Si ganara el maestro Pedro Castillo las elecciones de este domingo es muy posible que a muchos peruanos se les escape la frase “Asu Mare”. Viene por deformación de “Ah, su madre”. Una expresión coloquial muy usada que denota sorpresa o admiración por algo inesperado. Lo que causa asombro es la resiliencia del candidato que recorrió los pueblos montado a caballo y con su típico sombrero de ala ancha. Eligió un lápiz como símbolo de su campaña y se sobrepuso a la estrategia de demolición a que lo sometieron los medios. Para explicar sus chances de victoria y cómo sería su posible gobierno, Página/12 entrevistó a Anahí Durand. La socióloga se reconoce en el pensamiento de José Carlos Mariátegui. Es aliada del profesor presidenciable y asesora de Verónika Mendoza. Fue la responsable de su plan de gobierno en Juntos por el Perú y se especializa en relaciones internacionales.
- ¿Cuál sería el proyecto de esta Alianza entre Castillo y Mendoza a nivel regional y su relación con los organismos multilaterales desde América del Sur?
- Nuestro candidato es un personaje plebeyo, de origen sindical y nosotros venimos de una izquierda más emergente, con mucha más familiaridad con Podemos, con otras fuerzas de izquierda como el Frente Amplio en Uruguay. En esta línea creo que hemos podido hacer la articulación entre Verónica y Pedro, coincidir primero en la necesidad de poner a Perú en una línea desidiologizada de las relaciones internacionales. En los últimos cinco años este país ha hecho lo que dijo Trump, desde el grupo de Lima hasta salir de la Unasur. Una política de Cancillería absolutamente sumisa a lo que decía Estados Unidos, que tiene ocho bases militares en Perú, la mayoría administradas por la DEA y que se renuevan todos los años con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico.
-La realidad de Latinoamérica señala que no hay hegemonías definitivas, que es todo transitorio. ¿Estamos en un momento así, sin una hegemonía clara?
- Sí, yo creo que sí. Digamos además con esta crisis que trae la pandemia, que es una etapa de disputa y en el caso peruano, el país nunca estuvo alineado en el campo progresista. Si bien Oyanta Humala llegó con esa bandera y con la foto de Lula y Evo, bueno, rápidamente se puso la camiseta neoliberal. Entonces no hemos tenido nosotros un momento progresista que redistribuyera, que democratizara al país. En esa línea, la disputa ha seguido abierta. Hubo un voto consistente a favor de esa posibilidad de cambio con Umala en 2011, con Verónika en 2016 y lo tiene ahora Pedro Castillo. Con ese 19 por ciento le alcanzó para pasar a la segunda vuelta por el fraccionamiento del voto.
- Podrá ganar la izquierda con la suma de votos de Castillo y Mendoza, que inicialmente fue del 33% en primera vuelta?
- Creo que todavía hay un margen de incertidumbre grande porque existe un voto anti Fujimori que se decanta por Pedro rápidamente y no lo piensa dos veces. Pero hay otro voto que es más crítico, que también tiene un impacto en la brutal campaña del no al comunismo, de expropiaciones… todos los días llegan mensajes de los bancos. Los medios de comunicación están alineados. Entonces yo creo que no está nada dicho, si bien sostenidamente Pedro tiene cierta ventaja, hemos visto que también hay un estancamiento porque todos los días hay una serie de hechos, mentiras, difamaciones, guerra sucia.
- Ese anticomunismo, ¿Cree que fue determinante en el crecimiento de la expectativa de votos para Fujimori?
- Ellos tenían que buscar un concepto aglutinador de todos estos males que creen representa Pedro Castillo, desde expropiador y estatista. Pero como chavista ya no pegaba tanto, hicieron del comunismo un concepto vacío y le metieron ahí un significante vacío. Entonces reparten volantes donde dicen que eso es el comunismo: robarte tu trabajo, confiscar tus fondos de pensiones, cerrarte el negocio, en fin… todos los fantasmas más burdos que pueden haber. Como en Cuzco, donde dicen: “con comunismo no hay turismo” justamente en una ciudad donde el turismo es el primer motor. Es muy brutal, ¿no?
