En Catamarca hay dos proyectos estratégicos para aplicar en el ordenamiento territorial y el desarrollo sustentable de los asentamientos humanos de su Valle Central. Uno, el diseño e implementación de un modelo tecno-productivo y comercial frutihortícola, promovido hace unos años por la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca. Otro, el proyecto del programa de un Parque Agrario, surgido recientemente de un convenio entre la Universidad Nacional de Catamarca con organismos internacionales.

Sabemos que las ciudades son un invento maravilloso que han venido potenciando las capacidades humanas a lo largo de los siglos; pero suele olvidarse que en el origen de las ciudades está la agricultura. Cuesta, tal vez, pensar que la agricultura urbana y periurbana brindaría un equilibrio al sistema territorial donde están ubicadas. No es una utopía. Recobrar la armonía del ciclo de campo y ciudad, que ha venido existiendo a lo largo de milenios, es posible y solo depende de nosotros.

El arquitecto Francisco Liernur al interrogarse sobre cuál es la relación entre los problemas habitacionales de las ciudades y su sistema de producción de alimentos, señala que “desde su nacimiento la ciudad fue posible porque la producción de alimentos se hizo de forma tal que permitió a la gente producir provisiones para dedicarse a constituir la civilización”.

Según parece, es un error suponer a los asentamientos humanos como un problema, ya que no lo son en sí mismo. Son síntomas de un desequilibrio del ciclo, cuya solución requiere aproximarse a encarar el tema del Territorio en su totalidad. Liernur, en su construcción de pensamiento, dice que entre la ciudad y el campo, desde hace miles de años, funciona un ciclo que enriquece a uno y a otro que, cuando es virtuoso, redunda en beneficios para todos y si pierde armonía genera problemas. Hay que establecer nuevas acciones entre campo y ciudad.

Según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), los Grandes Aglomerados Urbanos de Argentina (como en el caso del Gran Catamarca), entre 2006 y 2016 consumieron 89.000 hectáreas más de suelo, una magnitud equivalente a 4,5 ciudades de Buenos Aires. El crecimiento de la mancha urbana muy por encima de su crecimiento demográfico, implica costos más altos para el Estado y para la población que vive en ella. Y menos tierra para cultivar.

Para alimentar este crecimiento de la población urbana, también en las ultimas décadas se ha desarrollado un sistema industrializado de alimentos que, a primera vista, parece una solución, pero que en realidad constituye un factor de aceleración del ciclo que se agrega a los ya existentes procesos de desertificación, que empuja a campesinos a las ciudades.

Según el INTA, un Parque Agrario es una figura de protección territorial que se aplica en las áreas metropolitanas de las ciudades que apuestan por poner valor a las producciones agroganaderas del entorno periurbano y acercarlas a la zona de contacto, planteándolo como una herramienta de gestión para el ordenamiento y desarrollo del territorio.

Esta estrategia para la gestión del crecimiento de la mancha urbana en el continuo del paisaje del Valle Central de Catamarca, podría ser posible gracias a una constante que todavía une a la capital con la vieja población: la gente sabe que la ciudad de Catamarca no sería lo que es, sin la memoria de la ocupación del suelo de “sus Chacras”.

Arquitecto