Verdad donde paradójicamente se tergiversa la información, se efectúa la censura, se provee de materiales apropiados de lectura, visuales, etc. y además se está elaborando un lenguaje: “el nuevohablar”, tendiente a eliminar las palabras consideradas superfluas del “viejohablar”, “con toda su vaguedad y sus inútiles matices de sentido” a fin de “estrechar el alcance del pensamiento”. Orwell lo detalla en el Anexo “Los principios del nuevohablar”, no incluido en diversas ediciones.

Debido a la permanente reformulación según cada coyuntura, no quedan registros fehacientes porque simplemente se destruyen, pero fiel a su lema, el poder presenta su versión (una especie de posverdad) y reclama que se la crea. De ahí eventos especiales y rutinas como “Los dos minutos del odio” cuando los televisores proyectan la imagen de quien debe ser execrado: Goldstein, alguien que participó en la revolución pero luego se convirtió en un traidor y se lo hace culpable de cuanta calamidad ocurra, circulan rumores de que tiene cómplices en la ciudad y de que planifica un levantamiento. Así como en Rebelión en la Granja los cerdos Napoleón y Bola de Nieve aludían de modo transparente a Stalin y Trotski respectivamente, aquí sucede lo mismo respecto del Hermano Grande y Goldstein (más claro aún por la utilización de un apellido judío, como era el de Trotsky: Bronstein). Tanto el Nosotros de Zamiatin (que había sido bolchevique) como 1984, dejan abierta una posibilidad de redención de ese mundo administrado: los “salvajes” o “los proles” menospreciados y vistos como seres inferiores por las autoridades. En la novela de Orwell vale la pena detenerse en una hermosa escena en que Winston ve a una “prole” tendiendo ropa y cantando.

El sistema de dominación implica no sólo la obediencia sino también la identificación - el derrotero de Winston- para eso están las tácticas del Ministerio del Amor: arrasar con lo subjetivo al punto de que lograr que los individuos lo internalicen y celebren, lo amen.

En referencia al reality show llamado “Gran Hermano”, hubo quienes pensaron que estaba guionado y quienes no. Después de leer 1984 bien podría decirse que da lo mismo. Y en cuanto al “nuevohablar”, baste ver cómo se escribe hoy día en las redes y en general.