- ¿Lo más parecido a eso podría ser lo que ocurrió en Brasil con Jair Bolsonaro en términos discursivos?
- Sí, yo creo que sí. Pedro Castillo llegó sin que nadie lo viera, casi en estado puro de antisistema, a caballo, con sombrero, muy campesino, muy impugnador de todo el establishment limeño. Estaban muy enfocados pensando en que Verónika iba a pasar y le hacían una campaña brutal, pero pasó él y no lo quieren. Esta polarización no la habíamos vivido y creo que se parece a lo de Bolsonaro en términos apocalípticos. Aunque es extraño, porque Pedro Castillo también es evangelista. De hecho en su último meeting, si lo ve ahí en su Facebook, está muy predicador, se arrodilla. Es una persona muy popular en ese mundo evangélico campesino.
- ¿Quién es Pedro Castillo para explicárselo a la comunidad internacional?
- A nosotros también nos costó mucho registrarlo, porque los que venimos de mundos partidarios militantes creo que hablamos otros idiomas. Luego lo hemos ido conociendo en una relación más directa entre él y Verónika y creo que es un líder popular definitivamente. Es de una primera generación que se profesionaliza. Sus padres no tienen estudios y además se involucra mucho en el mundo sindical como maestro en el magisterio rebelde, no en el sindicato burocratizado y a partir de ahí va politizandose en claves muy pragmáticas. De hecho él es muy sincero al confesar que no esperaba este resultado, si bien trabajo mucho y todo, pero le sorprendió. Es muy genuinamente popular, con este reflejo plebeyo que lo hace sobre todo mirar a su entorno inmediato de maestros y campesinos.
- Keiko Fujimori es por carácter transitivo el padre en toda su dimensión o ¿tiene algún matiz que la diferencie?
- Creo que si ella quiso tener un matiz fue en 2016, cuando reivindicó que estaba distanciada de su padre, que siempre le advirtió de Montesinos. Del 2011 al 2016 trató de mantener un perfil más propio de una mujer preparada, más técnica. Pero para esta campaña, se ha fusionado con el papá otra vez. O sea, nuevamente revindica el golpe del 5 de abril. Una buena parte de su entorno son personajes de los 90 como el excanciller Francisco Tudela que fue el primer ministro de Fujimori. En fin, creo que sí, hay una regresión autoritaria y una reivindicación de lo que fue su padre y la mano dura. La Keiko que quiso ser distinta, que fue a Harvard, que quiso revestirse un poquito de democrática quedó en el 2016, cuando obtuvo mayoría en el congreso y terminaron brindando escándalos de corrupción que la involucran todavía. Está enjuiciada por haber recibido dinero ilícito. Creo que ahora se fusionaron papá e hija, el clan Fujimori.
- Cómo jugó otra vez el protagonismo de Mario Vargas Llosa en la cuestión electoral? ¿Le acercó unos porotos a Keiko?
- En cuanto al voto popular no le suma nada y ya está clarísimo su lugar en el extranjero. Sí tuvo un papel decisivo aquí en el 2011 y en el 2016, pero sobre todo en 2011, cuando le dio la venía a Humala y le puso ministros, pero no ahora. Él y su hijo estuvieron activisimos en favor de Keiko, pero también quedan mal porque todo el mundo sabe que Mario Vargas Llosa era enemigo de Fujimori.
- ¿En todo caso, ¿es más determinante el papel de los grandes medios?
- Muchísimo, muchísimo. Ahora hay un concierto monocorde a favor y desesperado de Keiko Fujimori. Es una cosa brutal, en redes, medios, todo.
- ¿No hubo cierto etnocentrismo y racismo en la campaña contra Castillo?
- Gente del entorno de Keiko ha dicho textualmente: “Al profesor le va a hacer mal estar en Lima porque el oxígeno afecta a los serranos”. Ha habido un componente muy despectivo y racista. En la primera vuelta le saltaron memes todo el tiempo de Speedy Gonzales porque usa sombreros y una serie de cosas. Creo que eso justamente lo acerca a la gente.