Su vida marcada por la lucha y la pasión romántica de buscar un sentido igualitario y justo a los pedidos de la ciudadanía del interior ante el avasallamiento de las políticas centralistas del “Puerto”, lo convirtió en figura poco simpática para los primeros revisionistas. Solo algunos –los menos ligados a la concepción rosista– prestaron atención al jefe montonero y tiempo más tarde, otros se atrevieron a condenar al mitrismo y a la guerra de la Triple Alianza, lo que de por sí llevaba a revalorar a Varela. Pero, en general, el rosismo se atragantó con el caudillo catamarqueño, quien resultó triturado y deformado, así, por dos corrientes historiográficas que, en última instancia, brotan de la misma clase dominante.
En la ladera oeste del Ancasti se cobija el poblado pintoresco y antiguo chacarero de Huaycama, lugar donde nació Felipe Varela, en 1821. Fue bautizado con el nombre de Juan Felipe por el Pbro. Francisco Jacobo de Acuña en la capilla de San Isidro, actual departamento Valle Viejo, el 9 de junio de 1822 de 1 año de edad, actuando como padrinos del futuro caudillo: Valentín Castro y una hermana del Pbro. Acuña, Juana Antonia Acuña. Era hijo del caudillo federal Javier Varela y de María Isabel Ruarte. Perteneció a una antigua y distinguida familia del valle catamarqueño. Varela pasó los primeros años de su vida con la tradicional familia Nieva y Castilla, del Hospicio de San Antonio de Piedra Blanca, de la cual era también pariente.
A los 21 años de edad murió su padre en el combate librado el 8 de setiembre de 1840 sobre la margen derecha del Río del Valle, entre las fuerzas federales invasoras de Santiago del Estero y las unitarias de Catamarca.
Después de aquel fatídico suceso se radicó en Guandacol, pueblo riojano en plena precordillera. Siendo aún joven se acogió al amparo del comandante Pedro Pascual Castillo, amigo de su padre, con quien había visitado ese lugar en los frecuentes viajes con arriando de animales para Chile.
En Guandacol, poco después, se casó con Trinidad Castillo, hija de su protector. Con su padre político se dedicaron al engorde de hacienda para los mercados chilenos de Huayco y Copiapó. Esas faenas y viajes con, le dieron un amplio conocimiento del paisano humilde de la región. Eso fue agrandando su prestigio entre la peonada y la gente de campo. Ese oficio sirvió para que Varela conociera a los paisanos y sus realidades.
En la lucha contra Juan Manuel de Rosas, en la resistencia de la Coalición del Norte, luchó con al lado de Pedro Pascual Castillo a las órdenes del caudillo Ángel Vicente Peñaloza, quien se había unido a la causa por lealtad al gobernador riojano Tomás “Zarco” Brizuela. Doblegada la resistencia norteña pasó con sus compañeros a refugiarse en Chile.
En 1851 Felipe Varela se encuentra exiliado en Copiapó, ese mismo año figura en los registros que en la localidad de Vallenar ostentaba el cargo de capitán de carabineros, ocupando después otros cargos en Chile.
Al finalizar el año 1855, regresa nuevamente a nuestro país, y aparece revistando como teniente coronel en el Regimiento Nº 7 de caballería de línea que comandaba el coronel Baigorria, destacado a la sazón en Concepción de Río Cuarto.
El caudillo Ángel Vicente Peñaloza es vencido en la batalla de Las Playas, Felipe Varela se exilia nuevamente en Copiapó, desde noviembre de 1863. Ha quedado sin recursos económicos y sin medios para reorganizar su ejército desintegrado. Pero las ganas de pelear siguen intactas, principalmente cuando recibe noticias del asesinato del Chacho Peñaloza, envía desde Chile hasta Entre Ríos, una carta dirigida al general Urquiza, jefe visible de la Confederación. Varela le indica a su jefe que todo el país clama para que “monte a caballo a libertar de nuevo la república… como único salvador de la patria y sus derechos todo habitante clava sus ojos en S. S.”, y por último le pide algunos fondos para formar “una bonita división”. Fiel a su política conciliadora, Urquiza archiva la carta sin responder. Esto fue nefasto para el caudillo catamarqueño.
En Chile, se puso en contacto con la Unión Americana, a la que adhiere fervorosamente, integrándose al comité de dicha unión en Copiapó.
Varela, convencido de que Urquiza desenvainará por fin su espada para defender al Paraguay, monta su caballo y se dirige a Entre Ríos, completando la travesía en sólo catorce días. Al llegar, para su sorpresa, encuentra a Urquiza decidido a alinearse con Mitre contra el Paraguay.
Por fin en enero de 1867, Varela se lanza a cruzar la cordillera. Tenía dos batallones bien equipados, tres cañones y una bandera en la que se leía: “¡Federación o Muerte!” ¡Viva la Unión Americana! ¡Viva el ilustre capitán general Urquiza! ¡Abajo los negreros traidores a la Patria!”
Felipe Varela dirigía y coordinaba desde La Rioja todos los movimientos revolucionarios. El 4 de marzo de 1867 sus tropas vencieron en la batalla de Tinogasta. Después de este combate, Varela, que se encontraba rumbo al Norte, contramarcha a La Rioja, donde se desencadenará la batalla de Pozo de Vargas. En esta acción, llevada a cabo el 10 de abril de 1867 las tropas federales son derrotadas por el general Antonino Taboada. Varela penetró en Catamarca y luego pasó a Salta, ocupando los valles Calchaquíes, obteniendo una victoria en Amaicha, el 29 de agosto, este triunfo coloca a Varela como dueño de los valles.
Después vendría la campaña contra Salta que le costó mucho esfuerzo. Varela fue definitivamente derrotado el 12 de enero de 1869 en Pastos Grandes. Con la derrota de Varela se cerró el último capítulo de la lucha contra el sistema económico liberal -y contra el orden mitrista, la cara política de dicho sistema- en el Interior.
Enfermo de tisis y carente de apoyo, Varela se refugió en Chile. El gobierno trasandino, poco amigo de dar albergue a un insurrecto reincidente, lo mantuvo brevemente en observación antes de permitirle asentarse en Copiapó. El 4 de junio de 1870 fallece en Naconto centro agrícola y minero cercano a la ciudad de Tierra Amarilla la enfermedad acabó con su vida.
El gobierno catamarqueño repatrió sus restos en 1974, reivindicado como Paladín de la Unión Americana, fueron repatriados desde Copiapó, Chile, el 13 de febrero de 1974 para que sus cenizas descansen en el monumento que se construyó durante el gobierno de Hugo Mott, en la avenida Presidente Castillo y en el empalme con la ruta provincial N° 1.
En agosto de 2007, la legislatura de Catamarca solicitó al gobierno nacional el ascenso post-mortem del coronel Felipe Varela al grado de general de la Nación. En junio de 2012 fue ascendido post-mortem al grado de general de la Nación.
(Este texto forma parte del ciclo Bicentenario de la Autonomía de Catamarca, el Ministerio de Cultura y Turismo de Catamarca. La charla que se realizó ayer viernes, estuvo a cargo de los integrantes del Centro de estudios históricos, geográficos y culturales de Valle Viejo y el profesor Roberto Rojo docente de historia radicado en la ciudad de La Rioja).