El principal sospechoso del femicidio de Araceli Fulles fue detenido esta noche en la Ciudad de Buenos Aires en un operativo conjunto de la Gendarmería y la Policía Federal. Diego Badaracco, de 29 años, estaba prófugo desde ayer por la tarde, cuando la Policía allanó la casa donde vivía con su madres, su esposa y su hija en José León Suárez y donde el cuerpo de la joven de 22 años, desaparecida por 25 días, fue hallado enterrado. Badaracco está imputado por "homicidio agravado" junto a otras cuatros personas, que estaban detenidas desde ayer, mientras que otros dos están detenidos como cómplices.
Esta tarde habían trascendido las primeras conclusiones forenses que indican que la joven fue ahorcada por "un estrangulamiento a lazo". En tanto, un allanamiento realizado hoy sobre la casa de Badaracco se encontraron un par de zapatilla y una remera, que coinciden con las descripciones que la familia había hecho durante los días de búsqueda. Además, se realiza un estudio caligráfico de un mensaje de pedido de auxilio escrito en un papel higiénico y con la firma “Ara” para descartar que no se trate de una falsa pista.
Sobre Baradacco se reveló que permaneció en la casa junto a su madre, su mujer y su hija hasta pocos minutos antes de que se realizara ayer un nuevo allanamiento sobre su domicilio. Baradacco había sido identificado como uno de los últimos que vio a Araceli entre el sábado 1 y el domingo 2 de abril. El hombre ya había declarado como testigo al inicio de la búsqueda y en otras cuatro oportunidades, la última ayer por la mañana. Además, el padre de Araceli y al menos un hermano habían estado en el lugar donde la policía ya había realizado allanamientos los días posteriores a la desaparición de Fulles.
Ayer por la tarde, la fiscalía lo volvió a citar para ampliar ciertos puntos de la declaración, pero ya no fue hallado. El motivo por el que ayer se había llegado nuevamente a la casa de Baradaco, en el barrio Lanzone de José León Suárez, fue el rastro de uno de los perros del equipo de Bomberos Volutnarios de Punta Alta.
Los investigadores indicaron que Baradacco cuenta con antecedentes penales por delitos menores, mientras que otro de los detenidos, el dueño del corralón para el que trabajaba Badaracco, Carlos Damián Alberto Cassalz, de 34 años, fue miembro de una superbanda de secuestradores que actuó entre el 2001 y 2002, y estuvo preso hasta el 2005 hasta ser excarcelado.
Cassalz quedó detenido y fue acusado por la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 2 del Departamento Judicial San Martín, por el delito de "homicidio agravado", al igual que Jonathan (29) y Emanuel (25) Ávalos, quienes tienen empleos temporarios y realizaban trabajos de mensajería, y Marcos Ibarra, quien trabaja como operario en una fábrica. Hugo Martín Cabañas (46) y Marcelo Ezequiel Escobedo (37), empleados del corralón de Cassalz, son los otros dos detenidos en la causa por "encubrimiento" ya que, según las fuentes de la investigación, ambos ayudaron a Badaracco a escapar cuando ya estaba siendo buscado por la desaparición de Araceli.
Otra de las novedades de la causa fue el hallazgo de un pedido de auxilio escrito en un papel higiénico y con la firma “Ara”. Se trata de un mensaje escrito en un trozo de papel higiénico que dice "Ayuda" y está firmado por "Ara", según precisaron las fuentes policiales. Sin embargo, se esperaba el resultado de un peritaje caligráfico para descartar que se trate de una pista falsa que intentaban plantar los supuestos autores del crimen.
La nota fue encontrada en el baño de la obra en construcción ubicada en el fondo de la casa de la calle Alfonsina Stroni 4477, donde ayer los perros rastreadores marcaron el sitio donde estaba enterrado bajo escombros el cuerpo de Araceli. La nota fue encontrada por un grupo de peritos de la Policía Científica, que esta mañana volvieron a rastrillar con luz del día el sitio del hallazgo del cuerpo.
En caso de confirmarse que esa nota la escribió la chica desaparecida el 1 de abril pasado, los investigadores judiciales y policiales deberán determinar si la joven estuvo retenida en ese sitio por algún tiempo antes de ser asesinada.
El cuerpo de Araceli fue hallado ayer por la tarde en la casa de la calle Alfonsina Storni. Allí, desde las cinco y media de la tarde de ayer, equipos de la Policía Científica registraron la vivienda. Cuando la policía allanó la casa, encontró partes del suelo removido y cemento, dando la impresión de que se había intentado tapar con un contrapiso la tierra removida. Al excavar en la parte removida hallaron restos de un cuerpo de mujer que inmediatamente se sospechó que pertenecían a Araceli.
Araceli fue vista por última vez el 2 de abril, cuando salía de un asado en el barrio Lanzone. Ella misma subió fotos con dos amigos a su muro de Facebook el sábado por la tarde y después asistió a un asado. Según informó la propia familia días más tarde, el último dato directo con el que contaban era el Whatsapp en el que Araceli le decía a su mamá, Mónica Ferreyra, a las 7.11 del domingo avisándole que volvía y preparara el mate. No se informó si está confirmado que el mensaje fue escrito por ella.
Después, todo se sumergió en las penumbras de la burocracia y la sordera. El caso deambuló sobre la parsimonia de la búsqueda de personas, hasta hace pocos días, cuando la familia decidió forzar la marcha de los investigadores. Desde la familia, precisamente, el reclamo consistió en que la causa no ofrecía movimientos, no había contacto de los investigadores con ellos, no se notaba urgencia en los pasos de la búsqueda.
El martes 4 y el miércoles 5 ante la inercia que registraban, los familiares con amigos realizaron un corte en Márquez y Libertador en José León Suárez. En ese momento exigían que un fiscal se hiciera presente y tuviera contacto. Habían pasado tres días.
Los cortes tuvieron el efecto buscado. La búsqueda empezó a perder el perfil del clásico búsqueda de paradero, el formato policial que supone que aquella mujer que desapareció de la vista se fue de la casa intencionadamente y sólo resta que vuelva o de señales. El 11 de abril, alrededor de 300 policías realizaron rastrillajes y allanaron cinco viviendas en los barrios 9 de Julio, Billinghurst y La Cárcova, en José León Suárez, partido de San Martín.
No hubo resultados positivos. Los allanamientos, se sabe, tampoco son garantía de obtención de pruebas. Muchas veces porque no las hay, otras porque el allanamiento es al voleo, o con datos endebles; otras, porque los uniformados, habituados a aplastar pisotean todo, incluyendo las pruebas si las hubiera.
Una semana después, el martes 18, y en la misma zona, en un descampado en Vicente López y Lynch Pueyrredón, del barrio 9 de julio, fue hallada una cartera con cosméticos, que se reconoció como perteneciente a Araceli porque tenía la inscripción “Ara la morocha”.
A fin de la semana pasada, la familia decidió contratar un abogado privado que cambiara la carátula de la causa, que imprimiera otra velocidad a la búsqueda. Hasta ese momento era permeable la idea de que la joven hubiera sido secuestrada por una red de trata, y la quietud que registraba la familia en el caso dejaban abierto el campo a las críticas por desinterés judicial y o interés policial. A partir de ese momento, la búsqueda judicial cambió su ritmo.