El sitio web Divagario acaba de habilitar su espacio virtual a la muestra “Prohibido ingresar con cámaras fotográficas”. Se trata de una exposición online de fotos inéditas tomadas a músicos argentinos -con epicentro en el rock- por dos fotógrafos “amateurs” durante las décadas del '80 y del '90. El material -perteneciente a Gabriel Patrono y Juan Faraone- consta de 144 imágenes registradas en diversos conciertos, entre 1985 y 1992. “Con Juan, un amigo del barrio, salíamos a 'robar' imágenes de la escena musical de los '80 y aquí están”, se presenta Patrono, blanqueando la situación: las fotos fueron hechas “por izquierda”, sin permisos ni acreditaciones, ingresando a diversos lugares con las cámaras escondidas entre las ropas y los zooms escabullidos en mochilas. “Incluso, no sabemos de quién de los dos es cada foto, porque nos pasábamos la cámara de mano en mano todo el tiempo”, se ríe el reportero.
De no haber sido por tales atrevimientos, tal vez no se estaría accediendo hoy a desconocidos registros de Charly García a punto de estrellar su guitarra contra el piso en un Obras '88; de la “Negra” Sosa tocando la caja con una sonrisa inmensa como su canto en el Pueyrredón de Flores (año '91); del “Polaco” Goyeneche tomado de la mano de Jorge Donn, en aquel inolvidable Rex del 92´; de Luis Alberto Spinetta, ofreciendo una clínica de música popular y contemporánea en el Centro Cultural Recoleta (1986); de León Gieco y Leda Valladares presentando el nodal Grito en el cielo en el Auditorio del Banco Nación (1985); de Miguel Abuelo en plena performance –con remera de Joy Division- en el Obras del '87; o de Litto Nebbia al piano en el Teatro San Martín.
"Tuve la suerte de entrar en la adolescencia con el inicio de la democracia y en pleno fervor de bandas creativas, inspiradas y estimulantes", continúa Patrono. "Con la información que tenía a causa de mi curiosidad, iba a todos los shows que podía con o sin entradas, y me quedaba cerca de Obras o en los espacios para recitales con ansias de entrar, aunque sea para las canciones finales, cuando abrían las puertas para la gente que se retiraba. Con Juan nos metíamos corriendo con la camarita de fotos en la mochila con el fin de sacar algunas en los bises, o simplemente para ser dos testigos más de un momento único”.
El trabajo de imágenes está dividido en cuatro rollos, cada uno con dos secciones de 18 fotos cada una, y se llevó a cabo mediante el rescate de negativos originales digitalizados por Giuliana Trucco, y producidos por Divagario, productora autogestiva de documentalistas, escritores, músicos, animadores y editores, cuyo propósito es generar producciones de música original para artes escénicas, discos y variadas ediciones digitales. “Fue una experiencia que me marcó la vida… todo lo que hice posteriormente en gestión cultural, cine y música está signado por ese inicio”, refiere Patrono, a la sazón creador del colectivo cultural La Nave de los Sueños. “Tenía 13 años cuando empecé a ir a todos los recitales que podía y con Juan se nos ocurrió dejar un documento de la escena musical de ese momento. Entonces pedimos una cámara prestada y, como nos salían mal, oscuras y fuera de foco, nos anotamos en una escuela de fotografía en Ramos Mejía”, se ríe el fotógrafo, que destinaba aquel material para regalar a amigos, intercambiar con aficionados que andaban en la misma, o incluso llevarle a los músicos retratados.
“Nunca se me ocurrió acreditarme ni llevar las fotos a algún medio de prensa. Tampoco conocía gente del medio ni sabía de la estructura de un show. Más bien, se trataba de la fascinación de dejar un registro y vivir una aventura. Estaba contento con sacar esas fotos y compartirlas con la gente cercana. Digamos que era consciente de la importancia del momento y siempre fui muy consumidor de todo lo relacionado con la cultura rock”, evoca Patrono, que recuperó varios de los negativos treinta años después en San Justo, en la casa de sus padres. “Mi amiga Giuliana Trucco digitalizó todo lo que encontré en la casa de mis viejos y armamos el lanzamiento de Divagario en formato digital, para que no se nos pasen las ganas de darle a la gente alguna alegría en un año tan duro”.
La mayoría de las fotos que figuran en la muestra digital fueron tomadas por una cámara de 110 mm, con negativos pequeños que se usaban varias veces, y atentaban contra la claridad de las imágenes. Tales condiciones, empero, no impidieron que se esté asistiendo a retratos de una época que marcó a fuego la vida de millones de jóvenes, e incluso mejoraron cuando el padre de Faraone les trajo a los entusiastas jóvenes una cámara de visor fijo, desde Italia. “Entramos en la fotografía apasionados por el hecho de dejar un documento, un punto de vista sobre la escena musical y social que habitábamos. Y creo que esta muestra resume bien la intención”, cierra Patrono.