“Uno no se llega a acostumbrar, sólo intenta no ser totalmente aspirado por Astérix, que es una ‘misión’ que toma mucho tiempo”, confiesa Jean-Yves Ferri quien, desde hace cuatro álbumes, es el guionista del clásico personaje de la historieta francófona y uno de los emblemas culturales de Francia. Ungido en su lugar –junto al dibujante Didier Conrad- por el propio Uderzo y la hija de Goscinny, en sus palabras y dibujos descansa el legado de una figura entrañable. En la Argentina Libros del Zorzal acaba de lanzar, con traducción local, el último álbum de la dupla: La hija de Vercingetorix, junto con una gran cantidad de otros álbumes de Astérix, Lucky Luke e Iznogoud, tres emblemáticas series de Goscinny, pilares de la historieta de aventuras francobelga de línea clara.
En La hija de Vercingetorix muchos medios franceses entrevieron una alegoría del traspaso generacional que Ferri y Conrad representan. A la irreductible aldea gala llegan unos emisarios de la resistencia ante los romanos y ruegan al jefe de la aldea que protegan a “Adrenaline”, la hija de Vercingetorix, el caudillo galo conocido por su rendición ante el César. Esta es la puerta para que el foco de la aventura se reparta entre los habituales protagonistas de la saga y los personajes adolescentes del pueblo: la propia Adrenaline, los hijos del herrero y el pescadero, otros muchachitos que pululan por ahí (como Selfix) y hasta el marinero inglés Letitbix, de pantalones acampanados, que debe trasladar a Adrenaline hasta Britania, para educarla como futura líder de la resistencia gala. Esa idea de juventud fusiona la referencia Beatle con la novedad de la selfie. Una suerte de argamasa temporal que, señala el guionista, fue responsabilidad de Conrad. “Al principio, para mí, el marinero Letitbix tenía que ser un contemporáneo él también, y con un look tirando a hipster. Esa fue la decisión gráfica de Didier hacer un personaje de los setenta”.
La cuestión generacional, explica Ferri a Página/12, pasó por “recurrir a personajes adolescentes, lo que me permitió poner en perspectiva a los galos habituales y hacer alejar la cámara”. En su trabajo, ahonda, intenta “variar los puntos de vista para poder innovar, aunque el límite son los mismos héroes, ya que la historia debe girar en torno a ellos”.
-¿Hay una intención de hacer evolucionar la serie o traer sus ideas a la actualidad?
-Astérix siempre reflejó a su época. Pero pocas veces habla de la actualidad candente. El humor de la serie consiste más bien en la observación de los caracteres y sus conflictos. Si se usa demasiado la actualidad del día, las referencias se vuelven rápidamente obsoletas.
-Muchas series clásicas adolecen de esa falta de perspectiva de género, o directamente de o nula inclusión de protagonistas mujeres, ¿sintieron la necesidad de reparar esa falta dándole el protagonismo a una chica?
-Con relación a los años Goscinny, la mujer en general ocupa un lugar diferente hoy. No se puede ignorar esto en Astérix. Dicho esto, no escribo textos académicos, antes que nada tengo que poner en juego situaciones que generen gags.
Una de las cosas que se ponen de manifiesto en este álbum es la resistencia de las generaciones más jóvenes ante los mandatos adultos. Aquí los adolescentes le menosprecian los menhires a Obélix, y hasta acusan a la mítica poción del druida Panoramix de “fomentar la obesidad”. “Es que el fenómeno de Internet ya lo había evocado en el Papiro del César, en que los romanos usaban un intenso sistema de palomas mensajeras”, recuerda Ferri. “Aquí, lo que me interesó, fue más bien del aspecto rebelde de los adolescentes frente a los principios educativos de los adultos”.
-Muchas de las aventuras más famosas de Asterix implican un viaje. ¿Por qué decidieron narrar esta aventura dentro de la aldea?
-En los clásicos de Asterix hay álbumes-aldea muy logrados: El combate de los jefes, El adivino, La cizaña, La residencia de los dioses. Nosotros intentamos alternar. En comparación con los viajes, la historia en casa ofrece resortes diferentes, menos estereotipados.
Otro aspecto notable de este libro es que el auténtico adversario no es el romano, sino otro galo. Un traidor a su gente. “La idea era reubicar a los galos en su función de verdaderos resistentes frente a los romanos a través de los personajes del traidor y la adolescente”, plantea el guionista “Este traidor eligió a César con cierto oportunismo y se constituye en un adversario temible”, propone. ¿Volverá? “No estoy seguro de que lo volvamos a ver, siendo dónde lo dejamos”, sugiere Ferri. Un desenlace para descubrir. Porque aunque no cierren con el mítico cartelito, las aventuras de los irreductibles galos, también tienen sus propios modos de “Continuará”.