Cuarenteneros, distanciades, autoacuarteletti; afortunados fóbicos que aprovechan para justificar sus encierros, obsesivos dispuestos a contar los virus uno por uno, histériques a quienes ninguna vacuna les viene bien, personalidades múltiples que exigirán una vacuna por cada una de sus facetas; amarilloides que dejan todo a las siete de la tarde para ponerse a ver series de fantasía y, al día siguiente, creen que siguen en la serie. Ansiosos que ante cada vuelo se preguntan si ese es el que le estará trayendo su vacuna personal, renegadores que se sienten impunes ante la biología, negadoros que si se sienten con alas, pezuñas, agallas, hocico y trompa, creen los tienen. De todo esto hay, en nuestro planeta. En nuestro país. Y, a veces, en nuestra casa.
Enumero todos estos extraños seres humanos, porque todes ellos, todas nosotres, vivimos en la misma superficie planetaria, aunque algunes crean que están miles de metros por sobre el resto y otros se sientan sucumbir bajo el peso de un caparazón mediático.
Hoy, 5 de junio, es el Día del Medio Ambiente. Curiosa costumbre del género humano, la de celebrar, homenajear, conmemorar, festejar lo que cotidianamente se dedica a destruir con especial alevosía y capacidad –y no digo premeditación, porque en algún lugarcito guardo algo de esperanzado optimismo (aunque no voy a decir dónde lo guardo, porque quiero que siga allí y que nadie lo destroce en nombre de una buena o mala causa).
Y si he de hablar de los estragos que el descuido del planeta puede provocar en los seres humanos, las seras humanas y los ceros humanos, no puedo dejar de referirme a una personaja, referente obligatoria de cierto sector que, y ahí ya viene el primer efecto tóxico, contamina la palabra "libertad" y la palabra "democracia" con sus propios caprichosos conceptos.
La primera ley del neoliberalismo dice: “Mi derecho a hacer lo que yo quiera termina donde empieza el derecho de los demás a hacer lo que yo quiera”, pero, la verdá, a algunes se les va la mano, y el resto del cuerpo, en el intento.
Me estoy refiriendo a la exministra de inseguridad racial y asuntos conspiranoides, cuyas declaraciones, ambientalmente hablando, resultan poco sustentables y profundamente biodesagradables.
Su devenir político nos tendría que haber hecho sospechar: un origen de la más rancia igno; luego, un pase por cierta supuesta izquierda y cierta supuesta pertenencia nacional y popular; luego –se ve que estaba cansada–, “hizo noche” en el delarruísmo alianzófilo, y luego, dando la vuelta al codo e ingresando en el siglo XXI, la continuación de su derrotero derechizante, que la condujo a ser sospechosa de las alianzas más viles y contradictorias (sospechas que no vamos a develar en esta columna, porque no podemos ni queremos ni sabemos la certeza real de ninguna de ellas).
Pero nuestro afán cuestionador sí nos permite una cierta tesis: “A esta mujer le pasó algo”, y se nos ocurre que fue algo bastante extraño. No nos consta que haya estado en Chernobyl, y no tenemos claro si la edad le da como para poder situarla cerca de Hiroshima en aquel momento dolorosísimo de la Historia, pero algo le pasó. O bombas atómicas o alguna hamburguesa que comió o algo que olió en momento poco oportuno o (los científicos deberían estudiar esto) tanta “mentira social preventiva y obligatoria” entre sus secuaces le contagió un fake-news-virus que la llevó a decir cosas que ni el más bizarro de sus colegas se animaría expresar con el barbijo del sentido político puesto.
Algo le pasó, o algo le pasaron. Quizás le dijeron: “Dale, vos andá y mandate esas acusaciones delirantes, así todos se distraen y mientras tanto nosotros seguimos manipulando el poder aunque no tengamos el gobierno”.
¿Fue algo que comió? ¿Fue un rayo misterioso que arácnido en su pelo? ¿Fue un coro de fantasmas que habitan en la noche y preguntan y preguntan? ¿Fue, la mala leche, su vida y su elemento? ¿Fue una serie que vio a las siete de la tarde, en vez de trabajar?
No lo sabemos, pero sí podemos asegurar que se trata de una ardua militante tipo vendedor del ajuste y el desbarajuste, que mutó y permutó ideas y ahora no es que esté desorientada, sino que trata de desorientarnos a todos, todas y todis.
Etceterexit.
Sugiero acompañar esta columna con el video “Día del Medio Ambiente”, un especial del dúo RS Positivo (Rudy-Sanz), acompañado por Víctor Testani, que podrán ver en el canal de YouTube de los autores y, ya que andan por allí, visitarlo, y suscribirse.