Los pronósticos de cambio hacia un mundo mejor a partir de la crisis por la pandemia se han ido apagando en la medida que se extiende la permanencia del virus. La única certidumbre por ahora es la imposibilidad de pronosticar.
La Educación ha jugado un papel de comodín a la disputa política. Los sectores de la oposición que con sus gobiernos han generado mayor desigualdad, levantaron la bandera de la presencialidad en circunstancias realmente insostenibles. La discusión parece haberse cancelado en el binarismo presencialidad sí, presencialidad no, sacando de foco la demanda de un cambio estructural del sistema educativo.
En tanto, la institución educativa parece por momentos un viejo carromato que hay que empujar en medio de una autopista. La tecnología no sólo profundizó la brecha de desigualdad, sino también la brecha generacional entre docentes y estudiantado.
En Catamarca, por ejemplo, desde el Poder Ejecutivo se insistió en la presencialidad como una necesidad de socialización, a la vez que se han mantenido las salas de teatro cerradas desde el inicio de la pandemia, por poner solo un ejemplo de contradicción a la hora de considerar la socialización, en tanto la escuela es de por sí un dispositivo de control, mientras que el arte representa siempre un malestar al poder tanto en términos económicos como de disciplinamiento. La lógica entonces ha sido que, por un lado la escuela sería un aspecto “esencial de la socialización y la salud emocional de les niñes”, mientras las actividades artísticas o deportivas, por ejemplo, serían puro ocio.
Catamarca/12 consultó a especialistas bajo una premisa, pensar la educación por fuera de la polarización presencialidad-virtualidad, para poner en juego otros enfoques.
Martha Sueldo es licenciada en Gestión Educativa y profesora de Historia. Ella opina que “debe buscarse la manera de llevar a cabo actividades de socialización de diferentes formas. La cantidad de actividades caen en la tarea de copiar y pegar. No hay una reciprocidad de aprendizaje y enseñanza”.
A la misma vez señaló que desde la perspectiva nacional se trata de implementar una nueva manera de impartir los contenidos a través de la plataforma interactiva Juana Manso que se está empezando a aplicar en la provincia.
Sueldo observa que “la brecha generacional docente-alumnos en esta virtualidad tiene gran influencia. La web ofrece interminable cantidad de herramientas tecnológicas para realizar un aprendizaje interactivo con numerosos elementos culturales y recreativos, pero no se sabe cómo utilizarlos para la enseñanza, cómo por ejemplo las redes sociales”.
Y agrega contundente: "¡Los chicos se aburren! Las clases virtuales deben estar centradas en el alumno para lograr la reflexión, un aprendizaje en su tiempo o sea una modalidad asincrónica. Está modalidad lleva su tiempo de aprendizaje, y ni docentes ni alumnos están preparados para eso. Estamos supeditados a una modalidad burocrática que exige tiempos, planillas y estadísticas que no mejoran clases con nuevas alternativas”.
Además, señaló que la brecha tecnológica juega en contra para alternativas culturales, artísticas y deportivas que “serían muy beneficiosas para la salud mental, emocional y cognitiva de los alumnos y también de los docentes”. Y concluyó: “La modalidad virtual vino para quedarse, será preciso el aprendizaje de parte del docente y la provisión de herramientas tecnológicas para los alumnos”.
Por su parte, para la psicóloga Sofía Zuliani, “el error de la educación viene de antes de la pandemia y es que trata a los sujetos como objetos”. En tanto, apunta que ninguna educación que se suponga transformadora puede decir que vale lo mismo para todos, “todo sujeto es diferente, cualquier proceso educativo va a ser mejor si tiene en cuenta que cada sujeto va a dar su respuesta particular y va a tener sus propias particularidades para responder, tanto económica como sociales y subjetivas, y que cualquier sistema técnico educativo que aloje eso dentro de lo que propone va a ser superadora”.
Zuliani señaló que es el momento para hacer cambios, sobre todo en los contenidos, pero “no podemos suponer de antemano que algo va a servir o no, siempre va a depender de cómo eso se implemente. Es tiempo de una buena propuesta que haga buenas preguntas a las prácticas”.
Y en este punto observó: “La primera pregunta es ¿qué sujeto queremos formar para esta sociedad? ¿Un sujeto que piense o que repita? El sistema está hecho para adaptar la mano de obra, pero los sistemas laborales también cambiaron, son virtuales, son globales, y sin dudas deben ser más ambientalistas y a mi criterio reforzar conceptos que trasciendan el individualismo y la repetición por propuestas que permitan desarrollar y desplegar los intereses de la comunidad”.
En tanto, para la docente y artista visual, Cristina Pernasetti, al igual que Zuliani, cree que el sistema educativo ya venía cuestionado por no dar respuestas a los requerimientos de formación que impone este comienzo de siglo.
Consideró que “el papel de los lenguajes artísticos es fundamental para la formación integral, ya que brindan herramientas para una mejor comprensión del mundo desde una perspectiva más sensible y emocional, que integrados con los otros espacios, mostrarían una visión menos segmentada y más profunda de la realidad”.
En este sentido, propone salir de la ortodoxia de las “áreas duras”. “Áreas que tradicionalmente se consideran esenciales, tales como matemáticas, lengua y las ciencias sociales y naturales, deberían modificar sus métodos para que la visión de la realidad sea más integral. Es decir se puede aprender a leer, a escribir, a calcular desde otras áreas que también son alfabetizadoras. El teatro, la danza, la literatura, la pintura, la escultura, la música siempre son vehículos para aprender y comprender nuestra historia y nuestra realidad actual y propiciaría mejores procesos de aprendizaje y socialización”.
En este sentido, Pernasetti remarcó la necesidad de que las políticas educativas apoyen a los profesorados de formación artística y “vincularlos con la formación docente general a fin de propiciar un enfoque más integrador en donde el trabajo en equipo sea la oportunidad para reconocer y valorar todo el universo de saberes y ponerlos a disposición de los alumnos, evitando los compartimentos estancos de los que resulta la organización curricular y escolar”.
Por último, expresó: “El reconocimiento de la importancia de la formación artística debería partir de los funcionarios gestionando políticas educativas que los jerarquicen con más presupuesto y recursos”.